Cuando en junio de 1817, justo dos meses después de su muerte, tuvo lugar la testamentaría del Infante Don Antonio Pascual de Borbón, un capítulo no menor de la catalogación de sus bienes fue el dedicado a los relojes. Nunca reunió una colección comparable a la de Carlos IV, su hermano mayor, sin duda el monarca que mayor número de piezas del género atesoró en la historia de la Monarquíade nuestro país. Pero una de las que le pertenecieron ha merecido formar parte de “La medida del tiempo. Relojes de Reyes en la Corte española del Siglo XVIII”, exposición organizada por Patrimonio Nacional en el Palacio Real de Madrid. Quien la recorra podrá contemplar más de 50 ejemplares de una de las primeras y más significativas colecciones de relojes europeas, formada en gran parte durante la decoración de residencias palatinas construidas en vida de los primeros Borbones.
El reloj que hemos escogido para ilustrar una muestra verdaderamente sonora del mecenazgo del buen gusto es denominado en el inventario de forma descriptiva. “El Tiempo nuevo conduciendo al Tiempo viejo”. Opone los rasgos físicos de sus protagonistas, que viajan en proa y popa de una embarcación en cuyo centro destaca la blanca esfera que contiene la maquinaria del reloj y su sonería. Un anciano, el pasado, porta en su mano derecha otro reloj, éste de arena, sobre la que la ley de la gravedad ya ha dictado sentencia. Con el pulgar e índice de su mano izquierda parece rozar, que no sujetar, un mástil en el que la vela se ha tornado cuchilla curva de guadaña, símbolo de la cercanía de la muerte, de un tiempo que se acaba. En contraste, el personaje luce las alas desplegadas de la madurez de una experiencia fecunda, e inclina su cabeza acaso aceptando el devenir. Mientras, el otro protagonista rema acaso guiando ya la nave. Amelia Aranda, en el catálogo de la exposición, nos informa de la identificación que en el inventario decimonónico se hizo del personaje, “un cupido con la pala en la mano para desbiar (sic) el barco”, al que lógicamente acompañan el arco y un carcaj en el suelo. Si es un cupido, el anciano será.. ¿Cronos? El dios del tiempo, de un tiempo pretérito. Y ¿quién sería ese tiempo ya consumido en la Monarquía de España, en un reloj con representaciones metafóricas, fechado entre 1800 y 1815? Con mucha lógica podría representar el paso del reinado de Carlos IV a Fernando VII.
Nuestra teoría parecerá arriesgada, pero no es descartable en absoluto. Cierto es que el Infante Don Antonio Pascual no solo fue partidario del Príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, durante los conflictos dinásticos de 1808, sino le acompañó en el exilio de Valençay (Francia). Sin llegar a alcanzar la inteligencia y fino gusto de otro de los hijos de Carlos III, el Infante Don Gabriel, el propietario de este reloj pudo apreciar otras metáforas que en él se contenían: las dos cabezas de cisnes que adornan su proa y popa y las fauces de cocodrilo entreabiertas sobre las que se apoya su quilla, quizá oscuro recuerdo de Cronos, del mito de la barca de Caronte. O esa peana pintada en dorado, pero en realidad de madera de caoba, con sus esquinas en chaflán y con las siempre presentes veneras, las de las condecoraciones y órdenes que Godoy y los suyos se colgaban de las casacas por doquier. Pero el tiempo había cubierto sus etapas inexorablemente. También en el Olimpo de los bronces aparentes y oros brillantes del poder. En las Casas del Rey el arte podía responder a una mitología regia, pero escasamente real. Y la realidad se impuso cuando, hacia 1808, ya no dio tiempo a hacer frente a una incontrolable crisis interna de la monarquía borbónica que en la Corte de Madrid se vivió no como término de un reinado, sino como fin de ciclo. Lo peor fue que a todo ello se sumó la fatal amenaza exterior de un imperio napoleónico en expansión, a una economía en recesión… Dos siglos después, un reloj en el Palacio Real nos da lecciones de historia ¿del Arte?
Andrés Merino Thomas
A mano alzada /// El incómodo montaje escogido para la exposición dificulta la libre observación de la práctica totalidad de los laterales de las piezas, cuando la seguridad podía haberse garantizado sin altos paneles, como en otras ocasiones se ha demostrado en las mismas salas. La presencia de relojes únicos, que no pueden contemplarse en los recorridos habituales por los palacios reales españoles, compensa simbólicamente el inconveniente. Especial importancia tiene la presencia de un reloj de bolsillo de 1660 con retratos en miniatura de la familia de Felipe IV, propiedad privada de S.M. el Rey Don Juan Carlos, cuya conservación se lleva a cabo por el personal de Patrimonio Nacional.
“El Tiempo nuevo conduciendo al Tiempo viejo” (h. 1800-1815)
Anónimo
Reloj de sobremesa. Bronce, oro, porcelana y metal (54 x 53 x13 cm)
Patrimonio Nacional. Palacio Real de El Pardo. Madrid
Exposición: “La Medida del Tiempo. Relojes de Reyes en la Corte española del siglo XVIII”
Organiza: Patrimonio Nacional
Sede: Palacio Real de Madrid. Salas de Exposiciones
Comisario: Amelia Aranda Huete, Conservadora de Relojes de Patrimonio Nacional
Madrid, 25 de octubre de 2011 a 15 de enero de 2012