No fueron los impresionistas los que inventaron la pintura al aire libre pero sí los que la llevaron a su máxima expresión. Precisamente esta idea es la que recoge la nueva apuesta expositiva del Museo Thyssen-Bornemisza: analizar la génesis y el desarrollo de esta nueva manera de abordar la creación plástica, desde su carácter formativo en los paisajistas de finales del siglo XVIII hasta sus derivaciones expresionistas a comienzos del siglo XX.
Entre los artistas presentes en esta muestra se encuentran desde los iniciadores de los estudios al óleo al aire libre, como Pierre‐Henri de Valenciennes o Thomas Jones, hasta artistas como Turner, Constable, Corot, Rousseau, Courbet, Daubigny, Monet, Sisley, Renoir, Seurat, Van Gogh o Cézanne, entre otros muchos nombres imprescindibles. Con un centenar de piezas en el recorrido, el objetivo de la exposición es abordar el fenómeno de la pintura al óleo al aire libre en su conjunto, como una práctica artística que ofrecía nuevas e insospechadas posibilidades a la pintura de paisaje, y que revolucionó la pintura del siglo XIX en su conjunto.
En palabras del comisario, Juan Ángel López-Manzanares, “la pintura al aire libre fue una Caja de Pandora, que terminó revolucionando la pintura del siglo XIX”. El experto explicó que las obras que se muestran son “bastante silenciosas”, sin presencia humana. “Es como si miráramos por el encima del hombro del propio artista”, asegura.
Artistas atados al taller
La costumbre de pintar paisajes al aire libre, tal como la conocemos hoy, no arraigó entre los artistas hasta el siglo XIX. Tradicionalmente los paisajes se elaboraban en el estudio, siguiendo las reglas clásicas de composición. Los artistas no representaban la naturaleza tal cual era, sino tal como debía ser.
Desde finales del siglo XVIII, sin embargo, fue frecuente que los jóvenes paisajistas se ejercitasen durante su formación en Italia con pequeños estudios al óleo pintados al aire libre. Considerados por la teoría académica neoclásica como obras menores. En cualquier caso, estos estudios al aire libre quedaban restringidos al ámbito privado del artista.
Los pioneros: Corot y Constable
Durante la primera mitad del siglo XIX, la distinción entre obras del natural y composiciones de estudio se fue desdibujando. Artistas como Corot y Constable extendieron la práctica de la pintura del natural al conjunto de su producción. Durante aquellos años el bosque de Fontainebleau se convirtió en punto de confluencia de varias generaciones de pintores, lo que más tarde se conoció como la Escuela de Barbizon (Rousseau, Diaz de la Peña, Daubigny), y el propio Corot participó de ambas corrientes. Sisley, Monet, Renoir e incluso Cézanne trabajaron también en Fontainebleau. Los paisajes pintados al aire libre alcanzaron un estatus nuevo: el de obra definitiva.
La exposición se estructura temáticamente en torno a algunos de los motivos más frecuentados por la pintura del natural tal como fue concebida por Valenciennes: ruinas, azoteas y tejados, rocas, montañas, árboles y plantas, cascadas, lagos, arroyos y ríos, cielos y nubes y, por último, el mar.
Recorrido de la muestra
Las ruinas y arquitecturas constituían en el siglo XVIII uno de los elementos integrantes de la pintura de paisaje, al que otorgaban un carácter pintoresco. En los estudios al aire libre ese pintoresquismo cedió terreno ante el afán de veracidad impulsado por Valenciennes, buscando, no tanto una estricta atención al detalle, sino la correcta plasmación del motivo en su conjunto, en sus formas y texturas, y en sus valores tonales.
La representación de rocas está presente en la pintura de paisaje desde sus inicios. Pero el protagonismo de este motivo llegó de la mano de la Escuela de Barbizon; no en vano las formaciones rocosas del bosque de Fontainebleau ocupaban aproximadamente un cuarto de su superficie.
Montañas y árboles
Las montañas no fueron objeto de interés estético hasta el siglo XVIII. Fue en el centro de Europa donde la iconografía de las montañas alcanzó sus configuraciones más originales, a menudo a medio camino entre el idealismo romántico y el interés científico.
En la Italia de finales del siglo XVIII se extendió la costumbre de ejecutar estudios del natural de los ejemplares más bellos y pintorescos de árboles y plantas. A comienzos de la década de 1860 los pintores impresionistas también pintaron árboles en el bosque Fontainebleau. Artistas como Monet se concentraron en las sensaciones visuales de la luz al filtrarse a través de sus hojas.
Agua y cielos
Desde el origen del género del paisaje, el agua contribuyó a imprimir variedad y frescura a los cuadros. El agua está muy presente en la obra de Turner, Constable, Courbet y de Daubigny. De entre los impresionistas, Monet fue el que mayor atención prestó a los efectos cambiantes del agua.
La representación de los cielos era objeto de la atención de los tratadistas desde tiempos de Leonardo. Sin embargo fue en el siglo XVIII y comienzos del XIX cuando se extendió la costumbre de ejecutar estudios de nubes. Pero quien llevó a cabo un trabajo más sistemático en la observación de los cielos fue Constable. Otro destacado pintor de cielos fue Boudin, quien influyó en artistas como Courbet y Monet. Entre los impresionistas fue Sisley quien concedió mayor relevancia a los cielos en su obra siguiendo el ejemplo de Constable.
De nuevo fue Constable quien llevó a cabo las primeras marinas al aire libre importantes. La moda de las estancias en la playa como destino vacacional se extendió de Inglaterra al norte de Francia y, desde el segundo cuarto del siglo XIX se asistió a un progresivo descubrimiento del litoral de Normandía por parte de escritores y pintores. De entre los impresionistas fue Monet el que sintió mayor atracción por el mar; no en vano su juventud había transcurrido en la costa normanda.
Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh
Del 5 de febrero al 12 de mayo
Museo Thyssen-Bornemisza
Comisario: Juan Ángel López-Manzanares
De martes a domingo, de 10.00 a 19.00 horas
Sábados, de 10.00 a 21.00 horas
Entrada a la exposición, 10 euros