La nobleza y la iglesia han sido las grandes impulsoras de la tauromaquia. Salvando algunas etapas prohibidas para estos festejos, considerados perversos y malsanos, los nobles y la iglesia han pagado y fomentado la fiesta taurina. Sólo hay que recordar algunos acontecimientos históricos como el matrimonio de Juan II con María de Aragón festejando este hecho con una gran fiesta taurina en la localidad de Medina del Campo el 20 de octubre de 1418. En 1675 el rey Carlos II celebró su cumpleaños con una corrida en Sevilla y en esta misma ciudad se festejó también con toros la boda de Carlos III con Mª Amalia de Sajonia. Reyes y nobles pagaban estas fiestas donde en muchas ocasiones también participaban activamente (la realeza y nobleza a caballo ya que el toreo a pie era casi siempre de extracción plebeya); así Carlos V mató un toro de una lanzada en la plaza de Valladolid para celebrar el nacimiento de su hijo Felipe II, el cual también celebró con fiestas de toros su matrimonio con Isabel de Valois. En el siglo XVIII desaparece paulatinamente la tauromaquia caballeresca y se populariza el toreo a pie protagonizado por plebeyos, es el principio del toreo moderno, donde se afianza la figura del torero. Serán los varilargueros, piqueros profesionales procedentes del mundo agrario, los encargados de perpetuar el toreo a caballo. Los toros en sus diversas manifestaciones se han convertido a lo largo de los siglos recientes en el acontecimiento popular más representativo de las fiestas de la geografía española.
Los ingleses grandes admiradores
A lo largo del siglo XIX son muchos los extranjeros que dejan constancia en sus cuadernos de viajes de estas fiestas nacionales como Taylor, Davillier o Béguin. Durante ese siglo artistas y escritores peregrinan por tierras españolas y, sobre todo, por Andalucía atraídos por el paisaje, las gentes, las costumbres y el sol. “En el siglo XIX es muy frecuente la presencia de franceses e ingleses en las plazas de toros, señala Manuel Alonso, responsable del Museo Taurino de las Ventas en Madrid, dibujan en sus cuadernos de viajes todo aquello que ven, son los cronistas de su tiempo. Estos dibujos han servido después para realizar óleos”. El inglés William Lake Price realizó una serie de dibujos, grabados y acuarelas sobre tauromaquia que después continuaría Richard Ford. El francés Victor Adam publicó hacia 1830 una serie de dibujos muy interesantes, treinta años después, hacia 1860, se edita también un álbum de seis láminas de Gustave Doré. En 1846 Francisco van Halen publica una serie de escenas taurinas y también en esos mismos años se edita la obra del alemán Wilhelm Gaïl. En torno a los años 1860 la fotografía gana terreno al grabado, editores y libreros orientan sus preferencias hacia esta nueva técnica de reproducción, es entonces cuando los impresores con el fin de atraer clientela abaratan los costes de impresión utilizando la cromolitografía que llena de llamativos colores los dibujos.
El comercio de cuadros pintados a lo largo del siglo XIX fue muy intenso entre España y el extranjero. Algunos pintores trabajaban fundamentalmente para estos clientes extranjeros y, concretamente, para los británicos. Entre los pintores que más se beneficiaron de este comercio destaca el sevillano José Domínguez Bécquer, considerado uno de los iniciadores de la pintura andaluza costumbrista de tipo folclórico dentro de la tradición artística romántica española.
La tauromaquia en el arte alcanza su esplendor en el siglo XIX, especializándose algunos autores en obras por encargo como José Domínguez Bécquer
Es indiscutible el riquísimo intercambio prestado por la tauromaquia a las bellas artes. Retratos, escenas de lidia cuya tensión creada por el toro envuelve al torero y al público. Eugenio Lucas realizó más pinturas sobre el tema que el mismo Goya, con una pincelada vivaz y decisiva. Copió de Goya los tipos, tonos y pinceladas para componer sus obras, esto en alguna ocasión ha causado conflictos a la hora de su catalogación, resueltos por los expertos más prestigiosos. También la paleta de Domínguez Bécquer o la de los artistas románticos Cabral Bejarano, Rodríguez Guzmán, Gutiérrez de la Vega y José María Cortellini se tiñen de color taurino, dramático y festivo. Tras estos pintores llegará al mundo del toro el realismo de Manuel Castellano o el cubismo de Picasso. En este largo recorrido se encuentran firmas como Ramón Casas, Mariano Fortuny, Sorolla, Roberto Domingo, Darío de Regoyos y Gutiérrez Solana que pintan de una manera inteligente y personal al toro, torero, cuadrillas, plazas y tendidos, pueblos y encierros y, entre ellos, las mujeres sensuales de Julio Romero de Torres.
