El Museo del Prado presenta una sorprendente exposición en sus salas temporales que propone un poético paseo por la historia del arte a través de obras de pequeño formato. Cerca de 300 piezas, provenientes de las colecciones del museo y que raras veces se exhiben, se podrán admirar en esta muestra de gran particularidad.
A la manera de los gabinetes de artista, las fascinantes obras (que van desde la antigüedad hasta el siglo XX) se suceden en un cuidado recorrido de 17 salas. “La exposición es como un reactor nuclear encerrado en el Prado”, afirma Manuela Mena, comisaria de la muestra.
“Paseo esteticista”
“Es un paseo esteticista sobre la belleza del museo”, continúa Mena. “Aunque hay un sentido iconográfico, no se pierde el sentido académico, y nos damos cuenta de que nada ha cambiado y de que todo ha cambiado”, añade.
En este recorrido tan íntimo sobre el Museo del Prado el visitante podrá contemplar todos los géneros y los temas (desde la mitología, las imágenes de devoción y los retratos, a la naturaleza, a la reflexión sobre el ser humano, la exaltación del poder y la vida cotidiana), y también, los diferentes soportes y técnicas (cristal, mármol, tabla, lienzo, pizarra, cobre y hojalata).
Cuidado montaje expositivo
Bocetos preparatorios, pequeños retratos, cuadros de gabinete, esculturas y relieves se muestran aquí en todo su esplendor para acaparar la atención preferente del espectador en unas condiciones ideales de proximidad y reflexión. Además el cuidado montaje expositivo permite al espectador admirar cada obra en las mejores condiciones de proximidad y recogimiento.
Una copia de época romana de Palas Atenea en mármol blanco recibe al espectador en la exposición. A continuación, podemos ver piezas como la predela de La Anunciación de Fra Angelico o La Oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans. La Piedad de Roger van der Weyden, obras moralizandtes de El Bosco y piezas de Patinir se pueden ver en la tercera sala. Junto con el Autorretrato de Durero.
Escultura
La presencia de Felipe II domina el cuarto espacio dedicado a la escultura. En la quinta sala, una copia romana de Afrodita da paso al orden clásico de Rafael y Andrea del Sarto y a las diferentes interpretaciones del arte de la escuela italiana. Retratos de Moro, El Greco, Sánchez Coello, Orrente y de Velázquez cómo su Francisco Pacheco se pueden ver en la sexta sala.
Rubens aparece como protagonista de una sala dedicada a series como la de Los Sentidos en la que colabora con Jan Brueghel el Viejo o la serie de preparatorios para las pinturas de la Torre de la Parada. En la octava sala se despliegan bodegones y floreros que evidencian el concepto de vanitas que subyace en el arte del siglo XVII.
Paisaje y Velázquez
En otra sala dedicada al paisaje, se pueden ver las espléndidas Vistas de la Villa Medici de Velázquez que nunca antes se habían podido contemplar. Dos obras de Claudio de Lorena y Domenichino recuerdan el concepto de ‘paisaje clásico’ que recrea el mundo antiguo, y la Torre de Babel del flamenco Pieter Brueghel el Joven.
La décima sala del recorrido evidencia cómo los cuadros de gabinete se presentan, en el siglo XVII, de forma independiente y fragmentada, reflejando el gusto por representar de forma seriada la vida que pasa ante el artista. Las escenas de caza del flamenco Wouwerman unen la undécima sala con las anteriores a través de paisajes abiertos a los que se suman las escenas religiosas de Murillo.
Pinturas del Alcázar
En la duodécima sala, la primera del siglo XVIII, los monarcas de la casa de Borbón, Carlos II de Austria y Mariana de Neoburgo reciben al visitante junto a un boceto de la Familia de Felipe V de Jean Ranc. En la siguiente, se pueden contemplar muchos de los bocetos que Giaquinto, Tiepolo y Bayeu realizaron como preparación para las obras destinadas a decorar el desaparecido Alcázar Real.
En la sala catorce, se muestra la obra de pequeño formato de Luis Paret, uno de los artistas más apreciados del siglo XVIII español, como Muchacha durmiendo, que se muestra por primera vez tras su reciente adquisición.
Goya
La segunda mitad del siglo XVIII abre la sala quince a los temas populares que muestran una clase social en ascenso y personas de oficios diversos que incluían ya a la mujer, independiente y liberal. La maqueta del Gabinete de Ciencias Naturales que Villanueva presentó a Carlos III, que con el tiempo sería el Museo del Prado, preside el decimosexto ámbito en el que los bocetos, cuadros de gabinete y pequeños retratos de Goya se exhiben bajo la luz real de la claraboya de esta sala.
La pintura de pequeño formato del siglo XIX pone fin a este intenso y concentrado recorrido. Los románticos seguidores de Goya, como Alenza o Lucas, se unen a los preciosistas Jiménez de Aranda y Pradilla. El refinadísimo Fortuny protagoniza esta última sala junto a Madrazo, Rosales o Carlos de Haes.
El visitante encontrará a la salida con una curiosa despedida, un pequeño guiño de nuestro tiempo, la Gioconda (del Prado) representada por una tarjeta postal de principios de siglo que recoge en su reverso la noticia del robo del original del Louvre en 1911.
La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny
Del 21 de mayo al 10 de noviembre
Museo Nacional del Prado
Edifico Jerónimos, Salas A y B
Comisaria: Manuela MEna
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