El baluarte del academicismo
Andrés Merino Thomas
Por primera vez en España, el Museo Thyssen-Bornemisza presenta una retrospectiva del pintor y escultor francés Jean-Léon Gérôme, que acoge una selección de las celebradas en 2010 en Los Ángeles y París. A través de 57 de sus mejores obras, podemos adentrarnos en el fecundo universo personal del maestro que, resistiéndose con firmeza a las nuevas corrientes impresionistas y realistas, imprimió a sus creaciones una visión de la propia historia de Francia y un un particular acercamiento estético a Oriente, propios de su época, ocupando un lugar sobresaliente en el arte galo de la segunda mitad del siglo XIX. Gérôme fue uno de los más activos academicistas, notable creador de imágenes y entusiasta de la pintura de historia, de la que quizá su más lograda muestra sea “Recepción del Gran Condé por Luis XIV”, óleo sobre lienzo que recoge los principales rasgos de lo que podríamos denominar teoría de teatralización de los grandes acontecimientos del pasado.
Doscientos cuatro años después de la batalla de Seneffe, en la que las tropas francesas, inferiores en número, vencieron a las de Guillermo de Orange, el pintor decide llevar al lienzo su particular visión del gran acontecimiento que en 1674 había contribuido a afianzar el prestigio de Luis XIV en la Europa del XVII. Para ello, no escoge una triunfal escena con humo de cañones o briosos caballos y jinetes a punto de caer, sino la brillante ceremonia de recepción que el soberano galo ofreció en el palacio de Versalles al comandante en jefe de sus ejércitos, Luis de Borbón-Condé, que pasaría a la historia como el Gran Condé. Ciertamente, es imposible discrepar de quienes en el catálogo de la exposición sostienen que Gérôme aborda la historia en sus pinturas desde los hechos triviales, anecdóticos, no desde los grandes temas, triunfales, trágicos o victoriosos. Esta impresionante llegada del militar demuestra que es posible emplear un ángulo igualmente amplio, pero con una capacidad de seducción igualmente inmediata. Gérôme nos dice al oído: otros podrán contarte la batalla, mostrarte la sangre de casi veinte mil muertos, confirmarte que Francia venció una vez más. Pero sólo con mis pinceladas contemplarás, desde primera fila, desde la balaustrada, la llegada del vencedor.
No es extraño que el pintor colaborase tan activamente en la construcción de un imaginario visual decisivo en la formación histórica de varias generaciones de franceses. Gérôme fue un sagaz creador de imágenes, que se familiarizó pronto con el uso de las técnicas fotográficas. Vivió su nacimiento y supo aprovecharlas. Es fácil admirar el logro narrativo de la composición, casi cinematográfico, pero no podemos dejar a un lado sólidos contenidos simbólicos en muchas de sus obras, muy presentes también en esta entrada en Versalles. Comencemos por anotar dos de carácter numérico: doce son los peldaños que conducen la meseta de la gran escalera imperial en la que se encuentra el rey; de ellos, el Gran Condé ha recorrido apenas tres. A derecha e izquierda, cincuenta estandartes –número redondo- se han ubicado, no como trofeos, pues algunos aparecerían desgarrados tras la batalla, sino como huella del carácter castrense de la gesta del homenajeado. Todo un decorado para el magnífico acto que tiene lugar en la escalera de Embajadores. Sin duda, las coronas de laurel extendidas por el suelo atestiguan la condición de vencedor de quien llega a palacio vestido con media armadura. El Rey Sol, vestido en oro y blanco, atuendo de enorme carga simbólica ante el triunfador, miembro de una familia, los Condé, tradicionalmente hostiles al trono. A la derecha del monarca, su hijo Luis, el que pasaría a la historia como Gran Delfín, que entonces contaba con apenas trece años pero ya participaba de las ceremonias de corte. Y ligeramente separada, María Teresa de Austria, una apagada reina consorte de presencia protocolaria obligada, a la que la etiqueta impedía exteriorizar cualquier sentimiento de duelo o luto por encontrarse españoles entre las tropas vencidas en la contienda. No en vano, es su dote matrimonial una de las cuestiones en conflicto para la guerra con los Países Bajos. La recepción del Gran Condé es también el triunfo… de Gérôme en su intento por llevar la otra historia de Francia a un nuevo espectador. El que buscaba el antes y después de hechos históricos notables. El que creía que, para el academicismo, la historia de una gran nación era la suma de grandes acontecimientos.
“Recepción del Gran Condé por Luis XIV. Versalles, 1674” (1878)
Jean-Léon Gérôme (1824-1904)
Óleo sobre lienzo (96,5 x 139,7 cm)
Musée d’Orsay, París
Exposición “Jean-Léon Gérôme (1824-1904)”
Sede: Museo Thyssen-Bornemisza. P. del Prado, 8. Madrid
Organizan: Musée d’Orsay (París), Réunion del musées nationaux (Francia), J. Paul Getty Museum (Los Ángeles) y Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)
Comisarios: Édouard Papet, Dominique de Font-Réaulx y Laurence des Cars
Madrid, 15 de febrero a 22 de mayo de 2011