La Casa Encendida de Fundación Caja Madrid, el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos Sin Fronteras presentan el ciclo “Ruanda, veinte años después”.
Entre el 1 y el 8 de abril, cuatro sesiones analizarán, dos décadas después del genocidio, la situación actual del país y los pasos que se han dado hacia la reconciliación o las limitaciones para avanzar hacia una verdadera democracia que garantice la participación de los y las ruandeses.
Además, en la sesión inaugural se proyectará el documental “Ruanda. La reconciliación obligada” producido por Fora de Quadre y Contrast, y que forma parte de la serie documental “Después de la Paz. Bosnia, Líbano, Guatemala, Ruanda, Argentina, Camboya, Suráfrica” que explica y confronta los distintos caminos hacia la paz emprendidos en estos países.
Ruanda ha sido un país con gran concentración de recursos de cooperación internacional para el desarrollo durante décadas y, sin embargo, el balance en términos de desarrollo humano es discutible. Y más aún en términos de avances en verdad, justicia, reparación, garantías de no repetición o de una verdadera paz estable.
En el año 2014 se cumplen veinte años de uno de los acontecimientos que más ha impactado la conciencia colectiva en las últimas décadas: el genocidio de Ruanda del año 1994. La increíble magnitud de la tragedia, la crudeza de las imágenes que recorrieron todo el planeta y que difundieron todos los medios de comunicación pero, sobre todo, la falta de respuesta internacional y el abandono que vivió la población ruandesa durante meses, han ido configurando el drama ruandés como uno de los grandes fracasos de un mundo que dice defender los derechos humanos, que dice promover el desarrollo, que dice mejorar su ayuda humanitaria, pero que es incapaz, tan siquiera, de mitigar el sufrimiento de decenas de miles de seres humanos que se vieron abocados a una muerte atroz. Ruanda se ha convertido así en un símbolo de la realidad internacional y del olvido de muchos países y situaciones por parte la ciudadanía mundial.
Pero más allá de la necesaria autocrítica y de los Mea culpa que muchos mandatarios y organismos internacionales entonaron tras la tragedia, Ruanda fue el inicio de iniciativas y de propuestas que trataban, precisamente, de impedir que situaciones como aquellas volvieran a producirse.
Propuestas en el ámbito humanitario como el Código de Conducta para el socorro en casos de desastre del Movimiento de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y las ONG, el Proyecto Esfera o el impulso a la evaluación humanitaria, entre otras iniciativas tiene su origen en el impacto de la tragedia ruandesa. En el ámbito de la prevención y actuación ante conflictos la llamada “Responsabilidad de proteger” también tiene su origen en la crisis ruandesa.
En el plano jurídico, no solo se puso en marcha un Tribunal Penal Internacional para Ruanda con sede en Arusha sino que se utilizaron sistemas de justicia tradicional –los Tribunales Gacaca- para poder juzgar a los participantes en las atrocidades y avanzar en la reparación de las víctimas. En el ámbito político y de la actuación internacional, también los nuevos enfoques de las Operaciones de Paz de las Naciones Unidas basan parte de sus planteamientos en la experiencia ruandesa. En definitiva, aunque tarde y siempre de un modo reactivo, la comunidad internacional ha sido capaz de extraer algunas enseñanzas de aquel drama.
Foto de Juan Bartolomé en Casa Encendida