CaixaForum Madrid
Del 19 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012
«Cuando pinto un cuadro, no escribo un pensamiento». Eugène Delacroix cuestionó la necesidad del tema en la pintura. Según él, lo que provocaba emoción en un lienzo eran sus valores plásticos —materia, luz, color—, más allá de las escenas que se representan. Dar a conocer esta nueva imagen de Delacroix, alejada de su asociación con las grandes composiciones de tema histórico, como un revolucionario enfrentado a las rígidas convenciones del arte neoclásico, es uno de los objetivos de Delacroix (1798-1863).
La exposición organizada por la Obra Social ”la Caixa” y el Museo del Louvre es la más completa realizada jamás sobre la trayectoria del pintor francés en España. Reúne más de 130 obras procedentes de colecciones públicas y privadas de Europa y América. (+)
Delacroix hizo diversas escalas en España: Algeciras, Cádiz y Sevilla. «Todo Goya palpitaba a mi alrededor», escribió a su amigo Pierret, manifestando su precoz interés por el arte de la península Ibérica. De hecho, Delacroix fue uno de los primeros en Francia en conocer los Caprichos de Goya.
Delacroix y el modelo
En la época de Delacroix, el desnudo constituía la piedra angular del aprendizaje artístico. El ciclo de María de Médicis de Rubens, en el Louvre, proporcionó al joven pintor un modelo a seguir. En esta sala se exponen varios estudios que ponen de relieve la originalidad de Delacroix al anteponer la fascinación por la luz y el color de la carne femenina a la precisión anatómica.
Las tres versiones del retrato de Aspasia suponen una extraordinaria investigación sobre el color. El reto es reproducir la luz y la textura de terciopelo de la piel de la mulata. Para conseguirlo, Delacroix marca con un marrón más oscuro ciertas partes del cuerpo, como las axilas o el dorso de la mano, desatendidas en el desnudo académico. Además, se recrea en el contraste entre el marrón de la piel y el rojo intenso de los labios.
Si comparamos los tres retratos, podremos comprobar que el rostro y el cuerpo interactúan con el fondo coloreado, que pasa de rojo en la versión más antigua, a verde en la más moderna.
Las ilustraciones de Fausto
La literatura representó para Delacroix una poderosa fuente de inspiración. Una de sus principales obras como litógrafo fueron diecisiete planchas para el Fausto de Goethe (1828), que proponen una lectura muy personal de esta obra.
Delacroix se aleja del texto original, deja de lado los amores entre Fausto y Margarita, y se centra en la relación entre Fausto y Mefistófeles, su doble maléfico. A lo largo de la serie, la imagen de Fausto se identifica cada vez más con su diabólico mentor, hasta el punto de llegar a confundirse con él en la escena de la seducción de Margarita.
Goethe vio las litografías de Delacroix y valoró su novedosa interpretación: «Delacroix es un artista de un talento raro que ha encontrado en Fausto el alimento preciso que necesita. […] Y, si debo confesar que, en estas escenas, Delacroix ha superado mi propia visión, con más razón los lectores lo encontrarán más vívido y mejor de lo que se figuraban», declaró a su amigo Eckermann en las célebres Conversations.
El retrato y la influencia británica
Entre los años 1820 y 1830, la obra de Delacroix denota una fuerte influencia de la pintura inglesa, sobre todo a partir del viaje que realizó a Londres en 1825 y después de haber conocido al pintor Sir Thomas Lawrence.
Delacroix interpreta el retrato británico de acuerdo con su propia personalidad pictórica. La obra más relevante de esteperiodo es el retrato del barón Schwiter (1826). Como en muchos retratos ingleses de la época, la pintura aspira a captar el carácter del barón, que aparece de pie, en un parque. Pero en vez de reproducir una actitud falsamente distendida, Delacroix privilegia los aspectos formales y, mediante la indumentaria, realza su sentido aristocrático.
El gusto romántico por el disfraz se manifiesta especialmente en el retrato del barítono Barroilhet vestido de turco o en el autorretrato del artista como Edgar Ravenswood, el protagonista de la novela de Walter Scott La novia de Lammermoor (1819). Sabemos, por testimonios de la época, que Delacroix asistía a los bailes de disfraces ataviado como Dante.
La inspiración literaria
La imaginación de Delacroix necesita estímulos. «Lo que hace falta para encontrar un tema, sería abrir un libro capaz de inspirar y dejarse llevar por la disposición del momento», escribió en su Diario. En la década de 1820 a 1830, estos estímulos le llegan a través de la literatura. Pero no basta con ilustrar una narración: el artista transcribe las emociones que le provoca la lectura. Más adelante, la sola visión de los colores de la paleta será suficiente.
