La muestra reúne prácticamente toda su obra conocida. Compuesta por once de las trece pinturas que se le atribuyen, esta muestra dará la oportunidad al visitante de disfrutar de obras que nunca o en muy raras ocasiones se habían expuesto en España. Es el caso del Bodegón con uvas, membrillos y frutos secos perteneciente a la colección de la reina Isabel II de Inglaterra, se expone por vez primera en España. Este bodegón llegó a Gran Bretaña en torno a 1634-35, fruto del encargo del embajador extraordinario inglés en Madrid, que se lo regaló al rey Carlos I, uno de los coleccionistas más refinados de la Europa de su tiempo y poseedor de una fabulosa galería pictórica.
También se podrá ver Bodegón de uvas, bellotas y copa con manzanas de una colección particular barcelonesa, que procede de la antigua colección de los duques de Parcent. Igualmente, Bodegón de uvas y Bodegón con uvas, manzanas, frutos secos y jarra de terracota.
Según Ángel Aterido , comisario de la muestra, el objetivo de la exposición es que se conozca más a este artista y que salgan a la luz más obras de Labrador que permanecen ocultas y anónimas en otros museos o colecciones particulares. Aterido explicó que este magnífico pintor ha pasado desapercibido debido a la escasez de sus obras conocidas y a los pocos datos que se tienen del artista.
La exposición se articula en dos secciones que muestran la evolución del artista en sus composiciones, desde las primeras obras en las que representa exclusivamente racimos de uvas hasta sus últimas pinturas conocidas en las que las uvas se combinan con otros elementos.
Los racimos de uvas son objeto preferente de representación en el género de la naturaleza muerta desde su origen, a fines del siglo XVI y principios del XVII. Con ellos los artistas podían demostrar su maestría captando sus calidades, estructura o madurez. Los racimos del Labrador, minuciosamente detallados, aparecen suspendidos en la oscuridad, violentamente iluminados y eliminada toda referencia espacial.
Las uvas, seña de identidad
A partir de 1633 el Labrador comenzó a pintar composiciones más complejas en las que las uvas, su verdadera marca de autor, se combinan con otros elementos. Vemos especies vegetales que fructifican en la misma estación, o que se conservan bien en meses posteriores, como las bellotas o las castañas.
Estos cuadros constituyen auténticas celebraciones otoñales. A este personal repertorio unió en 1635, por sugerencia quizás de sus clientes británicos, la representación de ramos de flores.
Hacia 1633, Juan Fernández dejó Madrid, y dejó sus primeros biógrafos se retiraría al campo donde se dedicaría a “retratar” los productos naturales, con los que tendría gran familiaridad. Se dice que acudía a la corte en Semana Santa a vender sus cuadros, que eran adquiridos para las colecciones más importantes de la nobleza.
La enigmática personalidad del artista, alejado de la corte en su momento de mayor madurez y empeñado en un nuevo naturalismo a contracorriente de su tiempo, resulta aún más exclusiva porque se conservan muy pocos de sus pinturas.
El Labrador. Naturalezas muertas
Del 12 de marzo al 16 de junio
Museo Nacional del Prado
De lunes a sábado, de 10.00 a 20.00 horas
Domingos y festivos, de 10.00 a 19.00 horas
Entrada a la exposición, 14 euros
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