Patrimonio Nacional gestiona 20.500 hectáreas de bosque y 589 de jardines históricos, de las cuales 154 han sido reconocidas como Paisajes Culturales Patrimonio de la Humanidad. En el centro de Madrid, formando parte de la Residencia Real, se encuentra el Jardín del Palacio o también conocido como «Campo del Moro”, creado por Felipe II cuando terminó el Alcázar e instaló la Corte en Madrid.
Durante la construcción del Palacio Real en el siglo XVIII se idearon varios proyectos para sus jardines. José Napoleón mostró especial atención por este parque –ya que no podía desplazarse a los Reales Sitios- y encargó a Juan de Villanueva ordenar el jardín con paseos arbolados y unirlo a la Casa de Campo mediante un túnel y un puente, éste realizado ya por Isidro González Velázquez bajo el reinado de Fernando VII.
Isabel II ordenó en 1843 la completa replantación del jardín según proyectos del arquitecto mayor Narciso Pascual y Colomer que seguían un trazado formal aún hoy perceptible. Muy descuidado durante el Sexenio revolucionario, la reina regente María Cristina de Habsburgo encargó a Ramón Oliva una reforma de tipo paisajista con paseos de trazado curvo que, ligeramente modificada tras la Guerra Civil, constituye el actual jardín histórico. Visitar estos jardines es gratuito
El Palacio Real de Madrid recibió 1.032.976 visitantes a lo largo de 2013, un 0,25% más que el año anterior y este año superará esta cifra. Está abierto al público, a la investigación en la Real Biblioteca o en el Archivo General de Palacio. Su interior alberga buen número de obras de arte de las colecciones reales, talleres de restauración y almacenes de tapices. Ha sido habitado por los sucesivos soberanos desde Carlos III, primer monarca que se instaló en 1764, hasta Alfonso XIII en 1931. El Palacio Real de Madrid es la residencia oficial del rey de España, Felipe VI, aunque en la actualidad vive en Zarzuela, utiliza el Palacio para las ceremonias de Estado y actos oficiales más relevantes.
Se asienta sobre el solar del antiguo Alcázar de Madrid, fortaleza medieval convertida en suntuoso palacio por Juan II, Carlos V y Felipe II, que lo convirtió desde 1561 en la residencia oficial de los reyes de España. El Alcázar, decorado espléndidamente por Felipe II y Felipe IV para cuya tarea empleó a Velázquez, fue destruido por un incendio en la Nochebuena de 1734.
Felipe V decidió construir entonces el nuevo Palacio Real, empleando al mejor arquitecto europeo de su tiempo, Filippo Juvarra. Cuando este murió en 1736 fue su discípulo Giambattista Sacchetti quien se encargó de realizar una adaptación de su grandioso proyecto que fue alterado por Francisco Sabatini, arquitecto de Carlos III. La decoración contó con Corrado Giaquinto como pintor de la Corte, el veneciano Giambattista Tiepolo y el alemán, de formación romana, Antonio Rafael Mengs.
El Salón del Trono y la Cámara llamada de Gasparini constituyen los conjuntos más representativos del gusto de Carlos III, apegado al estilo rococó en su versión italiana más exuberante. Los aposentos del rey Carlos III conserva toda la decoración fija dirigida por Sabatini y además se cuelgan los mejores cuadros de la Colección Real. El estilo neoclásico, la impresionante colección de arañas y los muebles franceses, llegan con Fernando VII. Las últimas modificaciones decorativas se realizaron en 1879 con Alfonso XII como rey.
Es de planta cuadrada con un patio principal en el centro, el Patio del Príncipe. La fachada principal se abre al sur sobre la Plaza de Armas y al oeste a través del Archivo General de Palacio y la Real Armería. Entre sus estancias, destaca el conjunto artístico del Salón del Trono, salón Gasparini, Capilla y Comedor de Gala. A poniente se extienden hacia el río los jardines de Palacio, conocidos como “Campo del Moro”.
El Palacio Real guarda muchos tesoros y, entre ellos, destaca el comedor real al que se puede acceder con la entrada general. El Comedor de Gala consta de con una gran mesa central compuesta por tableros que permite adaptar el tamaño hasta unos 140 invitados.
La presidencia siempre se sitúa en el centro de la mesa, bajo una de las grandes lámparas de cristal de las por quince que cuelgan del techo. En los laterales diez apliques permiten ver con más claridad los ricos y elegantes tapices flamencos tejidos con hilo de oro, plata, seda y lana.
Hay que imaginarse este lujoso comedor vestido con las más finas mantelerías, cubertería, cristalería y piezas de impecables porcelanas. Y para deleite de los allí invitados comienzan a aparecer los manjares procedentes de las cocinas reales que han servido a tantos ilustres personajes.
Las cocinas hoy en día no mantienen la actividad como en tiempos pasados, pero aún se utilizan en ocasiones especiales, aunque la mayoría de los banquetes se sirven a través de caterings. En este sentido, una de las anécdotas más significativas es la protagonizada por el Conde de Barcelona, D. Juan, padre del Rey, que decía que en el Palacio Real la comida siempre llegaba fría a la mesa, ya que los comedores están cinco plantas por encima de la cocina, y que sólo comía caliente cuando estaba de viaje.
El comedor de gala está en la vertical con otro comedor que existe, que es el de diario. En la entrada de la cocina hay un pasillo muy largo que comunica el palacio con las cocinas, pero justo a la derecha de la salida de la cocina hay una puerta que comunica con el comedor de diario a través de una escalera y un montaplatos que sube directamente a la planta principal del palacio, a la espalda de lo que era el comedor de diario. Esto facilitaba el transporte aunque la distancia es considerable entre las cocinas y los comedores.