Delacroix irrumpe en los Salones de dicha década con audacias estilísticas que revolucionan la pintura de historia. Al mismo tiempo que exalta la materia de la pintura, renueva sus temas a partir de lecturas de literatura antigua y moderna: junto con Dante, Cervantes o Milton, las novelas de moda de Chateaubriand o de Walter Scott.
Lord Byron se convierte en una figura tutelar para el artista, que le sugiere temas exóticos, como Sardanápalo o el combate de Giaur y Hassán, y le proporciona una visión de la historia contemporánea. Siguiendo a Lord Byron, toma partido a favor de la independencia de Grecia en su lucha contra el imperio otomano. Dos de sus obras maestras —La masacre de Quíos (1824) y Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi (1826)— son alegorías inspiradas por la actualidad bélica.
El drama de Grecia
«¿Quién se pondrá al frente de tus hijos dispersos? ¿Quién te liberará de una esclavitud a la que estás demasiado habituada?», escribió Lord Byron en su poema narrativo Las peregrinaciones de Childe Harold (1812-1818), tras su primer viaje a Grecia en 1810. Las ideas de Byron calaron hondo en Delacroix, que dedicó varias obras a la guerra de independencia griega. En esta sala se pueden contemplar una acuarela y un estudio de La masacre de Quíos (1824), que evoca la matanza de 20.000 griegos y el sufrimiento de las mujeres y niños supervivientes.
En 1826 Delacroix pintó Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi. La obra estaba destinada a una gran exposición en beneficio de los revolucionarios griegos, y representa la heroica resistencia de los habitantes de Missolonghi. Es también un homenaje a Lord Byron, que murió en esa ciudad en 1824.
El dolor de Grecia está representado por la figura de una mujer desesperada que acepta su sacrificio. La imagen femenina recuerda las Pietà del Renacimiento, mientras que la mano que sale de entre los escombros hace pensar en La balsa de la medusa de Géricault.
Recuerdos del viaje a Marruecos
En 1832 Delacroix participó en una misión diplomática francesa en el norte de África, acompañando al conde de Mornay en su visita a Abderramán, sultán de Marruecos. En el transcurso de ese viaje realizó varias escalas en ciudades españolas: Cadis, Sevilla y Algeciras. En su cuaderno de viaje, Delacroix tomó una gran cantidad de notas del natural, lo que le permitió perfeccionar la técnica de la acuarela. Este periplo norteafricano proporcionó al artista un inagotable repertorio de temas y motivos, en los que trabajó hasta el final de su vida. Algunas obras de pequeño formato, como Una calle en Mequinés, respiran frescor e inmediatez.
A partir de 1832, la inspiración de la obra de Delacroix se renueva por la elección de los temas y el tratamiento del color, que se convierte en el protagonista principal de su pintura. Entre 1834 y 1841 expuso en los Salones cuatro obras muy importantes, que se reúnen en esta sala: Mujeres de Argel en sus habitaciones, El caíd, jefe marroquí, Los derviches de Tánger y Boda judía en Marruecos.
La gran decoración
A mediados de la década de 1830, la actividad de Delacroix se multiplica con la realización de grandes decoraciones para edificios públicos, por encargo del Estado: el Salón de Rey y la biblioteca del Palacio Bourbon (actual sede de la Asamblea Nacional francesa) y la biblioteca de la Cámara de los Pares.
En 1849 realizó el techo principal de la galería de Apolo en el Louvre, de cuya obra presentamos un boceto. Se trataba de completar el trabajo empezado casi dos siglos antes por Charles LeBrun, pintor de Luis XIV. Es el apogeo de su carrera como pintor decorador.
Medea y San Sebastián
A finales de la década de 1830, Delacroix vuelve al clasicismo y pinta grandes óleos de tema mitológico y religioso. Realiza varias versiones de Medea, donde la esposa de Jasón aparece con gesto salvaje, puñal en mano, poco antes de asesinar a sus hijos, y de San Sebastián, donde el santo aparece exánime, mientras santa Irene le retira las flechas del martirio. Ambas obras revelan la influencia de los maestros Andrea del Sarto, Rubens y Van Dyck.
Desde principios de la década de 1840, Delacroix aborda todos los temas, desde la historia antigua hasta la actualidad contemporánea, el retrato y la pintura decorativa y religiosa, y renueva de manera constante sus fuentes de inspiración.
La soledad de Cristo
El sentimiento religioso no es muy relevante en la obra de Delacroix, y la crítica de su tiempo se lo reprochaba. Sin embargo, la figura de Cristo ocupa un lugar muy destacado en su producción.
Delacroix veía en la imagen de Jesús crucificado al individuo enfrentado al destino y la muerte. Sus Crucifixiones se centran en la soledad de Cristo. El pintor interpreta la Pasión como un drama humano lleno de dudas, sufrimiento y resignación.
