Pero antes han vivido de una forma especial la Semana Santa, una de las más antiguas de España, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI. No existe un escenario más adecuado para el recuerdo de la pasión de Cristo que Ávila. Su situación en lo alto de una colina dominando el valle de Amblés, sus recias e intactas murallas con la vigía permanente de sus noventa torres, la preeminencia de sus iglesias y sus monasterios que la pregonan ciudad sacra, sus empedradas calles ascendentes y quebradas, el halo religioso de su historia y sus campanarios apuntando al cielo le dieron el merecido título de la Jerusalén castellana. Por eso, es Ávila buen marco para celebrar los misterios religiosos en el dramatismo de la Semana Santa, con su exigencia de austeridad y silencio. Así lo han entendido decenas de miles de personas, de la ciudad o venidos de fuera, que han vivido estos días con fervor, silencio y emoción, aunque también con alegría e íntima convivencia.
De entre sus numerosos actos sobresale la procesión de Medinaceli que recorre el exterior de la muralla y la del Miserere, ambas del Martes Santo, cuando se entona este canto a lo largo del desfile nocturno en medio de un profundo silencio. El Jueves Santo tiene lugar la Procesión de los Pasos, que desde sus orígenes en el siglo XVI se ha celebrado de forma ininterrumpida. Asimismo es estremecedor participar junto a miles de fieles en el Vía Crucis de Penitencia que, el Viernes Santo de madrugada, recorre el recinto amurallado del casco antiguo de Ávila.
Pasado esplendor
Al abrigo de la Sierra de Gredos y tras las murallas de esta capital castellano-leonesa se esconde un valioso conjunto de iglesias y palacios renacentistas, testigos del esplendor pasado de la urbe. Su condición de cuna de Santa Teresa de Jesús ha dejado en toda la ciudad, tanto dentro como fuera del recinto amurallado, un gran número de edificios religiosos vinculados a la vida de la mística, que coincide con el momento en que la manufactura lanar permitió el despegue económico de la urbe. Durante ese periodo de bonanza se construyeron en la ciudad numerosos edificios civiles y religiosos que aún perviven en su casco histórico.
De regreso al interior, se descubre el símbolo de la urbe: la muralla que la bordea y que la convierte en uno de los recintos amurallados medievales mejor conservados de Europa. Sus dos kilómetros y medio de perímetro se encuentran jalonados por casi 2.500 almenas, casi un centenar de torres, seis puertas y tres portillos. La puerta de los Leales, una de las entradas principales a la ciudad antigua, desemboca directamente en la Catedral, templo con aspecto de fortaleza que fue erigido entre los siglos XII y XIV y cuyo ábside, denominado cimorro, está adosado a la muralla constituyendo el cubo defensivo más voluminoso del baluarte.
La ruta nos lleva ahora hasta el Monasterio de la Encarnación, el primer convento carmelita en Ávila. Fue aquí donde ingresó Santa Teresa en 1535, vivió durante más de 20 años y en donde llegó a ser priora en 1571. En el monasterio se conserva el locutorio que usó Santa Teresa durante el tiempo que fue priora. En él merece la pena detenerse en los lugares frecuentados por la escritora, como su celda o la capilla de la Transverberación.
Vale la pena acercarse a la iglesia de San Juan Bautista, de origen románico aunque profundamente trasformada en el siglo XVI. Aquí se encuentra la pila bautismal donde fue bautizada la santa el 7 de abril de 1515. Otro punto esencial de la ruta es la Plaza de Santa Teresa, centro neurálgico de Ávila y en la que puede verse dos de sus estatuas en el centro y en un lateral. Allí se reúnen turistas y lugareños, frente a la fachada de la Iglesia de San Pedro, para tomar algo en los soportales.
