La Real Biblioteca sirvió como biblioteca privada a los reyes de la Casa de Borbón desde la llegada de Felipe V al trono a comienzos del siglo XVIII. También conocida en otras épocas como Real Particular o Biblioteca de Cámara, no hay que confundirla con la Real Pública, colección que formaría después la actual Biblioteca Nacional.

La Real Biblioteca se situaba en un espacio que el arquitecto Teodoro Ardemas acondicionó en un pasadizo anejo al Alcázar de Madrid en 1711. Se trataba de un edificio de tres plantas, fachada de soportales con arcos de medio punto y decorado con figuras de escritores, amueblado con armarios de maderas finas.

En la formación del fondo original de la Real Biblioteca se aprecia un afán por reproducir un Gabinete de Bellas Artes, en el que diferentes colecciones compartiesen un mismo espacio. Así, además de libros, encontramos instrumentos musicales, medallas y monedas, utensilios de dibujo y aparatos empleados para la investigación científica y matemática, convivieron con manuscritos, impresos, mapas y partituras musicales.

Primera sede: el Alcázar
Esta biblioteca particular de los reyes españoles continuó creciendo y cambiando de lugar con sus dueños, durante los años que duró la construcción del nuevo palacio tras el incendio del Alcázar de los Austrias en 1734.

Los inventarios conservados de la época de Carlos III revelan el predominio del libro impreso en la colección, si bien se debe a la iniciativa de este monarca la incorporación a la Real Biblioteca de la colección de manuscritos de lenguas de de América reunidos por Celestino Mutis en 1787.

Posteriormente, Carlos IV instalará la biblioteca en un recinto particular y diferenciado: la Librería de la Cámara ocupará a partir de este rey la planta principal de Palacio, al ala sureste, el llamado “aumento de San Gil”, proyectado por el arquitecto Sabatini, siguiendo el modelo francés de instalar cerca de los cuartos privados del monarca un espacio destinado a la lectura.

Adquisiciones notables
Las adquisiciones de libros más notables corresponden a este reinado. Entre las colecciones que ingresaron entonces cabe destacar las bibliotecas particulares de ilustrados como Mayans y Siscar y Francisco de Bruna, Oidor de la Audiencia de Sevilla y amigos personal de Jovellanos. También libros procedentes de las bibliotecas particulares del conde de Mansilla y del conde de Gondomar. También ingresaron en la Real Biblioteca fondos de carácter archivístico procedentes del Archivo General de Simancas y de la Secretaría de Gracia y Justicia.

Durante este periodo se nota también el trabajo realizado por la Imprenta Real, y en el mundo de la industria del libro, con figuras tan importantes como Joaquín Ibarra, Benito Monfort, Antonio Sacha y Giambattista Bodono, impresor de la Corte de Parma a quien Carlos IV otorgó el nombramiento de Impresor Real.

Como se aprecia, el incremento de libros en la colección real fue constante desde el nacimiento de la biblioteca. Herencia de su fundador, Felipe V, fue también el propósito renovado por sus sucesores de enriquecer la librería con cosas “singulares, raras y extraordinarias”. Consecuencia de esa tradición es el ingreso de los magníficos álbumes de Historia Nacional y de Antropología de Vilella en época de Carlos IV, el aumento de la colección de partituras musicales manuscritas e impresas, o la incorporación del Monetario de Baldiri en tiempos de Fernando VII.

La configuración de la biblioteca permanecerá así hasta la muerte de Fernando VII. Su viuda, Mª Cristina de Borbón, la traslada al ala noroeste de Palacio, lo que supone un cambio de la librería ligada al ámbito privado del Rey propio de los principios de la Ilustración a un entendimiento diferente del papel de la corona. Éste es el lugar donde se ubica actualmente la Real Biblioteca.

El siglo XIX: abandono de la Biblioteca
Los vaivenes políticos del siglo XIX español se dejaron notar en la librería de Palacio. El abandono de proyectos culturales de ámbito nacional promovidos por la Corona derivó en el favor particular de escritores, artistas y editores que correspondieron a la protección real con el envío de sus libros.

El arreglo material de la Biblioteca y la catalogación científica de sus fondos se inicia con el reinado de Alfonso XII. Ramón Zarco del Valle, Bibliotecario Mayor del Rey, devolvió los principios estéticos decimonónicos y el esplendor a la colección que se le había despojado.

Desde entonces, la principal preocupación de la Real Biblioteca ha sido conservar adecuadamente su patrimonio, aumentarlo selectivamente y difundirlo mediante catálogos generales y específicos.

Actualmente, la exposición Grandes Encuadernaciones en las Bibliotecas Reales (siglos XV-XXI), recoge los fondos procedentes de las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional. La muestra, que se puede ver en el Palacio Real de Madrid, exhibe uno de los mejores conjuntos de encuadernación histórica que pueden verse en Europa.

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