Torres y rascacielos. De Babel a Dubái, en CaixaForum Barcelona

Una exposición inédita sobre la voluntad humana de construir las edificaciones más elevadas

Conquistar el cielo, construir en altura, es una antigua aspiración de la humanidad. La idea de erigir edificaciones visibles a gran distancia, que se conviertan en símbolos de prosperidad, progreso, desarrollo y poder, está implícita en la idea misma de arquitectura. Torres y rascacielos. De Babel a Dubái evoca esta fascinación natural que inspiran los edificios a gran altura y recorre el afán humano por construir cada vez más alto. Partiendo del mito de la Torre de Babel —historia bíblica que ha seducido a artistas de todos los tiempos y que representa la pérdida de la escala humana, la utopía fallida, la desmesura—, la exposición nos acerca al mundo de los rascacielos desde perspectivas muy diversas: la historia y el mito, la ingeniería y los desafíos constructivos, la integración en el paisaje, la sostenibilidad y los retos del futuro. CaixaForum Barcelona acoge esta aproximación inédita al mundo de torres y rascacielos a partir de 200 obras entre maquetas, fotografías, películas, grabados, pinturas, dibujos y proyecciones.

La muestra repasa esta propensión humana a afrontar desafíos imposibles y vencer las trabas materiales desde la antigüedad —con las primeras construcciones elevadas de carácter religioso— hasta la actualidad. Hace hincapié en el triunfo de la escena norteamericana a partir de la segunda mitad del siglo XIX y en la difusión planetaria de los rascacielos desde la década de los setenta del siglo pasado, que ha provocado que hoy día dos terceras partes de los rascacielos más altos del planeta estén ubicados en el Extremo y Medio Oriente. Una historia apasionante y viva que nos invita a tocar el cielo desde la Torre de Babel hasta la Burj Khalifa en Dubái, que con 828 metros ostenta a día de hoy el título de rascacielos más alto del mundo.

La exposición Torres y rascacielos. De Babel a Dubái que se podrá visitar hasta el 9 de septiembre en CaixaForum Barcelona está organización y producción por Obra Social ”la Caixa”. La directora general adjunta de la Fundación «la Caixa», Elisa Durán, y los comisarios Robert Dulau y Pascal Mory han sido los encargados de presentar esta muestra que promete ser una de las más visitadas a lo largo de este verano.

La muestra forma parte de una serie de exposiciones de la Obra Social ”la Caixa” que toman como punto de partida la arquitectura para examinar algunas grandes cuestiones de historia cultural. Muestras como Construir la revolución. Arte y arquitectura en Rusia 1915-1935, o los proyectos dedicados a Andrea Palladio y Richard Rogers, pretenden ofrecer al visitante una visión global que, más allá de la aproximación a estilos y periodos históricos concretos, permite entender mejor la función de la arquitectura en el mundo que nos rodea.

En esta ocasión, la Obra Social ”la Caixa” presenta Torres y rascacielos. De Babel a Dubái, un nuevo proyecto que explora la variedad de arquitecturas que a través del tiempo han demostrado el afán de las personas por lo inaccesible, por su desmesura y por su deseo de vencer todo límite material.

Este recorrido por la historia de la construcción de torres y rascacielos se realiza a partir de materiales muy diversos, como pinturas, grabados, dibujos, maquetas, fotografías, filmes y proyecciones. Son en total unas 200 piezas, con préstamos de importantes museos de todo el mundo, entre ellos el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Centro Pompidou, el Museo del Prado y el Museo de Bellas Artes de Bruselas, así como numerosos estudios de arquitectura de algunos de los nombres protagonistas de los rascacielos más altos construidos en los últimos años.

Para esta exposición se han producido ocho nuevas maquetas a escala 1:200 de algunos de los edificios más singulares de la historia de los rascacielos, como el Home Insurance Building de Chicago, el Chrysler Building de Nueva York, el edificio de la Universidad de Moscú o la torre Burj Khalifa de Dubái. Las maquetas han sido realizadas en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès (UPC).

El rascacielos es uno de los iconos de la modernidad. La imagen del rascacielos se ha convertido en una respuesta interesante a la escasez de espacio, no solo en las grandes ciudades de Occidente, sino en cualquier parte del mundo. La adopción de las nuevas y más sofisticadas tecnologías abre un campo para su renovación y da respuesta a nuevos problemas y a sensibilidades más complejas. Altura, tecnología, sostenibilidad, creatividad y carácter emblemático, y conciliación de la funcionalidad y el impacto estético son cuestiones básicas y plenamente actuales.