El espíritu moralizante católico rechazó en diversas épocas los festejos taurinos considerándolos perjudiciales para el desarrollo de su doctrina ya que el vínculo con las ceremonias paganas era evidente. La sangre de toro se ha utilizado en algunas ceremonias paganas rociando con ella a los iniciados en el culto a los dioses. Este fue el caso de un templo dedicado a la diosa Munda en el pueblo de Talavera de la Reina (Toledo), en el siglo VII se alzó en su lugar la ermita de Nuestra Señora del Prado, uno de sus muros estuvo durante varios años compartiendo la función con los de la plaza de toros de la localidad. Tal fue la confraternización de la Iglesia Católica con la fiesta taurina que varias plazas compartieron sus muros armónicamente este es el caso, por ejemplo, del Santuario de Nuestra Señora de las Nieves en Almagro, recinto erigido por D. Álvaro de Bazán, o el de Nuestra Señora de las Virtudes en Santa Cruz de Mudela, ambos en Ciudad Real.
Pintores y toreros
Los pintores suelen tener una íntima simpatía hacia el torero que o bien por encargo o por iniciativa propia retratan en numerosas ocasiones. Generalmente el retratista de toreros suele trasmitir mucho más de lo que es simplemente la pintura. Suele pasar muchas horas viendo al maestro, le sigue, conoce su vida y su arte, ponen en las pinturas el espíritu del matador de toros.
El grabado de escenas taurinas adquiere su mejor momento en el siglo XIX cuando Antonio Carnicero realiza la serie Colección de las principales suertes de una corrida de toros que se publicó en 1790. En el arte de reflejar en un grabado la lidia de toros nadie mejor que Goya y Picasso han sabido plasmar y trasmitir la esencia tanto del sentimiento como de la crónica de cada lance. La técnica para la estampación de las láminas más usuales a lo largo del siglo XIX fueron las de aguafuerte, aguatinta y aguada. La Tauromaquia de Goya compuesta por una serie de 33 láminas publicadas en 1816 y otras 11 inéditas son de una sublime maestría técnica, supone lo más logrado que se ha realizado. En el año 2004 se vendió un lote de 27 grabados al aguafuerte en Ansorena por 12.000€ pertenecientes a la cuarta edición realizada para Pérez Agua en la Calcografía Nacional por Ricardo de los Ríos en 1905.
Junto a Goya y Picasso destacan los cuadros taurinos de Jiménez Aranda, Casas, Fortuny, Roberto Domíngo, Regoyos y Barjola
También destaca la obra taurina de los pintores Juan Barjola, Oscar Domínguez o Roberto Domingo y Fallola. Sus obras se encuentran en numerosos museos y colecciones de España y del extranjero. En el Museo Taurino se puede conocer la historia de la tauromaquia a través de objetos personales de los toreros, indumentaria e instrumentos. El museo posee una importante colección de retratos, estas piezas suelen ser donaciones de los propios pintores, familiares o aficionados al mundo taurino que desean que estos objetos se conserven en un museo.
Museo Taurino de la Plaza de las Ventas de Madrid.
La entrada al Museo Taurino de la Comunidad de Madrid se encuentra situado en el patio de caballos de la Plaza de Toros Monumental de Las Ventas, en la calle Alcalá, número 237.
Transporte Público:
Metro: Línea 2 (Estación Ventas)
Autobuses EMT: 12 – 21 – 38 – 53 – 106 – 110 – 146
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