En las distintas versiones del Cristo atado a la columna, Delacroix elimina los elementos narrativos y expresionistas, e invita al espectador a meditar sobre el dolor del Hombre. En las Pietà, el pintor pone en escena el sufrimiento de la madre que, con el gesto de abrir los brazos, repite el suplicio del Hijo.
Series y variaciones
En 1847 Delacroix retoma su diario, interrumpido en 1824. Mientras trabaja en varios proyectos de pintura decorativa, reflexiona sobre su obra y recupera temas literarios que había tratado veinte años atrás.
Ahora se muestra crítico con Byron, aunque este le inspira El naufragio de Don Juan o La novia de Abidos. Realiza una serie sobre El rapto de Rebeca, inspirada en el Ivanhoe de Walter Scott, así como diversas variaciones en dibujo, pintura y grabado a partir de un tema shakesperiano: Hamlet y Horacio en el cementerio.
El tema del rapto aparece también en Los piratas, mientras que la heroína furiosa y violenta da pie a las dos versiones de La novia de Abidos y a Desdémona maldita por su padre. Temas y motivos encuentran eco de una obra a otra, lo que proporciona unidad a la prolífica producción de este periodo.
La caza de los leones: el poder del boceto
La Exposición Universal de París de 1855 encumbró a Delacroix, que presentó en sus salas una retrospectiva de treinta y cinco obras. Sobresalía especialmente un cuadro de enormes proporciones, La caza de los leones, en el que retomaba sus investigaciones sobre la pintura de animales. El lienzo se inspira en Rubens: Delacroix quería presentarse a los ojos del mundo como el sucesor del pintor flamenco.
En esta sala presentamos un extraordinario estudio preliminar de La caza de los leones, uno de los mejores realizados por el artista. A los cincuenta y siete años, Delacroix se interesaba por lo inacabado y su capacidad de conservar en el lienzo el frescor del boceto. En esta obra maestra, las líneas arremolinadas y el poderoso color transmiten la violencia del combate entre el hombre y la bestia. Anticipándose a la modernidad pictórica, Delacroix antepone la fuerza de la expresión a la perfección formal.
El paisaje, entre la materia y el espíritu
La tentación de la pintura pura está siempre presente en la obra de Delacroix. ¿Cómo un arte tan material puede llegar al alma del espectador y transmitirle tan profundas emociones? En sus escritos, el artista habla del «acuerdo mágico» que permite a la pintura apoderarse de quien la contempla.
A partir de 1850, paisajes y estudios atmosféricos cobran una importancia creciente, como si el pintor sintiera la necesidad de comprender y explicar este fenómeno. Delacroix pasa temporadas en Dieppe, Normandía. El contacto con el paisaje marítimo le permite experimentar nuevas sensaciones y plasmarlas en el lienzo a través de sombras coloreadas y reflejos que anticipan la búsqueda luminosa de los impresionistas.
En sus composiciones de tema histórico, los personajes se funden de manera natural con el paisaje, como, por ejemplo, en el cuadro Ovidio entre los escitas, que se expuso en el Salón de 1859. El poeta exiliado se refugia en un lugar apartado, entre hombres salvajes. La grandiosidad del paisaje y la lejanía de las figuras nos sitúan entre dos mundos; como el propio Delacroix, que se acerca al final de su vida. «Es lo acabado en lo infinito. ¡Es un sueño!», escribió Baudelaire, lleno de entusiasmo ante este lienzo.
Datos de interés:
Eugène Delacroix
Del 19 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012
CaixaForum Madrid
Paseo del Prado, 36
28014 Madrid
Horario
De lunes a domingo, de 10 a 20 h
Servicio de Información de la Obra Social ”la Caixa”
De lunes a domingo, de 9 a 20 h
Tel. 902 22 30 40
La exposición «Delacroix» (1798-1863) reúne más de 130 obras
Comisariada por el conservador jefe del Departamento de Pintura del Museo del Louvre, Sébastien Allard
CaixaForum Madrid (Paseo del Prado, 36) del 19 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012.
CaixaForum Barcelona a partir del próximo mes de febrero de 2012.
Revista de arte
La exposición de Eugéne Delacroix va a ser por lo que he visto en el video relacionado con la misma algo fantastico desde el punto de vista artistico. Dentro de unas semanas ire a verla in situ y haré como las veces anteriores, una primera visita muy detallada y otro día la visita guiada que suelen ser estupendas pero un poco cortas y en sentido muy general; estoy segura que disfrutaré de la gran maestria del genial pintor francés que según mi opinión no está lo suficientemente valorado.
Desde luego todas las exposiciones llevadas a cabo por la Fundación Caixa Forun y a las que estoy acudiendo gracias a las informaciones de vuestra revista son una verdadera maravilla.
Muchas gracias a ellos y a vosotros por poder verlo y seguir maravillando con ellas.
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