Una gran retrospectiva de Antonio López como la organizada en el Thyssen-Bornemisza tenía que reunir algunos de sus paisajes madrileños. Hablamos de esas grandes síntesis corales – como los define Javier Viar- cuya primera nota común es el punto de vista escogido por el pintor, que quiere acercarse desde arriba al espectacular panorama visual que ofrece la capital. López dividió siempre estos cuadros en dos partes bien diferentes. Dos universos, ciudad y cielo, espacio urbano y universo aéreo. Dos macrocosmos a los que extraer todo tipo de emblemas estéticos a partir de esa radical vocación de realismo en el tiempo, de sentimientos y experiencia, de luz que se entrecruza. Quizá uno de las piezas más significativas de esta serie sea “El Campo del Moro, 1990-1994”, un óleo sobre lienzo adherido a tabla, hoy en la colección privada el empresario audiovisual Jaume Roures.
Aunque nos hallamos ante una composición serena, armónica, extraordinariamente trazada a partir de eje que definen las fuentes de los Tritones y de las Cochas, trasladadas a los Reales Jardines a mediados del siglo XIX, no podemos dejar de atender a los cuatro años que el pintor tardó en concluir su obra. López pretendía captar una luz en momento preciso, por lo que la discontinuidad de su trabajo alargó los tiempos, uno de los rasgos más incomprendidos de su creación. Las pinceladas se dieron a horas determinadas, en semanas concretas, pues el sol determinaba el paisaje. López fue –es– lento, reflexivo. Hace, rehace. Toca, retoca. Busca esencias ciertas, sentimientos que no huyan. Quien se acerque a la composición, comprobará que en su parte derecha, las copas de los árboles bajola Estacióndel Norte no han nacido de las mismas pinceladas que bautizanla Casa de Campo. Para pintar así hace falta renunciar a luchar contra el tiempo, porque el arte es la de las pocas guerras donde las batallas no se ganan antes de librarse. Quizá el pintor de Tomelloso sólo lleva décadas guerreando con… la realidad, a la que ha vencido. Sus lienzos secuestran materias y formas. No puede perder un minuto con épocas, corrientes artísticas, maestros, escuelas, porque tiene que atender el misterio de algo tan cotidiano como diseccionar el alma, el paisaje de un Madrid infinito que se abre en el gran parque regio que es historia y es presente. El pasado que atrapa el pincel nos traslada a la lograda remodelación de los jardines que se extienden en la ladera sobre la que se alza el palacio. Si la columna vertebral y las arterias conservan algún parterre francés, el resto respira a la inglesa, como ordenó la Reina Regente María Cristina. Antonio López ha sumado un hoy con edificios a ambos lados, que antes de romper horizontes han de adaptarse al virtuosismo de un pulso magistral y palpitante.
Esa línea del cielo que divide el paisaje es tan real como la que nos hace pasar de la contemplación a la admiración. Pero en incómodos plazos. Porque el detalle nos hace trabajar, pensar, imaginar. Y cansa. La realidad cansa. Antonio López ha expulsado del oeste del Madrid toda apariencia, y aliado con la luz de las estaciones, los días, las horas, proclama a los cuatro vientos el triunfo de lo visible y lo inmediato. Capturó presente, pasado y futuro unificando tiempos verbales y no verbales a través de pinceladas de instantes certeros, en verde y azul. Con firme delicadeza, con rotunda armonía. Con la segura inquietud de quien sabe a dónde quiere llegar cuando pinta algo que ya lleva dentro.
Andrés Merino Thomas
A mano alzada /// “El Campo del Moro, 1990-1994” fue pintado en el taller que Patrimonio Nacional puso a disposición de su autor en el interior del Palacio Real de Madrid. El espacio con el que el maestro ha contado durante años está situado en la denominada “Portería de Damas”, la planta inmediatamente superior a la de los Salones Oficiales. La vista del lienzo es la que corresponde a la ventana central de la fachada oeste del Palacio, situada exactamente sobre el Comedor de Gala. Allí se ha pintado también, durante más de tres lustros, el “Retrato de la Familia Real” que Patrimonio Nacional encargó en su día al maestro de Tomelloso y a fecha de hoy continúa sin ser entregado.
“El Campo del Moro, 1990-1994”
Antonio López García (1936-)
Óleo sobre lienzo adherido a tabla (190 x245 cm)
Colección Jaume Roures
Exposición: “Antonio López”
Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza
Patrocina: Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado
Sede: Museo Thyssen-Bornemisza
Comisaria técnica: Paula Luengo
Madrid, 28 de junio a 25 de septiembre de 2011
www.museothyssen.org
Buen análisis de la obra de Antonio López, nos permite entrar y disfrutar más de la obra de este gran artista.
Saludos.
Gonzalo Cuesta.
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