Pero este afán humano por construir cada vez más alto se remonta al mito de la Torre de Babel, desde donde arranca la exposición. En esta historia bíblica, los hombres desafiaban las leyes naturales y el poder divino, y el mito fue una fuente de inspiración para pintores europeos desde el siglo XIII hasta el XIX.

Posteriormente, las catedrales de la Europa cristiana, los minaretes de Oriente y las atalayas civiles del norte europeo muestran esta propensión humana a afrontar desafíos imposibles y vencer las trabas materiales. Independientemente del contexto —religioso o laico—, el objetivo siempre ha sido el mismo durante todos estos siglos: rivalizar con un modelo, superarlo y ascender a las cotas más altas.

A partir del siglo XIX, los adelantos de la industria y la confianza en un desarrollo incesante del progreso, ligados al cambio de escala de las ciudades, aceleraron la experimentación en Occidente. Estados Unidos tomó las riendas de estos nuevos desafíos y fue en Chicago, alrededor de 1880, donde se erigieron los primeros rascacielos. Promotores, ingenieros, arquitectos y empresas empezaron a disputarse la construcción de los rascacielos más altos, y desde entonces Estados Unidos, asimilando siempre las influencias procedentes de Europa, inspiró los modelos arquitectónicos en todo el mundo. La escena norteamericana concentraría las edificaciones más innovadoras, situándose hasta finales de la década de 1970 a la vanguardia de una flamante modernidad.

A partir de los años noventa se produjo una ruptura que hizo que los rascacielos se propagasen a otras latitudes del planeta. Estados Unidos dejó de ser la única referencia arquitectónica en materia de innovación y perdió su supremacía en la carrera por la altura. En Europa, el panorama español proponía modelos novedosos en el sector. Así, en 2012 dos terceras partes de los grandes rascacielos de obra nueva están localizados en el Extremo y Medio Oriente. El edificio más alto del mundo, lan torre Burj Khalifa de Dubái, que alcanza una altura de 828 metros, ilustra elocuentemente este hecho.

El mito de la Torre de Babel

El tema de la Torre de Babel, símbolo de desmesura y poder, ha sido una constante fuente de inspiración entre los artistas. Si ya la Edad Media rememora el relato bíblico proponiendo con frecuencia una visión simplificada de la torre, es básicamente a partir del siglo XVI cuando los artistas del norte, algunos de ellos tan célebres como los pintores Bruegel el Viejo y Bruegel el Joven, otorgan rango de modelo a la imagen de la Torre de Babel: asiento circular y edificio en espiral que se eleva hasta tocar el cielo.

El tema de la Torre de Babel también se benefició en el Renacimiento del auge de las artes gráficas. La amplia difusión de las obras grabadas en toda Europa fomentó en el siglo XVI tanto el ideal humanista como los principios de la Reforma religiosa. Incunables, grabados y pinturas permiten recordar el episodio bíblico, la siempre insatisfecha búsqueda humana de la grandeza. El artista holandés Maarten van Heemskerck y más tarde, en el siglo XVII, el erudito Athanasius Kircher, ambos autores de recreaciones de la Torre de Babel, inspiraron a numerosos grabadores. Los grabadores Galle son quizá de los más conocidos e ilustran la fortuna crítica del tema, que seguirá estando de moda hasta el siglo XVIII.

La construcción hacia el cielo: catedrales, torres y minaretes

El deseo de ascender hacia las esferas celestes se inscribe de modos distintos en cada cultura, aunque reviste esencialmente un carácter religioso. En Occidente, las catedrales de la Edad Media reflejan en la tierra el homenaje rendido a lo divino. Su construcción expresa también las aptitudes excepcionales de los artesanos para la innovación puesta al servicio de las grandes alturas: búsqueda de verticalidad, bóvedas de crucería, contrafuertes, etc. Frente a la exaltación de lo divino, la fuerza del poder laico en el norte de Europa se afirma, a finales de la Edad Media y en el Renacimiento, con las torres civiles de los ayuntamientos.

