Eugenia de Montijo tenía una gran afición por los vestidos, los zapatos, las joyas y los arreglos, en los que gastaba enormes sumas. Entre las muchas cosas que puso de moda se pueden mencionar los cuellos y los puños para montar a caballo, el escote para lucir los hombros, las redecillas para el pelo y los trajes de cola.
Con su influencia sobre las mujeres del momento, incluso su defecto – tener los hombros caídos y lánguidos fue potenciado por ella de tal manera, que todas las féminas trataban de imitarlos.
Fue sin duda la mejor clienta de Charles Federick Worth, el diseñador más afamado y cotizado del momento. Creó para ella un extenso guardarropa: vestidos de gala, de noche, de corte y de día y trajes para bailes de máscaras.
“Personaje indisolublemente unido a este momento fue Charles Frederick Worth (1826-1895), cabeza visible de la moda internacional. En medio de ambas figuras, pintor y modisto, destacó la singular personalidad de Eugenia de Montijo (1826-1920), emperatriz de los franceses y “emperatriz de la moda”. Su belleza y elegancia, sin olvidar su ascendencia y vinculación con España dejaron una profunda huella, a la que nos acercamos a través de sus retratos, grabados y fotografías. De las tintas negras de las estampas y fotografías, pasamos a una sinfonía cromática de blancos, azules, rojos y negros de la mano de Winterhalter, como pone de manifiesto el retrato de la condesa de Teba, obra invitada de este Museo.
El miriñaque
La exuberancia de las faldas de amplios volúmenes se apoyaba en una estructura artificiosamente arquitectónica, bautizada, en las revistas de moda nacionales, miriñaque, un armazón realizado primero con aros de crin de caballo prensados y más tarde con aros de acero.
Esta estructura permitía a las mujeres liberarse de las múltiples enaguas que se usaban para dar volumen a la falda y gracias a ella se podían moverse con mayor soltura. La emperatriz Eugenia la adoptó enseguida y las mujeres de toda Europa no tardaron en imitarla.
Debajo de ella se solían llevar unos pantalones largos de lino que acababan en un encaje y llegaban al tobillo, mostrarlos era signo de elegancia. A pesar de esta “liberación” las faldas con crinolina se fueron evolucionando en tamaño, tanto, que en determinadas ocasiones resultada complicado que dos mujeres pudiesen sentarse juntas en un mismo lugar.
Como contestación a esta moda surgió un movimiento encabezado por Mrs. Bloomer que intentaba inducir a las mujeres a adoptar un traje más sensato. Se trataba de una versión simplificada del corpiño, una falda ancha hasta la rodilla y unos pantalones holgados que llegaban hasta el tobillo Este intento de reformar el traje femenino quedó en una mera anécdota, pues no tuvo gran acogida.
Eugenia no se limitó a tener una actitud pasiva como consorte del emperador, sino que intervino en asuntos públicos. Actuó como regente de su esposo en ausencia de este e influyó en determinadas decisiones de Estado, como las relacionadas con la independencia y liberación de los territorios italianos, la intervención francesa en Méjico, destinada a entronizar al archiduque Maximiliano de Austria como emperador del país americano, y la guerra frente a Prusia.
La emperatriz Eugenia, que no estuvo exenta de críticas por no tener sangre real, se convirtió en un referente en el mundo de la moda, y su estilo fue copiado por las clases burguesas que querían exhibir su poder económico, favoreciendo la industria textil francesa y creando la marca de París como capital del lujo.
Eugenia es también reconocida por apoyar las investigaciones de Louis Pasteur que culminaron con la vacuna contra la rabia e impulsar la construcción del Canal de Suez por Fernando de Lesseps. A su vez, trató de mejorar la situación de la mujer, el acceso a los servicios públicos, la educación y la justicia social. Falleció durante una de sus últimas visitas al Palacio de Liria, y tras su muerte legó a esta casa sus colecciones artísticas.
Realizadas en encaje de Chantilly negro, fueron probablemente fabricadas en el país vecino para la emperatriz de Francia. Este tipo de encaje toma su nombre de la región donde se desarrolló y popularizó, y está realizado con hilos de seda.
Durante el siglo XIX el encaje se utilizó masivamente en la indumentaria femenina. La mantilla fue una prenda típicamente española empleada por las damas para cubrirse la cabeza. Las francesas, por el contrario, la colocaban sobre los hombros como un chal.
Asimismo, los figurines del periodo romántico hablaban de la variedad de prendas de encima que las mujeres se ponían sobre el vestido. Entre ellas, se encontraba la chaqueta de encaje con mangas de pagoda que, junto al chal de cachemira, llegaron a ser dos de los complementos del traje más populares en este momento.
Eugenia fue considerada un icono de la moda del siglo XIX. Cualquier prenda lucida por ella pasaba a formar parte del armario de las mujeres elegantes. Las revistas femeninas comentaban detalladamente los trajes y complementos que la emperatriz lucía en cada una de sus salidas. Entre ellos siempre estaba la mantilla de encaje de Chantilly, que alcanzó un gran auge durante el II Imperio francés, precisamente debido a la influencia de la española.
La Obra escogida: El Museo del Romanticismo muestra de forma destacada el retrato de la Emperatriz Eugenia de Montijo, de la Fundación Casa de Alba. Se trata de la primera Obra Invitada de la nueva temporada en el Museo del Romanticismo. Podrá visitarse de manera gratuita en la sala de exposiciones temporales desde el 25 de septiembre al 9 de diciembre. Más información sobre la exposición…
Datos de interés:
Museo del Romanticismo c/ San Mateo, 13. 28004 – Madrid
http://museoromanticismo.mcu.e
Emperatriz Eugenia de Montijo
Obra Invitada
Fechas: 25 Septiembre – 9 diciembre 2012
Horario: septiembre y octubre: De martes a sábado De 9, 30 a 20, 30
noviembre y diciembre: De 9,30 a 18,30
Domingo De 10 a 15 horas.
Entrada gratuita a la exposición temporal.
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