El lunes 9 de abril, a las 19 horas, en la Fundación Juan March
El concierto que ofrece la pianista Ksenia Dyachenko está compuesto por:
*Álbum infantil Op. 39 de Piotr Ilyitch Tchaikovsky (1840-1893).
*Música para niños Op 65 (selección) de Sergei Prokofiev (1891-1953).
*Álbum de niños (selección) de Georgi Sviridov (1915-1998).
*Treinta piezas para niños Op. 27 (selección) de Dimitri Kabalevsky (1904-1987).
*La muñeca mecánica, de Seis piezas infantiles Op 69 y Danzas para marionetas (selección) de Dimitri Shostakovich (1906-1975).
La infancia como inspiración para la composición musical es la perspectiva de este ciclo que recorre toda la temporada: los niños como tema poético y creativo, como intérpretes a quienes se destina una obra, a veces con fines didácticos, o como oyentes ideales de una música que les divierte o les adormece. Una variedad de repertorios de distintas culturas y épocas, que van desde el canto gregoriano para la Epifanía y los villancicos portugueses barrocos hasta las nanas alemanas, inglesas y españolas, o los cuentos musicales franceses, como es el concierto de este mes.
Las Escenas de niños de Robert Schumann y el Children’s corner de Claude Debussy sirvieron como estímulo para que otros compositores escribieran colecciones similares. Seguramente no es casualidad que en Rusia la práctica totalidad de los compositores relevantes haya abordado piezas de estas características, pues la enseñanza del piano constituye uno de los elementos habituales en la formación general. Hasta tal punto está tan enraizada esta práctica que ha desembocado en una “escuela rusa” de espectaculares resultados técnicos.
El Álbum infantil de Tchaikovsky, dedicado a su sobrino Bob Davïdov de siete años, surgió en 1878 cuando el compositor atravesaba dificultades personales motivadas por el colapso de su matrimonio y por los problemas físicos y psicológicos que esta situación le acarreó. La influencia de Schumann en su Álbum infantil también es explícita en “La oración matinal”, en “Jugando a los caballitos” o en “Mamá”. En cambio, se diferencia del compositor alemán en su decidida intención de hacer esta colección apta para la ejecución por parte de un niño, combinando equilibradamente una melodía sencilla y un ritmo asequible con una posición fácil de las manos. Las primeras ocho piezas recrean típicas escenas infantiles, mientras que las ocho siguientes son canciones populares que imitan o directamente toman cantos de tradiciones folclóricas muy diversas. El grupo final, más heterogéneo, rememora distintos aspectos de la vida en Rusia.
Los otros cuatro compositores del programa afrontaron de modos muy distintos las difíciles circunstancias de los creadores en la Unión Soviética de la postguerra. Prokofiev y Shostakovich sufrieron recriminaciones públicas por alejarse de los dogmas del realismo socialista, Sviridov se mantuvo en una posición marginal, mientras que Kabalevsky tuvo una actitud más colaboracionista con los dictados estéticos impuestos.
La Música para niños de Prokofiev data de 1935 al poco de regresar a Moscú tras años de estancia en Occidente. Estas piezas encarnan la simplicidad que tanto había promulgado el compositor, si bien aderezada con pequeñas disonancias y arritmias propias de un lenguaje más moderno. Algunas de ellas, como la “Tarantella”, demandan ciertas habilidades técnicas, aunque la mayoría son asequibles para un niño. Estos mismos rasgos –simplicidad y toques modernos– están también presentes en las piezas de Shostakovich quien, al igual que Prokofiev, fue un consumado pianista y un docente ocasional. Las Seis piezas infantiles Op. 69, fechadas en 1944-45, fueron compuestas como material de aprendizaje para su hija, mientras que las Danzas para marionetas son arreglos al piano de música originalmente escrita como parte de ballets. Entre los alumnos de Shostakovich, Georgi Sviridov es quizá el que más destacó, aunque su reconocimiento público no llegó hasta la desaparición de Stalin. Su Álbum de niños, de 1949, marcó un nuevo estadio en su lenguaje compositivo caracterizado por una tendencia neorromántica alejada de la vanguardia, tal y como exigía el régimen soviético.
Entre todos los compositores rusos del siglo XX, quizá sea Dimitri Kabalevsky quien de un modo más continuado y comprometido se ocupó de crear música específicamente para los niños. Su producción en este campo, con un lenguaje ligado al cromatismo, a los juegos modales y poco dado a las innovaciones de vanguardia, incluye métodos de piano, varias colecciones de piezas para piano, como las Treinta piezas para niños fechadas en 1938, e intervenciones de coros infantiles en obras de gran envergadura. El principal mérito que cabe atribuirle no es solo la abundante producción de este tipo de obras, sino también el desarrollo de un sistema docente apto para la formación sólida de los niños. En estas iniciativas que abordan los fundamentos didácticos reside, en buen medida, el éxito de la escuela pianística rusa.
Datos de interés:
Concierto
Fundación Juan March (Castelló, 77. Madrid)
Lunes, 9 de abril de 2012
Salón de actos.
19,00 horas.
Entrada libre.
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