La obra que se puede ver en el Museo del Prado se exhibe temporalmente en la sala D del edificio Jerónimos, hasta el 25 de marzo. Elisa Mora, restauradora del Museo, comenta en este vídeo del Prado el proceso de restauración de “El vino de la fiesta de San Martín” de Pieter Bruegel, proceso que facilitó su identificación y autoría.
Tras las primeras intervenciones que descubrieron la firma del pintor, fragmentaria y desgastada, así como los restos de la fecha en números romanos, “MDL […]“, Elisa Mora, responsable de esta restauración, continuó con el procedimiento para recuperar la textura original de la tela y eliminar los pliegues y abultamientos que se habían producido por los efectos de inadecuadas restauraciones. Se procedió a despegar los bordes añadidos del perímetro, liberar de estucos y repintes a la tela y eliminar los injertos colocados en rotos y agujeros.
Tras esta operación, se retiró el reentelado y la gacha que unía el forrado a la tela original con un sistema de humidificación controlada. Mientras se llevaba a cabo esta lenta y delicada tarea, también se reemplazaron los injertos antiguos por pequeñas piezas de tela muy semejantes a la original y se reforzaron todas las zonas debilitadas localizadas en el reverso. Para concluir el tratamiento del soporte, se adhirieron bordes en todo el perímetro y se colocó la sarga en un telar metálico para corregir las deformaciones. Sobre el bastidor, y antes de clavar la tela sobre él, se montó un “reentelado flotante” que sirve de apoyo y protección sin adherirse a la sarga original.
La reintegración de la capa pictórica se comenzó cubriendo las pérdidas de color de mayor tamaño con la finalidad de recobrar visualmente la composición, ajustando progresivamente su tonalidad, utilizando en éste retoque pigmentos aglutinados con resina. El color en este proceso se ha aplicado con una textura cercana a la que tuvo la obra, consiguiendo recuperar de esta forma el tono y luminosidad originales.
A medida que iba avanzando el proceso de limpieza, la composición, pese a su complejidad, se hacía cada vez más comprensible al ojo del espectador, se descubrían nuevos detalles e iba ganando en claridad tanto su conjunto como los grupos de figuras y recupera el paisaje profundidad y calidad la ejecución. Ahora la técnica de ejecución de Pieter Bruegel el Viejo al aplicar los contornos negros, y sus característicos toques de pincel se aprecia mejor.
Recursos como el dibujo del sombreado mediante trazos paralelos y cruzados para lograr el volumen de las figuras, como se ve en la madre con el hijo del extremo izquierdo de la composición. También se ha recuperado color, sobre todo los tonos rojos, que constituye un elemento de gran importancia compositiva en la obra, junto con los amarillos y los azules, siempre relevantes en las obras de Bruegel.
Pese a que Bruegel el Viejo pudo haber hecho un dibujo previo a la realización de esta composición “a la prima”, y así pintar con la seguridad que le caracteriza, no por ello dejó de introducir variaciones –aunque sean escasas-, que se aprecian al eliminar suciedad y barnices en la superficie pictórica. Sin duda el “arrepentimiento” más significativo que llevó a cabo en la fase de color es el que afecta al personaje que bebe en la zona superior de la cuba, en un principio, ocupaba menos espacio en profundidad, Bruegel había pintado a este personaje con una camisa blanca, después, al hacer más profundo el barril rojo, cubrió con este color el blanco de la camisa, que ahora se transparenta desde el fondo.
Además de éste, se pueden apreciar otros “arrepentimientos” de Bruegel en la fase de aplicación de color, como el desplazamiento del morro del caballo o la pezuña izquierda, que Bruegel varía retrasándola ligeramente.
Concluido el proceso de restauración –difícil y muy laborioso-, los resultados obtenidos han superado las expectativas más optimistas, al haber podido recobrar la textura y los colores originales. Gracias a ello, se ha podido recuperar esta obra maestra en la que Pieter Bruegel el Viejo ha hecho gala de su genialidad al idear y materializar esta composición.
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Imágenes: Elisa Mora, Museo del Prado