«Los niños» de José Cobo juegan en silencio en la galería Arnés y Ropke

“Tiempo de Juego”

La galería Arnés y Ropke ha abierto sus puertas a las esculturas en blanco y negro de José Cobo.

La exposición se puede visitar hasta el 31 de julio.

Niños que juegan en silencio, ensimismados.

Una atmósfera insólita creada por las figuras de tamaño natural que gatean por las paredes y por el suelo ajenas a las miradas preplejas de los visitantes. Permanecen impasibles, abstraídos en su extraño mundo. Cada una de las figuras producen una sensación tierna en contraposición con la inquietud que trasmite el conjunto de niños inmóviles y mudos.

“Como en sus obras anteriores en éstas José Cobo no busca mostrar una visión crítica del mundo sino una presentación de algunas cuestiones desde otro ángulo distinto que contribuye a enriquecer inesperadamente nuestra perspectiva sobre el hecho humano. Al recordar las tres décadas de su trayectoria se da uno cuenta de la continuidad de su creación, que ha evolucionado de un modo armónico e integrado nuevos conocimientos y vivencias que sus distintas experiencias vitales le han aportado. …….Por otra parte, al cumplir los cincuenta años, vuelve de otro modo sobre las obsesiones de la infancia y acierta a interpretar, en un giro de su obra, una nueva perspectiva de comprensión de la niñez. Ella le da al artista  la posibilidad de una renovación cargada de profundo sentido”. Javier Barón (Jefe del Departamento de Pintura del Siglo XIX del Museo del Prado.)

José Cobo Calderón ,1958. Estudió en The School of the Art Institute of Chicago, donde se graduó en 1985 con el título de Master de Escultura. Posteriormente, en 1995 y en la misma Universidad, obtuvo el Certificado en Historia del Arte y Crítica. Cursó estudios de pintura al fresco y talla de piedra en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Desde 1994 y hasta 1997 impartió clases en el Chicago Art Institute.

José Cobo «Unas notas sobre Arte»
Las esculturas mas recientes representan a menudo a niños cuando comienzan a experimentar su entorno. Lo primero que vemos es el cráneo más que la cara. Allí es a donde se dirige el primer golpe de vista y la primera imagen que formamos del niño. La cara, sin estar oculta hay que buscarla y no es de fácil acceso. Cuando nos acercamos a la escultura, debido a su tamaño es abarcable de una sola mirada y nuestro punto de vista seria el equivalente al de un objetivo exterior que controla la imagen y por tanto puede abarcar toda la acción. Como he mencionado anteriormente no vemos inmediatamente la cara del niño y por tanto ni nos confronta ni trata de seducirnos con su ternura infantil.

En varios de los grupos de esculturas de niños que he realizado, ellos interaccionan entre si y sin embargo desde nuestro punto de vista parecen parte de un ambiente en observación, que se trata de dirigir desde afuera, manipular o estudiar con el fin de optimizar las interacciones entre ellos y nuestro control. Esta sensación de objetivo abarcable es fácil de percibir cuando se mira desde arriba a una escultura pequeña y sin embargo en nuestra escala, posicionada en el suelo. Esta sensación es trasladable a una composición en una pared observada desde cierta distancia. Al aproximarse a las esculturas y verlas aun desde lejos, debido a nuestro punto de vista en relación al niño, como desde arriba, a menudo la pared con la instalación seria intercambiable con el suelo, como si este se desplazara plegándose hacia arriba, siempre opuesto a nuestra mirada oscilando entre vertical y horizontal. Las figuras son pequeñas por tratarse de niños, aunque estén a una escala real, reconocible como nuestra y por lo tanto difuminando los límites entre lo real y su representación, compartiendo espacio y nivel de existencia aunque no tamaño.

El mural titulado “Encarnación” emula las composiciones barrocas en las cuales hay dos niveles de existencia, uno terrenal y otro sobrenatural. Encarnación se puede entender por el desarrollo de carne que se produce en el aumento de la masa corporal en el crecimiento y también se puede entender en el sentido de espíritu que se materializa en cuerpo, considerando desde la encarnación de Dios en Cristo para redimir a la humanidad hasta la encarnación de divinidades en diversas mitologías religiosas para propiciar interacciones con la humanidad.

El primer nivel de existencia esta representado por un niño que desciende y el segundo por un grupo de cuatro niños dispuestos a lo largo del ángulo que forman la pared y el suelo. Las cabezas de estos cuatro se suceden formando una línea de composición quebrada que se contrapone y refuerza al tiempo la línea formada por el borde donde convergen los planos vertical y  horizontal.

Esta obra del año 2012 ha sido expuesta por primera vez en la galería Arnes + Röpke de Madrid para cuyo espacio la diseñe. Tratándose en gran medida de una cita a la pintura barroca ha sido una gran satisfacción encontrarme a través del objetivo de mi cámara, (cuando fotografiaba la exposición), con un espacio realmente barroco en el que este mural “encarnación” aparecía como reflejado en un gran espejo. La composición física parecía encontrarse en el terreno del fotógrafo pero solo visible a través del espejo (que no existe). Este efecto se producía por la división del espacio de la galería. Ya en mis primeras obras de “Hombres pintados” había recurrido al motivo del espejo virtual como aumentador y distorsionador de la realidad. Ahora me lo he encontrado en un ámbito completamente diferente, y hasta ahora sin el espejo físico.

