¿Qué impulsó a las gentes del valle de Boí a construir iglesias a unos cientos de metros unas de otras en esta tierra fría, aislada, de difícil acceso y poco poblada? ¿Cuáles fueron sus creencias para alzar esos campanarios que apuntan a Dios y que permitían convocar a los fieles y también advertirles de los peligros? ¿De dónde salieron aquellos artistas y obreros que con escasos medios supieron crear obras maestras para enseñanza de los fieles y gloria del Todopoderoso?
La historia cuenta que fueron los señores de Erill, aliados y súbditos de Alfonso el Batallador, rey de Aragón, que participaron en sus campañas de repoblación y reconquista y que con los recursos obtenidos de los botines de guerra quisieron promocionar la construcción de las iglesias de la Vall de Boí, una manera de mostrar su poder y de adquirir prestigio social. Y tal vez también de hacerse perdonar algunas de sus tropelías.
Tan virtuosa y tan ejemplar que a su muerte el Papa los hizo santos, y los pueblos donde habían nacido los adoptaron como patrones. Sus casas se transformaron en iglesias y las torres de sus amores en campanarios. Esta historia explica por qué los tres campanarios (Erill, Boí y Taüll) trazan una línea recta que además apunta a Roma, y por qué el del medio es pequeño y grueso, mientras que los otros dos son más esbeltos.
Patrimonio de la Humanidad
Quizá antes de adentrarse entre campanarios, ábsides y frescos de las iglesias, valga la pena hacer una visita al Centre del Romànic de la Vall de Boí, donde se puede organizar la ruta por el conjunto monumental. El Centro de Interpretación brinda información práctica para visitar cada uno de los templos y concierta visitas guiadas, previa reserva, durante todo el año. Las claves iniciales para entender y conocer el conjunto de iglesias románicas del valle, de dónde proviene la iconografía y la figuración tan característica del estilo, cómo era la sociedad medieval… son sólo algunos de los descubrimientos que el centro ofrece al visitante.
Aunque todas son bellas, sin duda la joya del valle es la iglesia de Sant Climent de Taüll, de una sobriedad austera que hace destacar justamente lo mejor del arte románico y cuya silueta luce imponente desde el siglo XII dentro de uno de los más bellos paisajes de la naturaleza. La iglesia es pequeña y el campanario majestuoso. El interior decepciona un poco, pero es una sensación pasajera. En efecto, sus paredes están prácticamente vacías de pinturas aunque bien rehabilitadas. El impresionante Pantocrátor que lucía en el ábside central, la mejor pintura del románico catalán, fue arrancado de su lugar de origen en 1919 y se exhibe en el Museo Nacional de Arte de Cataluña donde, según dicen, está a salvo de expolios y deterioros, aunque las gentes del valle de Boí no opinan igual, claro, y claman (seguramente como si estas altas montañas fueran un desierto) por su devolución.
Aunque están situados en pueblos distintos, las iglesias románicas del valle poseen una serie de rasgos comunes: una estructura sencilla, el delicado trabajo de la piedra en el exterior, los esbeltos campanarios y la fabulosa decoración mural del interior, aunque la mayoría de las que pueden verse son reproducciones. De entre ellas, destacan especialmente las composiciones pictóricas de San Joan de Boí, San Climent y Santa María de Taüll.
Naturaleza como espectáculo
Aigüestortes es único por la majestuosidad de sus paisajes y por la riqueza de la flora y fauna que acoge, ya que el parque está sembrado de abetos centenarios y bosques de pino negro. En él se refugian rebecos, urogallos, marmotas y el mítico y protegido quebrantahuesos.
El Parque Nacional ofrece, durante las cuatro estaciones del año, un programa de actividades que incluyen itinerarios con el servicio de guías interpretadores, salidas con raquetas de nieve en la época invernal, jornadas naturalistas, exposiciones, charlas y concursos que tienen como objetivo dar a conocer los principales valores naturales del Parque Nacional para mejorar la protección y la conservación de estos espacios privilegiados. Cuando se visita uno tiene la impresión de estar solo ante la naturaleza, sin embargo casi 300.000 personas lo visitan cada año.
Tiempo de relax
Recorrer los caminos de la cultura y el arte o los senderos de la naturaleza puede resultar cansado. Para reponer fuerzas, una buena opción es el cercano balneario de Caldas de Boí, a 5 kilómetros de Erill la Vall, rodeado de parajes espectaculares, lagos, ríos y saltos de agua. Tiene un delicioso aire decadente, pero ofrece programas de salud auténticos y vanguardistas, gracias a los 37 manantiales de aguas mineromedicinales de diferentes composiciones y temperaturas, buenas para beber o para abrazarse a ellas.
Los que quieran disfrutar de todos los tesoros del valle, harán bien en alojarse en Boí Taüll Resort, un complejo turístico ideal para disfrutar de unas vacaciones en plena naturaleza y practicar diferentes actividades y deportes de montaña. Su principal instalación es la estación de esquí de Boí Taüll, la más alta del pirineo, con más de 45 kilómetros disponibles divididos en 48 pistas. Durante largos meses hay cantidad de nieve y también excelente calidad. Tiene numerosos remontes en los que no hay colas ni masificación.
Y, naturalmente, Boí Taüll Resort también dispone de varios restaurantes donde disfrutar cocina internacional, pero también las especialidades de la zona, entre las que no pueden faltar la ensalada de montaña, el arroz a la cazuela con conejo y senderuelas, la sopa de pastor con tomillo, los canelones de setas, el bacañao al estilo de Taüll, los caracoles a la cazuela o la típica tortilla de “moixarrons” y “carreretes”.
Enrique Sancho
Más información:
www.centreromanic.com
www.aiguestortes.info
www.boitaullresort.com
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