Los tableros de juego de Alberto Giacometti en una muestra única

La escultura del artista Alberto Giacometti es la protagonista de una nueva exposición que se puede ver en Madrid. La muestra plantea las relaciones espaciales que Giacometti establece entre sus esculturas.

Giacometti. Terrenos de juego recorre toda la obra del artista, desde sus trabajos surrealistas hasta sus grandes figuras para la plaza del Chase Manhattan Bank. A lo largo de toda su trayectoria, Giacometti plantea su escultura como un “lugar” que podemos recorrer, como un terreno de juego entre el arte, la vida y la muerte.

La distancia adecuada
“El escultor buscaba el orden de los objetos, la distancia adecuada”, explica la comisaria de la exposición, Annabelle Görgen-Lammers. “La muestra va precisamente de eso, de los espacios intermedios y de las distancias entre los objetos”.

La exposición reúne cerca de 190 piezas, entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados y fotografías, procedentes de 32 prestigiosas colecciones internacionales públicas y privadas, entre las que destacan el MoMA de Nueva York, la Tate de Londres o el Centre Georges Pompidou.

En 1922, el joven Alberto comienza sus estudios de escultura en París, pero rechaza la escultura tradicional y la representación convencional de la realidad. De forma paralela, somete a sus esculturas a un proceso de simplificación plástica, creando un nuevo lenguaje que fascina a los surrealistas: sus cabezas se “aplanan y crea objetos sin pedestal, concebidos para jugar con ellos en las manos.

Entre sus obras surrealistas, Giacometti desarrolla, a principios de los años 30, esculturas horizontales, concebidas como maquetas de lugares. La más famosa es Maqueta para una plaza. Estas obras pioneras recuerdan, por su tamaño y su carácter, a tableros de juego, en los que el escultor “juega” con la ubicación de los distintos elementos sobre una plancha que los une.

Hacia las figuras hiperestilizadas
Después de la guerra, París se convierte para Giacometti en una gigantesca ciudad desconocida que debe recorrer y redescubrir, tal como muestra en su serie de litografías París sans fin y en emblemáticas esculturas como tres hombres que caminan.

Su pequeño taller estaba ubicado en el complejo de barracas de la calle Hippolyte Maindron, 46, cerca de Montparnasse, y era un pequeño espacio de 18 metros cuadrados: “no era más que un agujero. Pero cuanto más tiempo permanecía en él, más grande se volvía”, decía el artista.

En sus dibujos tempranos sobre el taller, Giacometti detalla la visión del espacio y la ubicación de todas las cosas; reproduce todos los objetos, dando la misma importancia a sus obras de arte que a sus elementos cotidianos.

Los retratos
El taller se convierte en su principal terreno de juego para las sesiones de retrato que hacía Giacometti y que, a veces, se prolongaban durante meses. Giacometti no pinta retratos en sentido clásico. Lo que tiene enfrente se convierte en motivo y modelo para el estudio de su percepción y de la variación que está percepción experimenta. Él decía que, cuanto más tiempo miraba un rostro familiar, tanto más ajeno le resultaba.

Dentro de su manera de percibir, la mirada del modelo era, para él, el elemento que dotaba de vitalidad a la cabeza. Así, la obra debía devolver la mirada al observador y transmitirle una sensación semejante a la que se obtiene al mirar un sujeto.

La plaza soñada
En 1958, Giacometti recibe el encargo de diseñar la explanada que se extiende ante el Chase Manhattan Bank en Nueva York. Tiene, por fin, la oportunidad de crear una gran plaza en un espacio público, tal y como llevaba soñando durante casi 30 años.

Sobre la mesa de su taller, con la ayuda de una maqueta arquitectónica suministrada por el cliente, Giacometti desarrolla el grupo de figuras para la gigantesca Chase Manhattan Plaza de Nueva York. Modela El hombre que camina, la Cabeza grande y la Mujer grande de pie como figuras diminutas, experimentando una y otra vez su ubicación. “Hombre que camina se trata de un icono del siglo XX”, asegura la comisaria de la exposición.

El hombre que camina aparece en la obra de Giacometti como la contrafigura de la hierática frontalidad de la mujer. Se convierte en el símbolo de la ansiada perfección vital que Giacometti buscaba para sí mismo y para su trabajo. Junto a Cabeza de hombre y Figura erguida, el hombre que camina es la tercera figura del grupo con el que Giacometti planifica su último y gran diseño de la plaza del Chase Manhattan.

Finalmente, el cliente renuncia al proyecto, argumentando, paradójicamente, que las figuras no forman la composición agrupada que él esperaba. No obstante, el artista sigue trabajando y presenta sus esculturas en diferentes exposiciones, en las que va variando constantemente su posición.
La muestra concluye con estas piezas paradigmáticas del artista.

Giacometti. Terrenos de juego
Del 13 de junio al 4 de agosto
Paseo de Recoletos, 23

Redacción

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