Luis Alberto de Cuenca y Prado ingresó el pasado domingo día 6 de febrero en la Real Academia de la Historia, para cubrir la vacante de la medalla n.º28, producida por el fallecimiento de don Manuel Fernández Álvarez. La candidatura de don Luis Alberto de Cuenca fue avalada por los académicos Carmen Iglesias, Luis Suárez Fernández y Francisco Rodríguez Adrados. El nuevo académico fue elegido el viernes 8 de octubre de 2010. El discurso que ha leído lleva por título Historia y Poesía. En nombre de la Corporación fue contestado por el académico don Francisco Rodríguez Adrados.
Historia y Poesía
Tras pasar revista al pasaje de la Poética de Aristóteles en que se habla de las peculiaridades que ofrecen la Historia y la Poesía y de las relaciones entre ambas disciplinas, el discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia Luis Alberto de Cuenca precisa que la Poesía para los antiguos se identificaba con la Épica, que, al contrario que la Lírica, no emana del individuo sino del espíritu popular (Volksgeist). Clío y Calíope, las Musas de la Historia y de la Épica, están siempre muy cerca en las representaciones plásticas colectivas de las hijas de Mnemósine. La diferencia entre ambas es que el término griego historía significa ‘investigación’ y está relacionado con la raíz indoeuropea *weid-, ‘saber, ver’, lo que distingue el arte de Clío del de Calíope, más proclive a la fantasía o, por lo menos, a narrar hechos improbables.
Para saber lo que es la Historia lo mejor es leer la maravillosa Introducción a la Historia, de Marc Bloch, cuya lectura ayuda no poco a fijar fronteras entre los reinos de Clío y de Calíope, dos sugestivos territorios desde donde aspirar, como decía Goethe en sus conversaciones con Eckermann a propósito de los Lais de la escritora medieval María de Francia, “el perfume de los siglos”. A caballo entre Historia y Poesía, nutriéndose de ambas y reuniéndolas en un mismo bouquet, están los tres ejemplos que De Cuenca desarrolla a continuación, utilizando traducciones propias: la epopeya de Gilgamesh (cifra y símbolo de la civilización mesopotámica), y dos poemas modernos, Esperando a los bárbaros del grecoalejandrino Cavafis (1863-1933) y Lepanto del inglés Gilbert K. Chesterton (1874-1936), enormemente interesantes desde una doble perspectiva poética e histórica.