La exposición Wols: el cosmos y la calle, organizada por el Museo Reina Sofía, profundiza en la recuperación de los discursos dispersos del arte europeo surgido en el traumático período de la posguerra mundial y rescata, a través de unas 90 obras, la singular contribución artística de Wols.
La muestra del Museo Reina Sofía resulta única ya que, además de enlazar la producción de Wols con la propia colección del Museo – que cuenta con obras del creador alemán-, se ha concebido no como una retrospectiva con estructura cronológica sino como una exposición concentrada al mismo tiempo en los dos focos principales de su quehacer artístico.
Por un lado, repasa los dibujos, grabados, acuarelas y óleos “abstractos” producidos por Wols, tanto durante la Segunda Guerra Mundial como en la posguerra, cuando el artista soportaba una vida precaria en Francia. Por otro, revisa sus trabajos fotográficos, realizados antes del conflicto bélico, entre 1932 y 1938.
El Cosmos “es sinónimo de sus exquisitos dibujos, la creación de una visión de la energía universal que se expresa en fluidas construcciones de formas biológicas y orgánicas. La calle representa lo cotidiano, lo terrenal, los detalles prácticos de la existencia humana que revelan las fotografías de Wols” apunta Guy Brett, comisario de la exposición en el catálogo editado para la ocasión.
Se trata, en definitiva, de una exposición tanto para ser pensada como para ser mirada y en cuyo recorrido nos guiarán las propias palabras del artista, que muestra su complicidad con el espectador al afirmar que “ver significa cerrar los ojos”.
“Si consideramos las circunstancias que contribuyeron a formar la obra de Wols en las diversas etapas, así como sus preocupaciones y sensibilidades, se aprecia en ella un juego continuo entre la abstracción y la figuración. Uno de sus rasgos especiales es que abarca tanto la fotografía como la pintura. En cierto sentido, más allá de los diversos procedimientos técnicos que se requieren en uno y otro medio, el grado de abstracción de las fotografías «figurativas» es casi equiparable al grado de figuración de los dibujos, acuarelas y grabados «abstractos». Participan la una en la otra, al tiempo que permanecen diferenciadas. Se crea una zona fluida, un área de transición concebida como algo vasto y diminuto a la vez. En la creación de este espacio incierto radica la perspicacia y el ingenio de la obra de Wols” añade Guy Brett.
La exposición
La calle
Con la intención de conocer las raíces históricas de la producción de este autor alemán, la exposición muestra el trabajo fotográfico de Wols en los años treinta. Aquel período nos legó una colección de instantáneas que, si bien en un primer momento se podrían relacionar con la poética fotográfica del surrealismo, cobran un sentido muy diverso en el contexto de su obra posterior.
La fotografía, para Wols, era ante todo un proceso de experimentación formal desarrollado en beneficio de su pintura. Las circunstancias de su vida influyeron profundamente en sus obras fotográficas abstractas, que también aportan una peculiar reflexión sobre la tragedia de las décadas de 1930 y 1940. Es la fotografía de la pobreza, una fotografía que se contenta con los materiales de peor calidad y que surge de la miseria y el caos.
En el mundo pictórico de las fotografías de Wols -como ocurre en su pintura, con el delirio inducido por el alcohol- la imagen se desarrolla a partir de un objeto y después se desintegra en el proceso de creación, de modo que realza y trasciende su presencia material. En este aspecto, el Wols pintor y el Wols fotógrafo son muy similares. Tanto en la vertiente temática como en la meramente formal, la destrucción y laceración de las cosas y las personas son aspectos intrínsecos a su obra.
El cosmos
A partir de diversas colecciones públicas y privadas, el Museo Reina Sofía ha reunido en esta exposición algunos de los mejores dibujos y acuarelas del artista alemán, obras que, si bien han dado en llamarse «abstractas», obligan a revisar este término desde una nueva perspectiva: Wols creó formas totalmente novedosas.
Wols, a quien se ha visto como prototipo de artista asociado al devenir del existencialismo filosófico y literario, es uno de esos creadores bisagra que emprendieron en la posguerra proyectos personales que ilustraron un presente marcado por el trauma y el horizonte anti utópico.
En su contexto inmediato, su obra representa la evolución del surrealismo parisino de la década de 1930 hacia el existencialismo de posguerra, hacia el art brut, el informalismo, hacia artistas como Fautrier, Dubuffet, Giacometti y, en última instancia, Tinguely y Takis. La nueva concepción del espacio que lucha por abrirse camino entre estos artistas se intuía ya en las obras de Wols de los años 1940, donde se observa una paulatina transformación del espacio terrenal en espacio cósmico.
Las creaciones de Wols son terrenales, biológicas y viscerales, pero también reflejan un modelo del universo y un deseo de encontrar un nuevo lenguaje visual susceptible de abarcar la dilatada concepción del espacio y el tiempo asociada a los descubrimientos de la ciencia moderna. La muestra del Museo Reina Sofía se completa además con seis pinturas al óleo que vienen a servir de puente entre las fotografías y los dibujos de Wols.
