El maestro del hiperrealismo de cerca

Considerado como el gran representante del realismo y la figuración española contemporánea, Antonio López es, sin duda, el artista español vivo más cotizado y reconocido, tanto fuera como dentro de España. Y sin embargo, a sus 75 años, el genio sigue siendo el hombre humilde, sencillo y cercano que ha sido siempre.

Dieciocho años después de su última retrospectiva en nuestro país, el Museo Thyssen se ha llevado el gato al agua y ha logrado convencer al maestro para organizar una de las muestras más esperadas de las últimas décadas. Y con motivo de la inauguración de esta exposición antológica, Antonio López, poco amigo de las cámaras, se acerca al público, a la crítica y también a los medios de comunicación para mostrar su extraordinaria y fascinante personalidad.

Asegura que de vez en cuando “hay que dar la cara”, a pesar de que a su edad lo único que le interesa es trabajar. Y es que, Antonio López continúa con su prolífica carrera y sigue produciendo cuadros geniales año tras año. Su obra es de elaboración lenta y meditada. El artista rehace, retoca y corrige constantemente sus piezas, buscando captar la esencia del objeto o paisaje representado. A veces, incluso no las termina nunca.

Premio Príncipe de Asturias de las Artes
Antonio López García nació en Tomelloso (Ciudad Real) en 1936. En 1949 se trasladó a Madrid para preparar su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que es miembro de número desde 1993. Allí coincidió con artistas como Lucio Muñoz o Enrique Gran, con los que formó la conocida como Escuela de Madrid. En 1985 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y en 2006, el Premio Velázquez de las Artes Plásticas.

De su obra, que incluye pintura, escultura y dibujo, seguramente su pieza más conocida sea la famosa vista de la Gran Vía que pintó entre los años 1974 y 1981, y que ha completado con una serie de retratos de la calle madrileña elaborados en los últimos años y aún sin concluir. Estas piezas, elaboradas al aire libre, obligan a trabajar a Antonio López durante cierta hora, cierto tiempo al día y durante una época del año concreta.

“Trabajar al natural da muchos problemas”, admite el propio artista, “pero te da una serie de sensaciones que sería imposible captar de otra manera”. “Te nutre de todos los elementos necesarios”, asegura. Sobre la Gran Vía, Antonio López cuenta que incluso la contaminación de la calle “está incorporada en la pintura”. El pintor explica que la suciedad del ambiente oscurecía tanto los pigmentos en la paleta, que tenía que cambiarlos constantemente.

Exponer en el Prado
Preguntado sobre la posibilidad de exponer en el Museo del Prado, el artista afirma tajante que “ningún pintor que esté vivo debe exponer en el Prado”. “El Prado que haga lo que quiera, pero es lo que pienso”, dice. Y añade que su próxima exposición será en su galería, la Malborough.

En cuanto al esperado, y nunca terminado, retrato de la Familia Real, Antonio López asegura que pronto volverá a trabajar en él. “Se trata de una puerta que he abierto para iniciarme en la figura humana otra vez”, explica. Además, afirma que “nadie puede saber cuánto bien me ha hecho ese cuadro”, reconoce, y añade que “a pesar de trabajar con fotografías he sentido muy cerca a los Reyes”.

Pero Antonio López no es solo pintor, también es un gran escultor y un apasionado de la escultura. “Para mí no hay nada tan fascinante como una escultura”, admite. “Si pintas la figura humana, tienes que elegir un solo punto de vista, y eso es algo que me inquieta mucho, porque todos los puntos de vista de esa figura me parecen igualmente atrayentes, y eso te lo da la escultura”, explica. “Una buena escultura egipcia o griega es lo más hermoso, lo más enigmático que el hombre ha podido hacer”.

“La capacidad de adaptación de la pintura y la escultura es infinita”, concluye el maestro.

Irene G. Vara

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