El Museo nacional de Artes Decorativas quiere que los visitantes hagan un viaje 100 años atrás para descubrir cómo era el Museo durante las primeras décadas del siglo XX. En esta primera etapa, el denominado Museo Nacional de Artes Industriales, se ubicaba en pleno Madrid de los Austrias, en un piso en la calle Sacramento. A comienzos de los años 30 se trasladó, por falta de espacio, al pequeño palacete decimonónico que es hoy su sede sede.
¿Quién trabajaba en ese museo? ¿Quién lo visitaba? ¿Qué se aprendía en él? ¿Cuál era su gran empeño? Echamos la vista atrás para dar respuesta a estos interrogantes y para comprobar si hemos cambiado mucho en estos 100 años o si, por el contrario, seguimos siendo en esencia tal como éramos.
El Museo Nacional de Artes Industriales
En la despiadada carrera que los países europeos disputaban para conquistar los mercados de consumo, España se había hecho un modesto hueco con productos artísticos y artesanales de alta y mediana calidad. Su fomento y mejora se convirtió en el objetivo de un grupo de activistas intelectuales que, además, se preocuparon por adquirir una sólida formación técnica. Reformaron los métodos de la enseñanza en colegios y escuelas de artes y oficios, organizaron exposiciones, publicaron revistas y crearon el museo en diciembre de 1912. Para ellos, como para otros reformistas ingleses, las artes industriales tenían el mismo valor que el resto de las obras de creación.
Educación para el fomento de las Artes Industriales
El museo fue, ante todo, un lugar donde aprender. Sus colecciones, su biblioteca y sus talleres estaban dedicados a promover la cultura artística y técnica de las artes industriales. Lo especulativo y lo manual, lo bello y lo útil, se conjugaban para formar el espíritu humano y para modernizar la producción artesana e industrial. Como resultado, se preveía una mejora de las condiciones de la vida de los ciudadanos y el acrecentamiento de la riqueza del país. Esta vocación formativa tuvo su germen en el SouthKensington Museum (Londres), hoy Victoria&Albert.
El museo constituyó una pieza más de un vasto y brillante programa pedagógico que pretendía la reforma nacional a través de la enseñanza. Lo concibieron y promovieron la Institución Libre de Enseñanza y otros organismos públicos y privados que apostaban por el progreso.
Las salas de exposición: un libro abierto
Para el visitante de hoy la escenografía de hace 100 años resulta densa y anticuada. Pero esas paredes cubiertas de objetos tenían un propósito: componer una enciclopedia en tres dimensiones, en la que materiales, técnicas, formas y decoraciones se ofrecían a industriales, artesanos, artistas, arquitectos y estudiantes como fuente de inspiración y estudio. No sólo para ver, también para tocar.
Objetos de piedra, metal, madera, cerámica, marfil, concha, cuero, tejidos y artes gráficas constituyeron las primeras colecciones. Ordenados en series, mostraban los procesos de concepción artística y de ejecución técnica de cada especialidad.
El trabajo en el Museo
El personal del museo estaba integrado por un director, Rafael Domènech, un conservador, Luis Pérez Bueno, un restaurador, un bibliotecario y personal auxiliar. Reunieron colecciones representativas de las técnicas artísticas e industriales hispánicas y europeas, y las clasificaron, estudiaron y difundieron.
Organizaron una innovadora sección dedicada a la “pedagogía de las artes industriales”, que impartió talleres, cursos y conferencias, y organizó las que se denominaron “series técnicas”, secuencias de procedimientos para realizar esmaltes translúcidos, bordados, batik, tarso (decoración polícroma de la madera) y talla. Y formaron exposiciones itinerantes, llamadas “viajeras”.
Notables especialistas colaboraron en estas actividades. Francisco Pérez-Dolz, catedrático de la Escuela de Artes y Oficios, pintor y especialista en tejidos, difundió la técnica del batik. Gregorio Muñoz Dueñas, director de las escuelas de cerámica de Manises y de La Moncloa, realizó dibujos para las series decorativas.
Europeizar España y españolizar Europa
Entre 1890 y los inicios del siglo XX mejoró el equipamiento industrial en España. Las empresas dedicadas a los bienes de consumo necesitaban, para ser competitivas, tanto mejorar la calidad de sus productos, como dotarlos de una personalidad propia y reconocible.
Lo primero se consiguió estudiando los materiales y las técnicas autóctonos, a la vez que incorporando la moderna tecnología europea; lo segundo, indagando en las variadas raíces culturales hispánicas y combinándolas con las novedades proporcionadas por las Arts & Crafts, el Modernismo y, muy tímidamente, por las primeras Vanguardias.
Conservar lo que servía a los antepasados se convirtió en la base de nuestro progreso. Esa cultura sin edad, esa conciencia colectiva, esa marca nacional de raigambre noventayochista, capacitó a las industrias españolas para incorporar elementos foráneos más modernos. La fórmula, difundida por el museo, tuvo éxito.
El Museo en la Exposición Internacional de 1925
Celebrada en París, estuvo dedicada a las artes decorativas e industriales. La aparente modernidad del Art Nouveau y del Art Déco se topó con la ruptura de Le Corbusier y el Constructivismo ruso. Aunque el museo se alineaba con los primeros, su principal aporta ción fue presentar su modelo pedagógico.
En 1851, con la Great Exhibition de Londres, comenzaron las Exposiciones Universales. Eran un descomunal escaparate donde multitud de países y de empresas comerciales mostraban sus productos. El Ministerio de Instrucción Pública decidió tardíamente la participación española en la del 25. Comisionó a un grupo de profesionales, que se autodenominaron “los mosqueteros”, para que la coordinaran en un tiempo récord. Fueron el Director y el Subdirector del museo, Domènech y Pérez Bueno, junto con Pérez-Dolz y Artiñano, dos estudiosos afines a la institución.
C/ Montalbán, 12. Madrid
De martes a sábado de 9:30 hs. a 15:00 hs.
Domingos y festivos: De 10:00 hs a 15:00 hs.
Apertura vespertina (de 17:00 a 20:00 hs): jueves
Cerrado: Todos los lunes
CREACIÓN Y FUNCIÓN DE LAS ESCUELAS DE ARTES Y OFICIOS
EN ESPAÑA.
Las Escuelas de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos tienen su origen en los talleres de grabado en metal y piedras finas, así como otros oficios artesanos que se formaron en el Observatario Astronómico del Retiro madrileño, que trajo como consecuencia la creación del Real Conservatorio de Artes. Por Real Decreto de 1881, se ordenaron, organizaron y crearon dichas escuelas. Las enseñanzas que se impartían tenían carácter práctico y gratuito, con el fin y la idea de formar artísticamente y artesanalmente a la clase trabajadora. Por ello se optó por realizar las clases nocturnas y con absoluta libertad para presentarse a los exámenes.
Después de varias remodelaciones, en 1910, 1963, 1984 y 1990, entre otros cambios menores, se llega al año 2000, donde dichos centros tienen el título de Escuelas de Artes.
Las Escuelas de Artes y Oficios, desde su implantación, bien de carácter provincial, comarcal, local, etc., aparte de la difusión que han profesado en cuanto a función pedagógica, artística y cultural, han sido otras de las “fuentes” donde han bebido muchos de nuestros artistas”. En ellas se han formado, en principio para proseguir sus estudios e investigación por medio de pensiones, becas protección, venta de cuadros, objetos, etc. en las facultades, academias, escuelas, centros artísticos de las grandes ciudades, llegando a ser algunos profesores de estos entes.
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