En China, la torre de porcelana de Nankín, edificada en el siglo XV y dedicada a las deidades budistas, encarna aún otro desafío en la conquista de las alturas. Desaparecida actualmente, alcanzaba los 80 metros sobre el suelo. En Oriente, son los innumerables minaretes de las mezquitas los que se yerguen hacia el cielo y celebran a la divinidad.

Tras el impulso generado por la finalización de las grandes catedrales europeas en el siglo XIX, el proyecto de la Sagrada Familia de Antoni Gaudí en Barcelona supone una singular tentativa de renovar la arquitectura religiosa en pleno siglo XX. Este templo presenta concomitancias, por sus proporciones monumentales, con los trabajos de las catedrales medievales. Manifiesta una visión romántica y naturalista a un tiempo, mientras que las torres ya erigidas ofrecen un sorprendente contrapunto arquitectónico a la Torre Agbar de Jean Nouvel y Fermín Vázquez.

La Torre Eiffel

A lo largo del siglo XIX, la idea de construir una torre de gran altura obsesiona a los ingenieros. Es en 1889, con motivo de la Exposición Universal de París, cuya misión es celebrar el centenario de la Revolución Francesa y las virtudes de la industria, cuando se concreta el proyecto. En 1886 se convoca un concurso. Participan en él dos arquitectos, Charles Dutert y Jean- Camille Formigé, y un ingeniero, Gustave Eiffel. Este último será el elegido, originando así una rivalidad que va a enfrentar para siempre a arquitectos e ingenieros.

La construcción se inicia en 1887, con unos trabajos que ratifican el carácter colosal de la empresa. La torre de hierro exige unas labores de cimentación descomunales, así como la fabricación de 18.038 piezas distintas para sustentar un peso de 7.300 toneladas. Paradójicamente, las obras solo durarán 26 meses y en su realización no intervendrán más que 250 obreros.

Algunos acusaron a la Torre Eiffel de antiestética y de ser más apropiada «para la bárbara América», aunque su audacia le granjeó el entusiasmo inmediato de los parisinos. Un sinnúmero de fotógrafos anónimos o famosos, entre ellos Louis-Émile Durandelle, inmortalizaron su construcción; los pintores Sergéi Bogoliubov y Robert Delaunay le rindieron homenaje. Símbolo de París y de toda Francia, la Torre Eiffel está, según las palabras del arquitecto Le Corbusier, «en el corazón de cada ser humano, emblema del amado París».

La primavera de los rascacielos, 1885-1919

El desastre del gran incendio de Chicago, ocurrido en 1871, favoreció la construcción de rascacielos, y el que se reconoce comúnmente como el primero de la historia arquitectónica es el Home Insurance Building (42 metros, 10 plantas), levantado en Chicago en 1885-1886 por William Le Baron Jenney. Su realización descansa sobre tres principales innovaciones: difusión de la electricidad, invención del ascensor, concebido en 1854 por Elisha Otis pero que Le Baron Jenney perfeccionó de forma notable, y sustitución de la mampostería tradicional por viguetas metálicas, lo que permitió aligerar considerablemente la estructura y, en consecuencia, aumentar su altura.

Desde entonces los rascacielos de Estados Unidos, en su mayoría sedes de grandes grupos financieros e industriales, se convirtieron en la imagen futurista de la modernidad, y se entabló una competición para ver cuál ascendía a mayor altura. Es esencialmente la ciudad de Nueva York la que ocupa la escena arquitectónica en este sentido. El Flatiron Building (1902), diseñado por Daniel Burnham, mide 87 metros; la Metropolitan Life Insurance Tower (1909), de Napoleon LeBrun e Hijos, culmina a 213 metros, y el Woolworth Building (1913), conocido como «la catedral del comercio» y obra de Cass Gilbert, alcanza los 241 metros.

Triunfo de la escena norteamericana y reciprocidad de los intercambios entre Estados Unidos y Europa: 1919-1939

Estados Unidos domina de forma indiscutible el panorama arquitectónico, y es en esta época cuando se realizan los rascacielos más emblemáticos. Tras la construcción de la sede del Chicago Tribune por Howells y Hood (1925, 141 metros), que recurre todavía a las citas neogóticas, el complejo del Rockefeller Center (1929, 259 metros) se libera del vocabulario clásico, como había prefigurado ya el PSFS Building (1929-1931, 150 metros), diseñado en Filadelfia por William Lescaze y George Howe. El Chrysler Building (1930, 298 metros) de Van Alen, y poco después el Empire State Building (381 metros) de la firma Shreve, Lamb & Harmon, ilustran incuestionablemente los conceptos rectores de la modernidad del siglo XX. La armazón metálica y los perfiles de acero prefabricados elevan estas realizaciones a un grado de excelencia constructora jamás igualado.

