Frecuentando la compañía de los grandes poetas de la generación del 27, el joven Gregorio Prieto se formó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando antes de continuar sus estudios en París y, más tarde, como pensionado en pintura de paisaje, en la Academia de España en Roma durante el período 1928–1933. Fue en la capital italiana donde eclosionó su pasión por la fotografía a raíz de su amistad con el también becado en pintura Eduardo Chicharro Briones, fotógrafo amateur que le apoyaba en la parte técnica y con el que concibió lasvanguardistas instantáneas que conforman la primera de sus etapas fotográficas.
Marineros y estatuas en Roma
Durante los años del pensionado romano de Gregorio Prieto, mientras desde París el Surrealismo lideraba los movimientos de vanguardia en Europa, en la Academia se promovía el respeto y la copia de los maestros clásicos. No obstante, Prieto supo aprovechar la oportunidad que le brindaban los viajes obligatorios que establecía el reglamento del pensionado, para conocerlas más modernas corrientes artísticasy a la vez visitar in situ las ruinas grecolatinas que tanto admiraba.
Exilio y regreso a España
Cuando en el verano de 1936 estalló la guerra en España, Gregorio Prieto buscó refugio en Londres; entonces no podía imaginar que iniciaba un exilio que duraría más de once años, hasta finales de 1947. En Inglaterra conoció la áspera vida del expatriado junto a otros compatriotas como su amigo el desdichado poeta Luis Cernuda, con el que convivió más de dos años en su piso londinense.
Tuvieron que pasar quince años desde las fotografías tomadas en Roma para que Gregorio Prieto, ahora un exiliado entrado en años deseoso de regresar a España, volviera a situarse delante de la cámara retomando con energía renovada su secreta debilidad narcisista. Esta vez, la resolución técnica de la que siempre adolecía el manchego recaía en el escultor hispano-inglés Fabio Barraclough, que participaba con entusiasmo en la elaboración de sus nuevas fotografías. Algunas fueron tomadas en
La reelaboración final de los autorretratos de Gregorio Prieto
Con el transcurrir del tiempo, a los retratos fotográficos de Gregorio Prieto en Roma, Inglaterra y España se les fue uniendo un repertorio enciclopédico con el que el manchego formó los cada vez más recargados collages postistas y los alucinados popares (su adaptación castiza del Pop-Art), rodeándose de las formas clásicas y religiosas que siempre le sedujeron y, poco a poco, de casi todo lo que exudara cierta eternidad, a veces lindando contradictoriamente con lo meramente famoso y efímero.
La vitalidad de estos collages realizados cuando el artista de Valdepeñas rebasaba los sesenta años, demuestra el ánimo entusiasta que le acompañó toda su vida y que culminó en 1990 con la anhelada inauguración de su Museo en su ciudad natal el mismo año en que fue nombrado académico honorario de San Fernando, a los noventa y tres años.
Gregorio Prieto y la fotografía
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