La mayoría de estas esculturas están hechas con un tipo de resina de epoxi modelable y sobre cuyo solidificación y distribución de los tonos blanquecinos en la superficie solo tengo un control parcial. Las formas pueden distorsionarse levemente por su propia gravedad durante el periodo de fraguado, pero aunque sea solo así, leves distorsiones  confieren vida propia al material,  y por lo tanto a lo que representan, mostrando la fuerte individualidad en el proceso de formación de cada elemento. Esto es claramente perceptible por el aspecto orgánico de las obras cuyo movimiento a nivel de piel o pliegues de los trapos parece aun en movimiento. La sensación de proceso propicia la percepción de entidades en cuya formación se puede intervenir solo parcialmente, al igual que entre el desarrollo de las interacciones y relaciones entre los diferentes niños, en su caso, que componen las obras. La técnica que he desarrollado para realizar estas esculturas es la investigación y acumulación de procesos durante años originalmente encaminados a evitar hacer moldes, unido al descubrimiento de esta resina.

Estas esculturas comparten con otras realizaciones contemporáneas, ejecutadas por otros artistas, la asimilación del espacio como parte integral de la obra. En este sentido se pueden inscribir en el concepto artístico de instalación, que se utiliza indistintamente para desplegar y exhibir composiciones abstractas, conceptuales ó figurativas. Por otra parte la ejecución de las obras, al ser construidas sobre la base del modelado y de la talla distan enormemente de la mayoría de las esculturas figurativas contemporáneas, realizadas a partir de moldes a personas, drapeados sobre cuerpos, maniquíes vaciados en diversos materiales, fragmentos de muñecos u objetos prexistentes ó reproducciones de fragmentos de cuerpos humanos ó animales reensamblados.

La idea o concepto detrás de estas obras esta más relacionada con la antropología que con la psicología ó la sociología que destacan más prominentemente en otras obras contemporáneas muy relevantes. Antropología en el sentido de especie tratando de entender y dirigir su destino cambiante en un entorno que ha de observar cíclicamente para reinterpretar y controlar a partir de sucesivas encarnaciones en las siguientes generaciones.

Desde mis comienzos como artista he tratado de expresar mi inquietud e interés por todas las facetas humanas relacionadas con los sentimientos y experiencia vital y expresarlo a través de la representación del cuerpo con sus múltiples posibilidades. A lo largo de la historia e incluso en la actualidad la utilización del cuerpo humano  y su representación artísticas en diferentes estilos  y ejecuciones técnicas, lo ha dotado simbólicamente de un espectro de actuación gigantesco cuyas implicaciones conceptuales pueden ser incluso opuestas.

A posteriori, y a partir de la observación de mis propias obras creo que mi trayectoria hasta ahora se podría dividir a grandes rasgos en 4 etapas con sus superposiciones y solapamientos en el tiempo y la temática, que se entrecruzan sucesivas veces a lo largo del camino. Como digo, lo que aquí expreso es un análisis de lo anterior y no describo mi intención consciente a lo largo del camino ya que siempre he respondido a mi necesidad de hacer arte para abarcar y comprender la realidad sin una estrategia coherente de continuidad. Supongo que la mayoría de los artistas estarían de acuerdo conmigo en este punto ya que es probable que actúen de la misma forma.

En la primera etapa, que yo llamaría “existencialista”, me inquietaba la propia existencia. El mismo “yo” que se retrata para tener un espejo que le revele o le aclare su sentido y noción de la realidad. De esta época son los hombres pintados que parecen desdoblarse; su piel abrazando un cuerpo que no quiere ser contenido. También son de esta época los perros que se enfrentan, tras su muerte, al vacío de la no transcendencia que hemos asignado a los no racionales. También hice entonces una serie de hermafroditas asexuados, carentes de lugar.

A la segunda etapa me refiero como “social” ya que mi interés giró hacia el papel del individuo en la sociedad. Hice la puerta del purgatorio de proporciones no antropomórficas  para el transito de multitudes, mas que para individuos designados uno a uno, altares a la palabra democracia para conjurar la igualdad social,  materialización de creencias en símbolos, brujos precolombinos ejecutando sus atroces rituales para la continuidad del sol y la vida del grupo. Los hombres pintados comenzaron a convivir con mujeres en armarios protectores que reducían su campo de acción a cambio de seguridad.

En la tercera etapa o “morfológica” trabaje con ceras y otros materiales que se situaban, ellos mismos, su materia, en el centro conceptual de mi producción para referirme a la configuración de la materia biológica. Lo duro y lo blando del cuerpo comenzaron a dialogar trasladando la superficie o “cáscara” del cuerpo, antes central en la esencia de las obras,  hacia el interior. De esta época es el hermafrodita de cera cuyo cuerpo ha producido ambos sexos y la mujer maniquí tan realista que parece de carne y hueso a pesar de sus articulaciones mecánicas.

En las últimas obras, descritas al comienzo de este texto, trato de expresar mi inquietud por el aprendizaje y la evolución de las culturas por parte de los individuos desde su origen. Me interesa ver como los niños asimilan el mundo y como aprenden a representarlo mental y físicamente. Los niños con su comportamiento, curiosidad y actitudes son metáforas para toda la humanidad en general, pero sin las connotaciones morales que tanto influyen y distorsionan nuestros pensamientos y creencias.

Datos de interés:
José Cobo
Galería Arnés y Röpke (Juan de Mena, 12.1ºD – 28014 Madrid)
Tel: +34.91.702.14.92
fax: +34.91.702.16.39
www.galeriaarnesyropke.com
arnesyropke@hotmail.com

Imagenes cortesía de: Sala fotos Galería Arnés y Röpke. Retrato de José Cobo foto de Antonio Cores

María Jesús Burgueño

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