La exposición que ahora se presenta ofrece una nueva visión de su obra y consta de una selección de 49 obras, (6 dibujos y 43 óleos sobre lienzo y tabla) ordenadas temática y cronológicamente que ilustran la evolución de uno de los artistas decisivos del periodo de transición entre el siglo XIX y el XX. La muestra subraya el particular salto en solitario del artista hacia un conjunto de investigaciones plásticas que anticiparon muchos de los presupuestos de la pintura moderna española.
El último tercio del siglo XIX dibuja uno de los capítulos más brillantes en la historia de la pintura valenciana. Durante este período surge o se afianza un grupo de primeras figuras que imprime un nuevo sesgo a la actividad artística e inicia el camino hacia la modernidad. En semejante contexto, la figura de Ignacio Pinazo se agiganta a medida que profundizamos en su obra y su personalidad.
Ignacio Pinazo Camarlench (1849- 1916) es sin lugar a dudas uno de los mejores pintores europeos de su época. Ocurre, sin embargo, que debido a una serie de circunstancias la atención historiográfica y difusión que hasta hace poco se le había prestado no se correspondían con la magnitud y excelencia de su obra. Su pintura precisa en muchos casos de una cierta educación pero atrapa al espectador que sabe perseverar, y a partir de ese momento cobra extraordinario interés a cada nueva mirada. De otro lado, Pinazo fue un hombre de talante introvertido y meditabundo, poco apropiado para la aventura y el viaje, de modo que su retiro en Godella le privó de la proyección internacional que Sorolla conquisto muy tempranamente.
Dos perfiles artísticos
En ocasiones se han venido casi a trazar dos perfiles artísticos de Pinazo: uno lo describe como autor de pintura realista, más académico y hasta cierto punto complaciente con las exigencias de una clientela anclada en unos gustos convencionales que podría sentirse identificada con sus pinturas de historia y retratos; el otro lo presenta como un artista moderno y vanguardista, autor de una pintura más abocetada, basada en la primacía de la mancha libre y antiacadémica, que es la que nos desvela al verdadero artista, y a través de la cual se aproxima al gusto contemporáneo.
Tendencia abocetada
Esta última será la tendencia dominante en los fondos de la colección del IVAM. Pinazo casi siempre parte de un asunto, de una experiencia visual, de un hecho vivido o cotidiano, pero frente al resto de sus coetáneos valencianos, sobre todo a los de su generación, puede trascender la anécdota hasta situarse en los límites de una pintura pura que se recrea en su propia sustancia; puede incluso situarse aparentemente al borde de la abstracción pero nunca rompe el hilo que establece una relación con el mundo de lo concreto.
Su peculiaridad formal y narrativa se concatenan. Pinazo rompe con la jerarquía de las artes relativizando el valor de los formatos y de las técnicas. Su pintura es un continuum que transporta al espectador por un universo cuajado de sensaciones que son para el artista el camino del conocimiento. No se puede hablar de Pinazo como una personalidad escindida, sino como autor de realidades integradas. Un artista difícil de encuadrar, que cultivó todo tipo de géneros en la pintura, y que luchó por su independencia desde su retiro en la localidad de Godella, donde hoy se conserva su Casa Museo.
Pinazo en la Colección del IVAM
Del 6 de agosto al 23 de septiembre
IVAM. Instituto Valenciano de Arte Moderno
De martes a domingo, de 10.00 a 20.00 horas
Martes, cerrado
Entrada, 2 euros
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