La cocina de los Príncipes se ubicaba desde los tiempos de Carlos III hasta Fernando VII, en la zona oriental del Palacio Real de Madrid, mientras que en el ala occidental estaba situada la cocina de los Reyes. En el reinado de Isabel II, se renovó y unificó la gran cocina de Palacio en el primer sótano con ventanas a la Plaza de Oriente y acceso directo desde la calle. La cocina quedará con varias estancias, la sala de carne, de repostería, despiece, despensa, zona de limpieza de verduras con grandes pilas, otra sala con grandes cocinas de carbón, etc. Prácticamente todo el menaje de cocina es de finales siglo XIX y principios del XX.
La cocina se modifica en el siglo XIX. La cocina de Palacio es el resultado de la unión de tres cocinas, se unifican las cocinas de los Príncipes, la de los Reyes y la de Estado. Está diseñada en varias dependencias. La primera estancia es la llamada la cocina de repostería y en ella se pueden ver una gran colección de moldes para pasteles, flanes, tartas, galletas, etc., adquiridos en distintos lugares del mundo. También un horno de ángulo con salida permanente de agua caliente… En esta primera cocina se hacía el pan y los dulces más sabrosos. Destaca una pila con dos grifos, uno de ellos es una prensa para fruta y obtener zumos.
Después llegarán otras estancias preparadas con hornos para aves, carnes y pescados. Una sala de despiece y preparación de los alimentos con una gran nevera, cámaras, jaulas de porcelana y una gran pila. Apoyadas en la pared unas grandes paellas, enormes morteros, un trinchador con una base de tronco macizo, mesas interminables y repisas repletas de moldes dan paso a la siguiente sala donde nos esperan las cocinas de hierro y las chimeneas, ahora frías, pero que en su día cambiarían el color azabache por el rojo vivo. En todas las salas no faltan unas grandes pilas preparadas para limpiar las ollas, cazuelas, paellas, etc., que lucen brillantes, casi como espejos colocadas cada una en su lugar en las repisas que rodean las paredes de cada estancia.
Todas las mesas están ancladas al suelo para que no se puedan mover y facilitar las labores de cocina. La gran colección de moldes que se conservan en las cocinas siempre ha sido de gran preocupación para el personal de Palacio, porque si no está bien estañado hay mucho riesgo de intoxicación, ya que al mezclarse con determinados alimentos podían provocar reacciones de alto riesgo para la salud.
Las cocinas se conservan exactamente como se idearon en el siglo XIX con pequeñas variaciones. Han estado a pleno rendimiento hasta hace pocos años y se utilizaron con ocasión de la boda de los Príncipes de Asturias en 2004. Desde esa fecha los fogones de la cocina real ven pasar tranquilamente los nuevos tiempos, más al gusto del catering. Sirviendo de apoyo de lujo cuando se ha necesitado en actos oficiales y de gala. Aunque eso sí, están perfectamente cuidados y mantenidos por si se presenta la ocasión.
En la última estancia se puede ver una sala abierta con carbón donde una carretilla y una pala parecen invitar a cargar y encender las grandes chimeneas y las maravillosas cocinas de carbón azabache. Estos fogones siguen estando al uso pero se encienden en contadas ocasiones. Hierros labrados y con sellos algunos franceses, escudos reales, tiradores de bronce y sobre todo el brillo de las cocinas y chimeneas , impolutas que han sido capaces de cocinar desde los más sencillos pucheros a los más refinados manjares, dignos de reyes. Algunas de las cocinas que se muestran han asado piezas enteras de caza, terneros, etc.
Hasta la etapa del Alfonso XIII, último rey que vivió en Palacio, más de cien personas han trabajado en estas cocinas. Aún se puede adivinar e imaginar la actividad frenética, el sonido de platos, moldes, pucheros, fogones. El ir y venir del personal. La entrada del material, las verduras y animales, el trasiego y cruce de camareros para servir los grandes banquetes. A pesar del esmero con el que se trabajaba durante tantos años, la comida seguía llegando fría a la mesa.
Las cocinas siempre se sitúan en los lugares más alejados de las estancias presidenciale para que no les lleguen los olores y alejar el riesgo de incendio. Largos pasillos subterráneos recorren el palacio y es fácil imaginarse correr por ellos a los cocineros y camareros para después parar en seco, respirar y entrar como si nada hubiera pasado en el comedor real.
En el recorrido por estas dependencias hay situados varios calientaplatos, de carbón al principio, y eléctricos después, pero aunque ayudan a mantener la temperatura, el largo recorrido hasta los comedores, los pasillos interminables y las cinco plantas entre las cocinas y los comedores hacían de ésta una misión imposible.
La Real Armería, la más importante colección europea junto con la de Viena, ambas debidas a los Habsburgo, fue instalada junto al Alcázar por Felipe II y transferida al pabellón actual en 1891.
Datos de interés:
Palacio Real de Madrid (Bailén s/n. 28071. MADRID)
Horarios de invierno (octubre a marzo) Todos los días: 10:00 -18:00
Horarios de verano (abril a septiembre) Todos los días: 10:00 -20:00
Venta de entradas por Internet (www.patrimonionacional.es) o por teléfono (902.044.454)
Jardines del Moro entrada gratuita
http://www.patrimonionacional.es/
Imágenes: Palacio Real de Madrid. Copyright Patrimonio Nacional
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