José María Lassalle (Santander, 1966), diputado por Cantabria y responsable del programa electoral en materia de Cultura del PP, accede a la Secretaría de Estado de este departamento, antes con categoría de ministerio, en una fecha muy señalada para un liberal que se precie, justo cuando estamos a punto de conmemorar el 200 aniversario de las Cortes de Cádiz y de la promulgación de la primera Constitución democrática y liberal de nuestra historia.
Lassalle llega al puesto de vice-ministro de Cultura, bajo la dirección de José Ignacio Wert, envuelto en un halo de expectación, ya que pocos puestos en el Gobierno tienen tanta exposición pública como la suya y despiertan tantas pasiones encontradas. Hereda un ministerio devaluado a Secretaría de Estado, en aras del ajuste presupuestario, marcado por la impronta de su antecesora, Ángeles González-Sinde, que puso la prioridad de su gestión en las subvenciones al mundo del cine y que, además, dio nombre a una de las iniciativas legislativas más polémicas del gobierno Zapatero, la que trataba de regular y combatir las descargas ilegales en Internet, que ha pasado a la historia como la ley Sinde.
Pero esta cartera es algo más que cine e ilícitos en Internet, de ella depende, a pesar de que muchas de sus áreas de influencia están transferidas a las comunidades autónomas, la conservación del ingente patrimonio histórico; los grandes museos nacionales en donde se exhiben verdaderas joyas de la pintura, la escultura y las artes decorativas; la todopoderosa dirección general del libro, archivos y bibliotecas; los archivos históricos, especialmente el más sensible como es el de Guerra Civil radicado en Salamanca; el teatro y las artes escénicas y, como, no, el cine y ese complejo entramado de apoyos y subvenciones que ha desvirtuado la creación para convertirla en una ventanilla de acólitos agradecidos.
José María Lassalle va a tener que hacer gala de su mejor mano izquierda para templar y mandar en una Secretaría de Estado que se enfrenta, primero, a digerir su propia organización interna en un escalón más bajo en categorías laborales y sueldos y, en segundo lugar, utilizar la regadera de las subvenciones sin que ese método aniquile el talento inherente a cualquier iniciativa en el ámbito de la cultura y la creación artística.
En tercer lugar, debe desarrollar la creación de la industria cultural española en el ámbito exterior, en un complejo encaje de bolillos con el ministerio de Asuntos Exteriores. Cesar Antonio Molina perdió esa batalla frente a Moratinos y González-Sinde se abstuvo de presentar ninguna iniciativa en este sentido, volcada como estaba en otras prioridades. Recuperar la acción cultural en el exterior desde una secretaría de Estado se antoja harto difícil, por mucho que se pretenda, como ya ha apuntado Lasalle, hacerlo a través del buque insignia del Instituto Cervantes.
Me atrevo a vaticinar que la gestión de José María Lasalle no va a pasar inadvertida. Lasalle es un diputado con ideas propias dentro del Partido Popular y un liberal atípico que es visto con cierto recelo por parte del ala “ortodoxa” que encabeza Esperanza Aguirre. En la batalla ideológica y personal desatada a raíz del Congreso de Valencia, Lasalle se decantó por los marianistas en un difícil equilibrio entre socialdemócratas y democratacristianos, amén de los reciclados del ala más dura del aznarismo.
Un liberal en busca de la virtud
En su libro, que hoy se busca para conocer mejor al nuevo Secretario de Estado de Cultura, expone la necesidad de recuperar los principios del liberalismo del siglo XIX para volver a las ideas virtuosas de sus padres fundadores: John Locke, Adam Smith y Edmund Burke. Dice que los liberales tienen por delante la responsabilidad de enfrentarse a sus propios fantasmas y liderar nuevamente la defensa de una política del deber, y no del beneficio. Se declara “tolerante” actitud que adquiere una seña de identidad cultural. Y añade: «que ante la mayor crisis de las últimas décadas urge recuperar la virtud y los valores, una tarea para la que los liberales están mejor capacitados que nadie…”. Todas sus biografías destacan como un ejemplo práctico de convivencia tolerante la de su propio matrimonio con la diputada socialista (PSC) Meritxell Batet, así como sus planteamientos sobre libertades y reconocimiento de derechos individuales más próximos a la izquierda.
Su primer reto, redactar y presentar el Proyecto de ley de Mecenazgo Cultural anunciado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, tras el primer consejo de ministros del nuevo Gobierno, así como impulsar una política de austeridad sin estrangular muchas iniciativas culturales generadoras de empleo, que pueden verse en peligro si los recortes anunciados se aplican de forma indiscriminada. La polémica Ley Sinde puede esperar…
Jesús F. Briceño
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José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte
José María Lassalle toma de posesión como secretario de Estado de Cultura
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