Lugares señoriales
Pero en Ávila hay mucho más, aquí se entremezclan rincones de aspecto medieval, como la plaza de los Dávila, con más de una docena de casas renacentistas de noble linaje, entre las que se pueden mencionar la mansión de los Velada, el palacio de los Valderrábano o el de Núñez Vela. Pero la construcción más sorprendente del entorno es el palacio de los Dávila. Se trata de una recia fortaleza formada en realidad por cuatro casas, la más antigua de ellas del siglo XIII. El conjunto destaca por sus almenas y por una famosa ventana de origen renacentista. Muy cerca se encuentra el Torreón de los Guzmanes, levantado en el siglo XVI, y que actualmente alberga la Diputación Provincial.
Otra edificación importante es la basílica de San Vicente, levantada en el siglo XII junto al lugar en que fueron martirizados tres santos en época de Diocleciano. Este templo está considerado el más bello ejemplo románico de la ciudad, si bien posee otros elementos arquitectónicos que fueron añadidos con posterioridad. El exterior del edificio se encuentra presidido por tres magníficos ábsides, la portada occidental, conocida también como el Pórtico de la Gloria de Ávila, y la fachada sur. Mientras, en el interior sobresalen las bóvedas y se puede admirar el sepulcro de los tres mártires, un importante monumento funerario protogótico atribuido al maestro Fruchel.
De nuevo fuera de las murallas, aunque muy próximo a la puerta de Los Leales, se sitúa el palacio de los Deanes. Originariamente, tal y como su propio nombre indica, esta monumental casa del siglo XVI fue construida para albergar a los sucesivos deanes (clérigos responsables de la administración del cabildo catedralicio) que tuvo Ávila a lo largo de su historia. Lo primero que llama la atención es su fachada renacentista, que presenta doble hilera de columnas, está decorada con escudos de estilo plateresco y coronada por pináculos barrocos. Estos elementos transmiten al conjunto un innegable aspecto señorial. En el interior, un edificio principal y varias dependencias se estructuran alrededor de un patio de dos galerías con arquerías góticas. Estas instalaciones albergan en la actualidad el Museo Provincial, que contiene interesantes secciones de arqueología, etnografía y bellas artes. El museo cuenta, además, con un edificio anejo, la antigua iglesia de Santo Tomé el Viejo (siglo XII).
Para reponer fuerzas
Sin duda, tantas visitas han abierto el apetito, pero no hay que preocuparse, estamos en uno de los mejores lugares para saciarlo. En cualquiera de los restaurantes de la capital abulense es posible descubrir la excelente gastronomía de la zona. Sobresalen los excelentes asados de tostón, cochinillo y cordero, además del famoso chuletón de ternera de Ávila.
No hay que olvidar tampoco otros contundentes platos como las judías de Barco de Ávila, blancas o rojas, las carillas, variedad de judías típicas de la zona, o los garbanzos de la Moraña. Platos como el cocido moragueño hecho con hortalizas y legumbres, repollo al ajo arriero, pimientos rellenos o las populares patatas revolconas, cocidas y machacadas, y aderezadas con pimentón y torreznillos.
En cuanto a la repostería hay una variedad de dulces típicos como las yemas de Santa Teresa, torrijas, amarguillos, huesitos, empiñonados, natillas, o tartas. Tanto el chuletón como las yemas tienen Denominación de Origen.
Enrique Sancho
Más información:
www.juntasemanasanta-avila.com
www.avilaturismo.com
El Museo Nacional del Prado ha recibido en depósito dos lienzos cuatrocentistas dedicados a la…
Dos libros de bolsillo sobre Wassily Kandinsky "Los años de Múnich" y "Forma, composición y…
El artista Pedro Torres, nacido en Brasil (Gloria de Dourados, Mato Grosso, 1982) y afincado…
Feriarte 2024 vuelve a consolidarte como el encuentro de referencia para los amantes del arte…
Bajo el título Make America Weird Again, el autor de cómics, Daniel Clowes, dialogará en…
La exposición ‘Nuestra Señora de las Mercedes. Una historia común’ continúa en Chile su itinerancia.…