Catálogo
Con motivo de la exposición, el Museo Reina Sofía ha publicado Wols: el cosmos y la calle, un catálogo ilustrado que incluye textos sobre el artista escritos por Jean Tardieu, Guy Brett, Ignacio Gómez de Liaño, Jan Thorn-Prikker con Volker Kahme, Georg Heusch, Hélio Oiticica y Jean-Paul Sartre. También contiene Aforismos, del propio Wols.
Biografía del artista
1919-1928 La familia se traslada a Dresden. Durante la etapa escolar, Wols demostró un interés especial por la música -tocaba el violín- y las ciencias, sobre todo la botánica y la zoología.
1929 En julio fallece su padre, a quien siempre había admirado. Este suceso le afectó profundamente. Abandonó los estudios. Rechazó un trabajo de violinista de orquesta y en cambio aceptó otro en un taller de Mercedes. Surge su interés por la fotografía.
1932 Asistió a una clase en la Bauhaus, durante su etapa en Berlín, y László Moholy-Nagy le aconsejó trabajar en París como fotógrafo. Wols siguió su consejo y en la capital francesa conoció a diversos artistas como Hans Arp y Nelly van Doesburg. Tocaba música, escribía, pintaba y trabajaba como profesor de alemán y fotógrafo retratista.
1933 Wols conoció a Gréty Dabija, anteriormente casada con el poeta surrealista francés Jacques Baron. En noviembre se trasladan juntos a España y pasaron varios meses en Ibiza y un año en Barcelona. Después llegó de Alemania el llamamiento de Wols al servicio militar. Wols se negó y se declaró refugiado. Fue declarado desertor.
1936 Wols y Gréty se encontraron de nuevo en París. Fernand Léger y Jacques Rivière consiguieron de las autoridades francesas que Wols pudiera permanecer en Francia. Adoptó el nombre de «Wols», palabra que entresacó de los restos de un telegrama roto. Aunque sólo tenía veintitrés años, adquirió cierto éxito como fotógrafo.
1937 La Asociación Francesa de Creadores de Moda encargó a Wols que fotografiara su exposición en el Pavillon de l’élégance de la Exposición Universal de París. Sus fotografías se publicaron en numerosas revistas de moda. Entabló contacto con pintores, poetas y actores relacionados con el movimiento surrealista. Retrató a muchos de ellos, como Tristan Tzara, Max Ernst, Alberto Giacometti o André Masson.
1939 Como ciudadano de un país hostil, Wols ingresó en un campo de internamiento y pasó catorce meses en constante traslado de un centro a otro. En uno de ellos conoció a otros dos artistas alemanes deportados, Max Ernst y Hans Bellmer. Por las noches, a la luz de las velas, Wols dibujaba y pintaba incesantemente.
1940 A finales de octubre Wols se casó con Gréty, que era ciudadana francesa desde su primer matrimonio. Gracias a ello se le concedió la liberación automática del internamiento y pasaron dos años de relativa tranquilidad en Cassis, cerca de Marsella.
1942-1944 Cuando Alemania ocupa la Francia libre, Wols volvió a estar en peligro. Huyó con Gréty a Dieulefit, cerca de Montélimar. Allí conoció al poeta, novelista y crítico de arte Henri-Pierre Roché, que llegó a ser un gran amigo y su primer coleccionista. A pesar de las condiciones sórdidas, Wols vivió una etapa muy creativa en la que produjo dibujos y acuarelas que avanzaban hacia una abstracción orgánica de proyecciones cósmicas.
1945 A instancias de Roché, el marchante parisino René Drouin viajó a Dieulefit para ver la obra de Wols. El resultado fue una exposición de acuarelas organizada -sin la aprobación de Wols- en la galería de Drouin en la place Vendôme. Wols y Gréty regresaron a París. Wols entabla amistad con Jean-Paul Sartre.
1947 A Sartre le fascinaba la personalidad outsider de Wols. Además de escribir profusamente sobre su obra, le ayudó económicamente. Wols ilustró con grabados exquisitos pequeñas ediciones de libros de Sartre y de una selección de autores, como Antonin Artaud y Franz Kafka.
1948-1951 La salud de Wols se deteriora paulatinamente. Firma un contrato de dos años con el galerista Pierre Loeb, lo que le dio cierta estabilidad económica. En 1951 Wols experimentó cierta mejoría al entrar en un programa de rehabilitación. Pero en agosto sufrió un envenenamiento alimentario, tal vez por el consumo de carne podrida, y no fue tratado adecuadamente. Por su propia voluntad, Gréty lo trasladó al Hotel Montalembert y falleció el 1 de septiembre a los 38 años de edad.
El Museo Nacional del Prado ha recibido en depósito dos lienzos cuatrocentistas dedicados a la…
Dos libros de bolsillo sobre Wassily Kandinsky "Los años de Múnich" y "Forma, composición y…
El artista Pedro Torres, nacido en Brasil (Gloria de Dourados, Mato Grosso, 1982) y afincado…
Feriarte 2024 vuelve a consolidarte como el encuentro de referencia para los amantes del arte…
Bajo el título Make America Weird Again, el autor de cómics, Daniel Clowes, dialogará en…
La exposición ‘Nuestra Señora de las Mercedes. Una historia común’ continúa en Chile su itinerancia.…