Alfredo Bikondoa es un pintor de una sensibilidad extraordinaria y al que muy joven le ha llegado el reconocimiento de galerías, museos y coleccionistas. Físicamente se mueve entre San Sebastián, París y Nueva York y artísticamente entre la abstracción y el cubismo. Su obra seriada “Diez mil diosas” colgara a partir de este mes de mayo en Nueva York junto a la de Pablo Picasso. A pesar de ser un pintor que se declara budista y seguidor de la filosofía Zen fue escogido por el Vaticano en 1995 para ilustrar con una maternidad su christma navideño.  Su lema: ir como el agua, siguiendo la línea de menor resistencia…

María Jesús Burgueño

P- A partir del 5 de mayo la obra de Alfredo Bikondoa compartirá espacio en la galería Michail Lombardo de Nueva York con la de Picasso. ¿Qué cuadros ha escogido para esta ocasión, cuáles son sus características técnicas y número de obras?

R- Mi marchante, Jean Paul Perrier, que es quien ha organizado esta exposición en colaboración con Michail Lombardo Gallery, presenta en esta ocasión una selección de obras de mi serie “Diez mil diosas”, que es la obra más figurativa de mi creación. Esta serie ha tenido una sensacional acogida previa tanto en Barcelona como en Chicago. En Nueva York se podrán ver una quincena de obras pictóricas, en diferentes formatos, y algún objeto-escultura en bronce.

P- La crítica encuentra en su obra un alto sentido trascendental ya que muestra una estética religiosa. Traspasa las barreras de la realidad para llegar a un espacio de paz alejado del conformismo. ¿Cómo definiría su obra y qué pretende transmitir?

R No trato de transmitir nada, no es esa mi intención. Me considero un investigador y mi campo de trabajo es lo que está más allá del mundo de las apariencias. Como dice El Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”. El espíritu que me lleva a pintar es el mismo que me llevó a practicar Zen. Creo que mi obra es muy impersonal y tal vez por eso transmita un cierto sosiego. Siempre digo que para crear hay que “desaparecer”, me refiero al yo personal, para que emerja el ser transcendente, el que existe “aquí y ahora”, ya que no se puede enfrentar lo desconocido a través de lo conocido.

P- Su pintura se mueve entre la abstracción y el cubismo; Picasso, Rothko, Valdés… ¿O simplemente Alfredo Bikondoa?

R- No me gusta dejar nada fuera de mí. Lo importante es tener centro magnético, incluirlo todo y a todos… Evidentemente, al final, simplemente Bikondoa.

P- Recordando la serie Diez mil diosas ¿quién es su musa?

R- Leí en un libro tibetano que “es hora de que las 1.000 diosas se manifiesten y pongan fin al sufrimiento de Maya, el mundo ilusorio… A las 1.000 diosas les añadí un cero, ya que creo que se van a necesitar muchas diosas más para salvar al mundo… Elijo 10.000 diosas como número infinito. ¿Mi musa? Se llama Izíar, que me remite a la mujer cósmica.

P- En las obras de Bikondoa se muestran como claves enigmáticas números o letras…  ¿Qué hay detrás de estos signos?

R- Los números, las letras, nos remiten a la razón, al intelecto. Tienen un peso específico, también una vibración. Provocan al espectador para que se cuestione ¿qué hacen ahí?, ¿qué quiere expresar el artista?, como si hubiera que descifrar un mensaje específico. La lectura tiene que ser intuitiva, no están ahí por capricho. No hay que olvidar que una obra de arte se completa en el inconsciente del espectador. Explicarla sería acotarla. Tal vez tengan que ver con mi parte conceptual y con lo que ya llaman código Bikondoa.

P-. El Vaticano escogió una obra suya como imagen para su felicitación navideña: la Virgen con el Niño. Dei Genitrix. El Servicio de Información del Vaticano le comunicó la intención de utilizar su obra para una edición limitada del Christma navideño con el que el Vaticano felicitó la Navidad del 2005. ¿Qué supuso esta noticia?

R- En los Archivos del Vaticano poseen un libro que ilustré hace algún tiempo titulado “En voz baja”. Se trata de una glosa del Padrenuestro del escritor Miguel Chavarría, quien me encargó mi visión plástica del mismo. Unas ilustraciones zen para una oración cristiana… La cuestión es que a raíz de ese trabajo, el V.I.S. (Vatican Information Service) me solicitó una ilustración con la que felicitar la Navidad del 2005. Realicé entonces una Maternidad, una obra en madera, polvo de mármol y plomo. Al igual que la serie “Diez mil diosas” la Virgen carecía de rasgos, que no de expresión… Esta petición del Vaticano me resultó increíble e inesperada, más siendo conocido que soy practicante del budismo Zen. Fue un reto y una gran satisfacción.

P- ¿Qué importancia tiene la naturaleza, la vida y el hombre en su creación?

R- La naturaleza, la vida, el hombre… son en mi creación el eje principal. El hombre representa, por decirlo de alguna manera, la consciencia. Creo que si me quedase solo en el mundo no crearía nada. No tendría razón de ser. Crear es una muestra de amor a la humanidad… ¿Qué sentido tendría la iluminación del Buda en un mundo sin gente?… No creo para mí, por eso no tengo dueño.

P- Ha tenido una vida viajera, Madrid, París… La soledad del desierto de California… Diecisiete años buscando ¿Encontró lo que buscaba?

R- El viaje físico, la trayectoria vital, el viaje interior… Todos y cada uno de ellos forman parte inseparable de mi obra. Pero éste último es el que más ha influido en mí y en mi obra. Durante 17 años practiqué el Zen en dos escuelas, ahora voy por libre. Puedo decir que, aunque me queda mucho camino, tanto en mi persona como en mi creación hay un antes y un después del Zen. Mi obra cambió radicalmente.

P- ¿Cuándo descubrió la creación artística?

R- Mi primer recuerdo es de cuando tenía 4 años. Me fascinaban los materiales de pintura, me atraían los tubos de óleos de los escaparates de la droguería de mi barrio. Hacía dibujos con lápices de colores que me regalaba mi hermano mayor. Crecí en un ambiente relativamente artístico y aventurero. De niño pintaba extraterrestres y cosas muy futuristas. A los 16 años comenzaron mis estudios de pintura. Pero la verdadera visión del arte fue posterior, cuando me instalé en París.

P- Después de haber expuesto en Chicago, Dalas, Texas, Nuevo México, París, Bilbao,  San Sebastián, Orense, Pamplona, Madrid, Málaga, Logroño, etc., los coleccionistas de su obra son cada día más numerosos y entre éstos destacan los museos y las instituciones. ¿Qué público considera que es el más cercano a su obra?

R- Mis obras, como dice, se encuentran en notables colecciones públicas y privadas, nacionales e internacionales. En todos los ámbitos, en los lugares más inesperados me encuentro con gente extraordinaria de cualquier condición y de ejemplar sensibilidad hacia el Arte. Lo realmente importante para mí es la relación que nace de ese encuentro. Me enorgullece poder decir que muchos de aquellos que se acercan a mi obra y la coleccionan se convierten en buenos amigos con los que comparto el devenir de mi trayectoria.

P- Pensando en el futuro…

R- Iré como el agua… siguiendo la línea de menor resistencia.

Imágenes: Alfredo Bikondoa

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Bikondoa en RevistaDeArte

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