Para muchos especialistas, la casa ducal del Infantado fue uno de los linajes protagonistas del tránsito de la nobleza como cuerpo y estamento social desde la Edad Media a la Moderna. No es difícil sostener una teoría así comprobando su evolución durante varias generaciones, como hizo Adolfo Carrasco en la que fue su tesis doctoral, que ha publicado por fin la editorial Actas con el título “El poder de la sangre. Los duques del Infantado, 1601-1841”. Incluso cuando comenzaron a ostentar el condado y posterior marquesado de Santillana, una de las joyas de la corona que aún permanece en el largo elenco de los títulos de la casa, los futuros Infantado se preocuparon por ir abandonando la violencia militar, signo medieval, para ir acumulando un importante patrimonio señorial basado en el apoyo a la monarquía castellana y su proyecto político unitario. A partir de tal premisa, el hoy profesor titular de Historia Moderna en la Universidad de Valladolid partió de los comienzos del siglo XVII para exponer dos siglos y medio de una de las principales casas nobiliarias españolas. Tomar como referencia el primer año tras 1600 no es baladí, sino ejemplo en lo que se denominan estrategias familiares y matrimoniales, tan abundantes en las dinastías reales y aristocráticas europeas. El autor ha escogido la fecha en que la sexta duquesa, Ana de Mendoza y Enríquez de Cabrera, heredó de su anterior titular, su padre, que tuvo la brillante idea, a entender en el contexto de la época, de casarla previamente con uno de sus tíos carnales paternos. La finalidad, que ya ha entendido el lector, era clara: el deseo de evitar pleitos sucesorios por la titularidad del mayorazgo. Los guionistas de la exitosa serie Dowton Abbey no han inventado un problema nuevo para el pragmático conde de Grantham…

Se inició así una etapa de casi doscientos cincuenta años de la historia de la casa del Infantado. Dos siglos y medio poco conocidos cuyo pórtico de entrada es el reinado de Felipe III, cuando su posición estaba plenamente consolidada entre los grandes de la nobleza castellana. Carrasco procede con agilidad a presentar los esfuerzos de los duques VI a XIII por conservar y, en la medida de lo posible, aumentar, los logros de los precedentes titulares. No ha podido ser fácil, porque a pesar de atender un hilo conductor principal, un eje vertebrador para el discurso histórico, era imposible dejar de lado otros caracteres que significan una merecida fama, como su mecenazgo artístico. Y esa densa temática principal es el desarrollo de sus señoríos, jurisdicciones y administraciones hacendísticas, un complejo entrado de gestión de recursos, de estructuras de poder señorial en la que esta casa ducal mostró una incesante capacidad de evolución y adaptación a los cambios y formidables rendimientos. Si Carrasco permite una interpretación libre de su investigación, quizá pueda afirmarse que, cuando en 1841 se ratificó definitivamente la ley de 1820 que suprimió los mayorazgos, los Infantado habían sido sin duda uno de los grupos nobiliarios que mejor habían explorado las posibilidades económicas, legales, teóricas… y prácticas de la institución medieval y, siempre dentro de las coordenadas de su época, alargaron sus beneficios para el estamento al que pertenecían.

“El poder de la sangre” es también un libro sobre equilibrios familiares, en todos los aspectos. Equilibrios de los Mendoza en sus relaciones con la Corona, pues aunque no estemos en excesivo de acuerdo con la visión de Carrasco cuando afirma que los Infantado se retiraron con frecuencia a sus señoríos cuando no entendieron en exceso la política de la monarquía, debemos admitir que son numerosos los episodios de desencuentro con monarcas, si bien la fidelidad a la institución como tal es nota común del linaje. Más equilibrios y bien notorios en el mecenazgo, especialmente llamativo en las fundaciones religiosas y sus correspondientes dotaciones artísticas, así como en la promoción directa de maestros y el encargo de piezas que hoy pueden contemplarse en colecciones públicas y privadas. Adolfo Carrasco nos ofrece una obra magnífica sobre unos duques que hicieron época en todos los sentidos.

Andrés Merino Thomas

 

 

“El poder de la sangre.  Los duques del Infantado, 1601-1841”
Adolfo Carrasco Martínez
Madrid, Ed. Actas, 531 pág.
ISBN: 978–84–9739–109–2