De Silencio y Luz
El estilo de Romero –ahora que nadie quiere hablar de estilo y que las improvisaciones sin recato se repiten en una irresponsable y falsa libertad– resulta un verdadero consuelo ante tanta mediocridad. Así, el lenguaje del gesto y del color, utilizado como puro valor de orden plástico y la arquitectónica espacial que plantea este tipo de abstracción dicen mucho más de cuestiones relativas a la intimidad de la conciencia. Y lo dicen con más hondura y sinceridad que cualquier otro lenguaje gráfico conocido.

De este modo se nos revela otra significativa cualidad de la trayectoria de Alberto Romero: la aspiración de lograr el dominio del simbolismo de la presencia, la estabilidad y la contemplación, mediante el ejercicio de la plena intensidad y fuerza del gesto decidido. El proceso debe constituir el desarrollo de una composición narrativa que expresa algo ya previamente logrado en lo más recóndito de la conciencia. Y no deja de parecernos una lógica evolución hacia una poética de nuevo cuño, coherentemente decantada a partir de los mismos planteamientos lingüísticos explorados hasta la actualidad por el artista, en el límite entre la figuración, la abstracción, la contemplación, la acción y la irrevocable necesidad de expresión que, como un San Francisco de Asís, busca un arte que le sirva para el conocimiento propio y como vía de perfección personal, en el que pueda resolver su duda permanente entre el instinto y la razón, entre la predominancia relativa a la responsabilidad y el orden, o bien la libre espontaneidad sin reglas. Un arte asumido como historia actualizada, en el que en forma de argumento pictórico, pueda ser ofrecido al espectador el resultado de las «conversaciones» sostenidas con otros maestros.

«El artista no puede prescindir de la sensación constante de la arbitrariedad y del caos que se oponen a lo que nace de sus manos que, poco a poco, se presenta como necesario y ordenado». (P. VALÉRY).

El Orden en el des-orden, la superación del des-orden creador mediante otro Orden de grado superior, los problemas que suscita en todo creador la búsqueda de una armonía de la verdad, no sólo sin negación de la vida, sino arriesgando la propia existencia y la vitalidad expresiva en ello, constituyen las constantes pre-ocupacionesde nuestro artista. La tensión entre la profundidad y el plano pictórico, en donde las evocaciones de significación que podrían sugerir el espacio de la profundidad, quedan neutralizadas por la misma ambigüedad deliberada de los signos gráficos que, simultáneamente, devuelven preceptivamente la presencia del plano del cuadro, subrayando una voluntad de abstracción que persigue mostrar una plástica pura y desimplicada de otra realidad Y, sin embargo… como en un pre-sentimiento, la tensión de la figuración se mantiene de modo decidido en la obra. Alberto Romero explora transformando la pintura en dibujo y así mismo el dibujo en pintura, desarrollando un ejercicio de la duda metódica a manera de espacio cartesiano que busca su renovación con un lenguaje actual. Sugerencia de sueños, de un duerme-vela latente en el que los mensajes del inconsciente se mantienen sobreelevados en una posición intermedia atrapando definitivamente el lenguaje capaz de comunicar un nuevo mensaje original plenamente instalado en el plano de la conciencia despierta. Disfrute para la inteligencia y la sensibilidad del espectador, que siempre, en definitiva, es lo realmente esencial en arte.

Joaquín Planell
Profesor de la Cátedra de Formas
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid

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Del 6 de junio al 6 de julio de 2012
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