Con tan sólo 5 años de edad embarca con su familia rumbo a las islas Filipinas, con motivo del alistamiento voluntario de su padre, teniente de Infantería, contra las insurrecciones en ultramar. Ingresa con ocho años en la Academia María Cristina, para la formación de los huérfanos de militares de Toledo, dónde marcado por la obra de El Greco comienza su formación artística. Ya siendo mayor de edad, el joven Ochoa, que había realizado varios cursos como cadete, tiene claro que prefiere los pinceles a las armas y se decide a ser pintor. Enrique Ochoa muere en Palma de Mallorca en 1978 y sus restos mortales son trasladados a su ciudad natal, dónde se le dedica una calle con su nombre.
En 2009, la exposición “Enrique Ochoa (1891-1978), el pintor de la música”, realizada en Aranjuez (Madrid), revisa la obra y la trayectoria de este artista desconocido por el gran público pero clave para la historia del arte español de principios del XX. El comisario de esta muestra, José Francisco Estévez, nieto del autor, destacó la necesidad de recuperar los testimonios de un pintor como Ochoa para “situar al artista y al hombre en un merecido lugar en la historia de nuestra pintura”. Su vida y obra está influenciada por el modernismo, el art decó, el surrealismo, la abstracción y el gestualismo americano.
El trabajo de Enrique Ochoa es imposible de clasificar en un concepto concreto, hecho que ha dificultado el reconocimiento de este artista total. La evolución de su pintura en el tiempo, influida por los gustos de la época, hace imposible encasillar a un artista pionero en la introducción de nuevas técnicas y tendencias. Sus retratos de mujeres son amables y con una clara influencia de los prerrafaelistas y el simbolismo. “Hay un tipo de mujer Ochoa, como hay un tipo de mujer Julio Romero de Torres, o un tipo de mujer Rafael Penagos”, calificó Bonet.
Durante su estancia en la isla de Mallorca, entre 1940 y 1948, Ochoa crea las “Imágenes internas” reflejo de un mundo onírico y da inicio a su etapa denominada “Plástica Musical”. Sus obras -pinturas y dibujos- se transforman de la figuración a la abstracción. La música y sus acordes son trasladados a la pintura para crear estados anímicos, como en “Strawinsky, pájaro de fuego” “El ángel rosa en la Pasión de San Mateo de Bach”, “La Catedral sumergida de Debussy” o la “Danza de fuego de Falla”.
Contemporáneo y amigo de Picasso, García Lorca, Alberti, Rubén Darío o Andrés Segovia, asiduo a los círculos intelectuales y las tertulias de Madrid, fue un artista en continua evolución, que se buscó por todos los caminos que el arte le ofreció. Recibió la Medalla Nacional de Pintura, el Premio de la Bienal de Venecia (1936) y el Premio Extraordinario Princesa Sofía (1969).
Tras su fallecimiento se celebraron exposiciones conmemorativas sobre el pintor en el Circulo de Bellas Artes de Madrid (1981) y en la Fundación Barceló (2007) así como la muestra “La sombra de Chopin en Valldemossa” (2008) y “Enrique Ochoa, el pintor de la música” (2009) en la Obra Social Caja Madrid.
Ochoa vuelve al Sur
Del 24 de enero al 23 de marzo
Salas de la Coracha
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Paseo de Reding, 1
Málaga
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