Los estudios de arquitectura europeos, fascinados por el modelo estadounidense, actúan especialmente como laboratorios de ideas. Algunos ejemplos significativos son el proyecto de la Friedrichstrasse de Mies van der Rohe en Berlín, de 1921, y los diseños de «ciudades-torres» de Auguste Perret. Pero pocos de estos proyectos se materializan, exceptuando quizá la torre de orientación de Perret (1925, 87 metros) en la ciudad francesa de Grenoble; los inmuebles madrileños de gran altura de Ignacio de Cárdenas Pastor y de Luis Martínez y Vicente Eced en 1930; y, principalmente, la construcción en Amberes del rascacielos más alto de Europa (1931, 97 metros), de la mano de Jan van Hoenacker: la Boerentoren.

Los arquitectos norteamericanos, fascinados a su vez por el art déco que se impone en Francia a partir de 1925, se inspiran en este estilo decididamente moderno y de líneas depuradas para aplicarlo a la decoración de interiores y a la ornamentación de rascacielos. Así pues, Europa y Estados Unidos se nutren mutuamente de la experimentación y las innovaciones del otro, tanto artísticas como culturales.

La proyección del modelo norteamericano, 1939-1976

El estilo internacional, heredado de la escuela de la Bauhaus en Alemania —una de cuyas figuras más ilustres es Mies van der Rohe—, da origen en Estados Unidos a una arquitectura depurada, exenta de toda ornamentación y que prioriza la línea recta, las cubiertas planas con azotea y el empleo de materiales como vidrio y acero. Este modelo de rascacielos norteamericano presidirá la escena internacional hasta la década de 1980.

La racionalidad y la funcionalidad de esta arquitectura resultan especialmente elocuentes, en Nueva York, en la Lever House (1951-1952, 92 metros) de la firma Skidmore, Owings & Merrill, y en el Seagram Building (1954-1958, 160 metros) de Mies van der Rohe. Ciertas inflexiones del estilo internacional se revelan a su vez de un modo magistral en la John Hancock Tower de Boston (1968-1976, 248 metros), de Ieoh Ming Pei, y en las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York (1966-1973, 417 metros), de Minoru Yamasaki y destruidas en la actualidad, así como en la Torre Sears (1970-1974) de Chicago. En 1963, el estudio Archigram, con su proyecto de la Montreal Tower según un concepto de arquitectura efímera, abre el camino a una modernidad alternativa a la arquitectura internacional.

En los años cincuenta, en la Unión Soviética, Stalin trastoca la imagen de la modernidad y del progreso estadounidense para ponerla al servicio del ideal comunista. Los inmuebles de viviendas de Moscú ideados por Dimitri Chechulin (1947-1954), con sus 170 metros de altura, y la Universidad de Moscú (1947- 1953) de Rudnev y Chernyshev, de 240 metros, son concebidos como una exaltación de la superioridad del comunismo triunfante, mientras que el estilo ecléctico está basado en la decoración de los rascacielos americanos de la década de 1930.

La difusión planetaria de los rascacielos, 1973-2013

A finales de la década de 1970, Estados Unidos sigue manteniendo una innegable supremacía en materia de construcción de altura, pero la estética del estilo internacional empieza a dar muestras de agotamiento. Una generación de rascacielos subraya el surgimiento de nuevas fuentes estéticas: posmodernidad, high-tech, etc. A partir de los años ochenta, los rascacielos de estética novedosa proliferan tanto en los países del este asiático como en Oriente Medio y, en menor medida, también en Europa.

Así, del Hong Kong and Shanghai Bank de Foster, construido en esta segunda ciudad en 1986 (180 metros), a la Jin Mao Tower de Hong Kong, realizada en 1990 por el estudio SOM (421 metros); o de las Torres Petronas de Kuala Lumpur, en Malasia, obra de César Pelli (1998, 452 metros), a la Torre Taipei 101 de C. Y. Lee, en la capital de Taiwán (2004, 509 metros), todas estas edificaciones reflejan a menudo un gran ímpetu creativo y una extraordinaria renovación de las formas, donde se ponen de manifiesto, por un lado, el dominio tecnológico, y por el otro, una incontenible voluntad de prestigio. En cambio, Europa, debido a su historia patrimonial y a su afán de integración urbana, pone en escena los rascacielos como otros tantos exponentes de la metáfora simbólica de la ciudad.

