La selección de obras de la colección cubista de Telefónica que ahora se presenta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao está compuesta por 39 obras fechadas entre 1912 y 1933, realizadas por algunos de los mejores representantes del cubismo. A partir de un núcleo inicial de 11 pinturas del madrileño Juan Gris, reúne trabajos significativos de Albert Gleizes, Rafael Barradas, María Blanchard, Jean Metzinger, Louis Marcoussis, André Lhote, Joaquín Torres-García, Manuel Ángeles Ortiz, Vicente do Rego Monteiro, Auguste Herbin, Georges Valmier, Xul Solar, Joaquín Peinado y Emilio Pettoruti.
Una primera selección de obras de la colección, creada durante la última década por un comité de expertos, se presentó en Madrid en enero de 2005 y desde entonces se ha incrementado con nuevas adquisiciones y la colección ha itinerado por diversas sedes en ciudades como Barcelona, Valladolid, Pontevedra, Santiago de Chile, Buenos Aires y Neuquén (Argentina), Lima, Sao Paulo, Bruselas, Duisburg (Alemania) y Pekín.
La exposición podrá visitarse en la sala de arte contemporáneo del Museo de Bellas Artes de Bilbao hasta el 16 de febrero del año próximo gracias a Fundación Telefónica, que colabora habitualmente con el museo prestando para otras muestras obras destacadas de su colección, como las de los pintores surrealistas René Magritte, en 2011, o Paul Delvaux, este mismo año.
El cubismo es uno de los movimientos centrales de las vanguardias artísticas del siglo XX. Surgió en París a finales de la primera década del pasado siglo, con las novedosas ideas de Cézanne sobre la perspectiva y la percepción visual como punto de partida, y alcanzó gran complejidad y difusión. La colección cubista de Telefónica pone de relieve la diversidad de las propuestas cubistas, su carácter internacional y, como rasgo distintivo, la importante participación en el movimiento de artistas españoles y latinoamericanos.
De este modo, el cubismo cambió para siempre la forma de plasmar la naturaleza de los objetos cotidianos (pipas, veladores, instrumentos musicales, botellas, periódicos, fruteros…). Esto condujo, además, a una nueva manera de contemplar las obras de arte en la que el espectador recorre formas, líneas y colores, dispuestos según un ritmo propio que obliga no sólo a una contemplación sensorial sino también a un ejercicio intelectual de reconstrucción. Es lo que Picasso definió como “pintura pura”, una forma de representar que no persigue convertir el cuadro en una ilusión de la realidad.
Se introducen, además, letras y palabras pintadas o recortadas, y trozos de papel de periódico o pintado que se combinan en el lienzo con dibujo o pintura al óleo. Son los papiers collés a los que dieron inicio Braque y Picasso entre 1912-1914 y que tendrán enorme difusión bajo el término genérico de collage.
A partir de 1910 otros pintores se sumaron al movimiento, que se presentó públicamente en el Salón de los Independientes de París de 1911. Poco después, Juan Gris tomó el testigo de Picasso y Braque y, entre 1916 y 1925, surge una segunda fase del cubismo, o “cubismo sintético”, que redefinió el movimiento. En esta nueva acepción participaron también muchos otros artistas como Vicente Huidobro, Albert Gleizes, Jean Metzinger, André Lhote o María Blanchard. El color se vuelve más intenso y las formas más decoradas. La geometría se suaviza y los planos se superponen. Aumentan la sensación espacial y la profundidad de la composición. Juan Gris lo resumió en 1925 con estas palabras: “Hoy, evidentemente, me doy cuenta de que, en su comienzo, el cubismo no era sino un modo nuevo de representación del mundo. Sé bien que, al principio, el cubismo era un análisis… ahora que el análisis de ayer se ha convertido en síntesis por la expresión de relaciones entre los propios objetos, ya no cabe hacer ese reproche. Si lo que se llamaba cubismo no es sino un aspecto, el cubismo ha desaparecido; si es una estética, se ha incorporado a la pintura…”.
Cronológicamente la exposición comienza con Verres, journal et bouteille de vin, una obra inicial de Juan Gris fechada en 1913. Se trata de una pintura de pequeño formato que muestra la descomposición en planos y la armonía cromática características de su autor. La técnica del collage mezclada con el dibujo proporciona al espectador detalles que actúan como pistas para recomponer intelectualmente los objetos a los que alude el título.
Amiga de Juan Gris, María Blanchard desarrolló una etapa cubista geométrica entre 1916 y 1919. A pesar de ser un periodo breve, se entregó con tesón a los principios cubistas y creó una serie de bodegones de gran pureza geométrica. Representa, además, la importante contribución de las mujeres artistas a la vanguardia del siglo XX. Junto a Gris, además de Blanchard, estuvieron Albert Gleizes, Jean Metzinger y André Lhote. Gleizes es el segundo autor mejor representado en la colección, con cinco obras que van desde 1917 hasta 1925 y, entre ellas, un retrato del escritor, pintor y cineasta francés Jean Cocteau, personaje referencial de la vanguardia. Metzinger fue estrecho colaborador de Gleizes y juntos publicaron en 1912 Du cubisme, un influyente texto que sentó las bases del movimiento.
Por los mismo años, los uruguayos Rafael Barradas y Joaquín Torres-García, los argentinos Xul Solar y Emilio Pettoruti, o el brasileño Vicente do Rego Monteiro protagonizan la recepción del cubismo y su influencia en la modernización de las experiencias artísticas latinoamericanas. La singularidad de la pintura de Rafael Barradas se muestra en dos retratos, fechados en torno a 1920-1922, a los que el cubismo añade gran intensidad expresiva aún sin perder el carácter de representación propio del género
Pero el cubismo fue más allá del año 1920, fecha en la que tradicionalmente se ha establecido el final de su etapa más canónica, y se materializó en una influencia perdurable en numerosos artistas, como Manuel Ángeles Ortiz, Louis Marcoussis o Georges Valmier, que reinterpretaron y transformaron el lenguaje cubista. En Balcón abierto y plato con pescados (1924), Manuel Ángeles Ortiz añade aliento poético a los planteamientos cubistas con la incorporación del paisaje de fondo, mientras que Marcoussis, en una naturaleza muerta del año 1926, ejemplifica el llamado clasicismo moderno que también encarnó la obra de Juan Gris.
Todas estas obras tardías prueban la vigencia de un movimiento que, creado por Picasso y Braque, duró apenas una década, pero cuya capacidad de transformación lo convirtió en un legado estético perdurable.
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