Los desheredados de Sancha Dávila en el museo ABC

Francisco Sancha fue el retratista y cronista de la calle por excelencia. Nadie como él reflejó el Madrid costumbrista o el París burgués y el Londres cosmopolita de principios del siglo XX. El Museo ABC reúne más de 100 dibujos de su colección y recupera al maestro del «realismo crítico», un testigo clave para entender la transformación de la ciudad durante esas décadas convulsas.

La muestra, bajo el subtítulo El alma de la calle, ensalza la figura de uno de los artistas ilustradores españoles más importantes del pasado siglo -clave para entender la evolución del dibujo español- y reúne y muestra, por primera vez, su trabajo donde los más desfavorecidos son los protagonistas absolutos. En una época en que los ciudadanos se percibían como una masa, consiguió plasmar la individualidad de cada uno, empatizar con ellos y humanizarlos.

Los dibujos del maestro ilustrador Sancha (Málaga, 1874 – Oviedo, 1936), que se presentan en el Museo ABC, rompen con el academicismo hegemónico en el dibujo español de la época y permiten observar su evolución artística a través de un recorrido cronológico.

Destacan los comienzos del autor en Madrid, sus primeras obras para la revista Blanco y Negro en la que empieza a publicar en los últimos años del siglo XIX. La exposición continúa reflejando su trabajo para las revistas francesas Le Rire o L’ Assiette au Beurre y se presentan las estampas de su mejor trabajo, el Libro de las horas amargas que realizó durante el periodo en que se trasladó a Londres desde la capital francesa. Por último, su regreso a Madrid queda plasmado a través de algunos de sus mejores trabajos con escenas costumbristas para las revistas Blanco y Negro y Gedeón.

En la exposición, el autor muestra su versatilidad en la temática y su estilo, que evoluciona del expresionismo influenciado por Francisco de Goya o Leonardo Alenza, hasta una vertiente más realista. Adoptando las tendencias geométricas, consiguió manifestar una visión del paisaje casi metafísica.

Aunque algunos sectores de la crítica le acusaron de haber afrancesado su estilo, Sancha continuó siendo fiel a la escuela del 98, en la que se impuso un realismo descarnado y pesimista como reflejo de la profunda crisis que vivía el país. «Fue uno de los primeros, tras su estancia en París, en proponer un realismo crítico, a la manera del que bullía en Europa y que desembocó en el expresionismo, al que el autor malagueño confirió una impronta castiza», afirma el comisario de la exposición, Felipe Hernández Cava.

La muestra y el catálogo que la acompaña constituyen la primera gran revisión del trabajo de un artista clave de la historia del dibujo en España. En Francisco Sancha. El alma de la calle se trata no sólo de rescatar para el gran público la figura de un magnífico artista, sino también de descubrir una visión muy personal del realismo español que se vería quebrada por el estallido de la Guerra Civil.

Caricaturista de Blanco y Negro

Francisco Sancha (Málaga, 1874). Tras estudiar en la malagueña Escuela de San Telmo se mudó a Madrid en 1893. Empezó a publicar en diversas revistas en 1897, siendo los trabajos más celebrados las caricaturas que hizo para el popular semanario Madrid Cómico.

Su primera colaboración en Blanco y Negro se produjo el 23 de abril de 1898 con un chiste que abre esta exposición. La colección ABC conserva 902 dibujos, de los que se muestran 111. En 1900 se trasladó a París para participar de su bohemia y abrirse hueco en las mejores revistas francesas. Cuatro años después regresó a Madrid, donde permanecería hasta 1912. Durante ese tiempo se casó con Matilde Padrós, hija del dueño de unos grandes almacenes y una de las mujeres más brillantes de su época, a decir de José Ortega y Gasset, con la que tendría cinco hijos. Es en esos años cuando llega al cénit de su fama, gracias fundamentalmente a sus colaboraciones en Blanco y Negro, pero también por sus imágenes para Gedeón, Alegría o Gente Menuda.

No obstante, su falta de reconocimiento como pintor, pese a una segunda medalla en la Exposición Nacional de 1910 por su óleo El paseo de Su Eminencia, le sumió en el desencanto y le empujó a probar fortuna en Londres, a donde se trasladó con su familia. Su estancia en la capital británica, entre 1912 y 1922, estuvo llena de penalidades económicas, salvadas en parte gracias al apoyo de Matilde, lo que les llevó de nuevo a regresar a Madrid con cierta sensación de derrota.

Comenzó entonces una frenética actividad como colaborador de periódicos y revistas (El Sol, La Voz, Blanco y Negro, La Esfera, ABC), alternada con alguna que otra muestra pictórica. Y, aunque había sido recibido por sus colegas con un gran entusiasmo, los cambios de gusto que se iban produciendo y su tendencia al despilfarro le fueron marginando hasta volver a vivir de nuevo con muchas dificultades. En julio de 1936 se trasladó solo a Oviedo para ser el dibujante de plantilla del diario socialista Avance. El estallido de la guerra, unos días después, le llevó a la prisión de esa ciudad, donde fallecería a consecuencia de una severa úlcera de estómago el 26 de septiembre de 1936.

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