En 2009, se traspasa un nuevo umbral con la finalización de la Burj Khalifa en Dubái, diseñada por la firma SOM de Chicago. La altura de esta torre, estimada en 828 metros —lo que le confirió el título de rascacielos más alto del mundo—, se guardó en secreto hasta que finalizaron las obras. Testigo de una mutación social, la Burj Khalifa expresa la búsqueda del reconocimiento como identidad cultural y la materialidad de una sociedad en vías de internacionalización. Así, en la misma área geográfica, parece cerrarse un ciclo de torres que abarca «de Babel a Dubái».

Datos de interés:
Torres y rascacielos
De Babel a Dubái
Del 20 de junio al 9 de septiembre de 2012
CaixaForum Barcelona Av. de Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8  (08038 Barcelona)
Horario:
De lunes a viernes, de 10 a 20 h
Sábados, domingos y festivos, de 10 a 21 h
Miércoles de julio y agosto, de 10 a 23 h

VISITAS COMENTADAS PARA EL PÚBLICO GENERAL
Miércoles, 18 h
Sábados, 19 h
Reserva de plazas para las visitas comentadas, en el tel. 93 476 86 30

Visitas en familia a las exposiciones (+7)
Estas visitas plantean un itinerario por la exposición con actividades y propuestas participativas. Miércoles, 18.30 h

Espacio educativo (+5)
Dentro de la exposición se encuentra un espacio dedicado a las familias en el que se proponen actividades en torno a distintas ideas extraídas de la muestra.

CAFÉ-TERTULIA CON LAS ARTES ACTIVIDADES PARA PERSONAS MAYORES
Los jueves (a partir del 28 de junio)
El «Café-tertulia con las artes» ofrece la oportunidad de disfrutar de las exposiciones de un modo distinto. Se trata de una actividad de dos horas para una visita tranquila, que permite profundizar en lo que más interese a cada grupo. Y, después, podremos compartir impresiones en una tertulia distendida acompañada de un café.
Actividad gratuita dirigida a mayores de 60 años. Horario: 16.30 h. Duración: 2 horas. Plazas limitadas. Inscripción previa, en el tel. 934 768 630.

Imágenes:
1-Obrero encima del andamio de la Boerentoren (1929-1930), Amberes Arquitecto: Jan van Hoenacker. Fotografía, 1929-1930. KBC Groupe, Archives Historiques, Erwin Donvil, Bruselas. Foto: Demag (Collection P. Vanhoenacker, Amberes).
2-Frans Francken II el Joven. La construcción de la Torre de Babel, 1591. Museo del Prado, Madrid. Foto: Archivo Fotográfico. Museo Nacional del Prado. Madrid.
3-La Torre de Babel. Maqueta de resina de poliuretano, escala 1:200, 2011-2012. Eletres Laan – ETSAV (UPC), Sant Cugat del Vallès. © Foto: Jordi Nieva.
4-Anónimo, Cuadro comparativo de la altura de los grandes monumentos del mundo, 1889. Grabado. Colección particular. © Foto: RMN / Agence Bulloz.
5-Home Insurance Building (1885-1886), Chicago. Arquitecto: William Le Baron Jenney. Maqueta de resina y metacrilato, escala 1:200, 2011-2012. Eletres Laan – ETSAV (UPC), Sant Cugat del Vallès.
6-World Trade Center (1966-1973), Nueva York. Arquitecto: Minoru Yamasaki. Colección Georges Binder / Building & Data. Bruselas. © Foto: todos los derechos reservados.
7-Burj Khalifa (2004-2010), Dubái. Arquitectos: Skidmore, Owings & Merrill (SOM). Colección CLF, París. © Foto: Mathieu Forestier, París.
8-Los inmuebles de viviendas de Moscú ideados por Dimitri Chechulin (1947-1954), con sus 170 metros de altura, y la Universidad de Moscú (1947-1953) de Rudnev y Chernyshev, de 240 metros, son concebidos como una exaltación de la superioridad del comunismo triunfante, mientras que el estilo ecléctico está basado en la decoración de los rascacielos americanos de la década de 1930.

 

María Jesús Burgueño

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