En el caso de la fotografía, desde su nacimiento, los nombres con apellidos de las mujeres se han escrito en frases cuto sujeto era protagonizado por nombres masculinos con los que trabajaron y compartieron su vida. Estoy pensando en Dora Maar, Lee Miller, Lucía Moholy o Gerda Taro… Cuanto más estrecho fuera el vínculo entre ambos, tanto más agresivo ha sido el olvido practicado con ellas.
La normalidad a la que hace referencia Munro pasa en nuestros días por la investigación y la recuperación de estas grandes artistas. Luz Marina Muñoz, profesora de Fotografía en la Universidad Popular y de los Centros de Acción Social de Palencia, ofrecerá un breve recorrido por la historia de la fotografía a través de las mujeres en la conferencia “Mujeres creadoras. Mujeres fotógrafas”, prevista para mañana, miércoles 5, a las 20 en el Museo Nacional de Escultura, dentro del programa de actividades que el centro ha organizado para celebrar la Semana Internacional de la Mujer.
El Museo Nacional de Escultura también pretende dirigir la mirada hacia lo femenino desde un punto de vista completamente opuesto: el de aquellas mujeres para las que el silencio y la entrega al amado es la regla. Para ello proyectará el viernes 7 a las 20 h, la película Thérèse, reconocida mundialmente en 1986, año de su estreno, por el Festival de Cannes y los Premios César.
Podría decirse que es una película a la gloria de las mujeres, que se acerca lo más posible a sus rostros. Una película sensual, donde todo es acariciado, rozado, incluso erotizado: manos, cabellos, sábanas, tocas, gatos, plumieres, cuadernos… Teresa, maravillosamente interpretada por Catherine Mouchet, irradia su luz personal en medio de todo esto: «Me conmovía la historia de esta niña que entra en el convento buscando algo; algo que encontrará, pero que también es, a la vez, su propia muerte».
Las referencias al mundo de la pintura son continuas. Todas las escenas se desarrollan sobre un fondo gris, a lo Manet (Cavalier se inspiró en el fondo de El niño del pífano). Y los planos de Teresa están construidos como los cuadros de los grandes maestros del barroco: composiciones cuidadosas y depuradas, estudio de los colores (la palidez de los rostros contra la oscuridad de los hábitos) y una atención intensa a la materialidad de los objetos: la aspereza de las mantas, las vísceras de los pescados, … que nos hace pensar en Georges La Tour y en la esencialidad de las naturalezas muertas del barroco.
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