Pero lo más curioso de la exposición es que todas las portadas selecciondas aparecen firmadas por su anterior director Pedro J. Ramírez, enzarzado hoy en una batalla cainita contra su antigua editora y su sempiterno amigo y actual director Casimiro García Abadillo. Cosas de la letra pequeña del periodismo…
El proyecto une así el relato periodístico de los acontecimientos más relevantes desde el año 1989 y el universo plástico de un conjunto de creaciones de autores consagrados y jóvenes emergentes. El Mundo ha venido apostando por el arte en su stand anual de Arco, por donde han desfilado muchos de los artistas que participan en la exposición.
EL MUNDO celebra sus primeros 25 años de existencia con una exposición que se ha impuesto una ambiciosa tarea: al tiempo que narra en paralelo la andadura del periódico desde su nacimiento, en octubre de 1989, hasta el presente año 2014 y los principales sucesos históricos acaecidos en el mismo periodo –ilustrados por 250 portadas, fotografías e infografías, así como por las colaboraciones de destacados dibujantes como Ricardo Martínez o Gallego&Rey-, quiere recuperar la relación entre arte y periodismo -y entre artistas y periódicos- que dejó espléndidos testimonios en tantos bodegones cubistas, con sus collages de prensa, y en las vanguardistas experimentaciones gráficas de los constructivistas rusos y de
la alemana Bauhaus.
Como un eco de la secuencia de los hechos, figuran a modo de declaración de intenciones y llamada de atención algunas de las frases que cada mañana han venido encabezando el periódico; hemos descubierto que, curiosamente, la del primer día, del historiador romano Tácito, y la que representa el año 2014, de Adolfo Suárez, coinciden en su filosofía: optar siempre no por lo cómodo y seguro sino por el riesgo, porque en él hay esperanza. Éste es nuestro credo como informadores y a él hemos tratado de ser leales durante todos estos años. La cita acompaña siempre al logotipo del periódico, creado por el artista Pepe Cruz Novillo a modo de homenaje a la esfera como símbolo del mundo en movimiento y un cuerpo geométrico que ha ejercido una profunda fascinación desde Galileo; para la muestra ha desarrollado la idea con nuevos trabajos. Como tema artístico ha atraído la atención de creadores como Martín Chirino, Alberto Bañuelos y Jorge Pineda en obras que también encontramos en la exposición.
El nacimiento de EL MUNDO coincidió con el acontecimiento que marca simbólicamente el comienzo del siglo XXI antes de tiempo, la caída del Muro de Berlín, tema de un crudo montaje de Juan Garaizabal. Este bucle de cambio de época se cierra con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y los de marzo de 2004 en Madrid, ilustrados respectivamente por Miquel Navarro y Mar Solís. El primero nos ofrece, en una de sus ciudades, una metáfora de la fragilidad de nuestra civilización y de nuestras urbes. Muy directa es en cambio la visión del hallazgo y ejecución de Osama Bin Laden en el impresionante ciclo de pinturas de Kepa Garraza. Para tragedias como la de Ruanda y las que han venido después, ninguna imagen mejor que el Fiero monstruo de Goya, artista que siempre tiene algo que decir y que en Tú que no puedes nos ha dejado una metáfora visual fácil de interpretar: el poder absurdo e irracional que aplasta a los débiles. Algunas obras antiguas ponen el contrapunto a las actuales como recordatorio de que los problemas persisten y no se resuelven.
Estos problemas se plantean cerca y lejos: los nacionalismos vascos y catalán son oportunamente ilustrados por Jorge Oteiza y Antoni Tàpies, mientras que el vertiginoso desarrollo de China se deja intuir en una impactante fotografía nocturna de Shangai del pintor y fotógrafo José Manuel Ballester, que introduce también a Alemania en la exposición con su cuadro Postdamer Platz, una visión desnuda y geométrica que sin duda tiene algo que ver con el papel del país en las actuales tensiones dentro de nuestra sufrida Unión Europea.
Algunos de los nuevos personajes aparecidos en el escenario global parecen dar alguna esperanza: Barack Obama –retratado por Kepa Garraza-, el primer presidente negro de Estados Unidos, hizo recuperar la ilusión a pesar de las inercias que constantemente se le siguen oponiendo, y el Papa Francisco señala un cambio de rumbo en la Iglesia tras un prolongado inmovilismo.
Las grandes cuestiones sociales no podían dejar indiferentes a los artistas, aunque suelen ocupar menos páginas en los diarios –a menos que se trate de desastres concretos que son “noticia” durante un tiempo- que las noticias sobre política y economía con su acompañamiento, al parecer inevitable, de la corrupción –ligada sobre todo a la burbuja inmobiliaria, que podríamos ilustrar con la constructivista Escultura roja de Gerardo Rueda- y con la percepción de la creciente desconfianza de los ciudadanos en políticos e instituciones.
Deberían estar permanentemente en primer plano el calentamiento global y las demás amenazas al ecosistema y la pronto inevitable destrucción del planeta que alarman a artistas como Rablaci; los movimientos migratorios, que sólo reciben respuestas policiales y de autodefensa y preocupan al fotógrafo Ángel Marcos, y la pobreza y las hambrunas que de forma periódica condenan a muerte a extensas poblaciones de una u otra región – singularmente a África, siempre esclavizada y esquilmada- a pesar de la ingente producción global de alimentos. Irónicamente, mientras en las sociedades industrializadas crece el interés por la gastronomía, el hambre y la malnutrición afectan cada vez a más personas; podemos ilustrar estas carencias con obras como Tazas al límite de Cristino de Vera, maestro de despojamientos zurbaranescos, y Bodegón en grises de la pintora vasca Menchu Gal, que desarrolló una larga carrera hasta comienzos de nuestro siglo y algunas de cuyas naturalezas muertas nos remiten de nuevo a las del cubismo que recordábamos al principio.
Para concluir, las innovaciones tecnológicas, sobre todo la llegada de internet, que tratan Pablo Palazuelo, Paco Caparrós y Bernardí Roig, han supuesto una revolución en la vida cotidiana y singularmente en el mundo de la información y del acceso a ella. Más que nunca, el futuro está por definir y la prensa escrita habrá de ser capaz de responder a nuevos e insospechados desafíos.
Un cuarto de siglo después, nuestro periódico, como todo, sigue dando las mismas malas noticias, haciéndose eco de los abusos y de la corrupción. Tal vez nuestras frases, sobre todo alguna tan especial como la de Voltaire, cuando dijo la injusticia que se hace a un solo ser humano se hace a todos, puedan servir para alentar la reflexión y el diálogo.
Porque la prensa, en palabras de Arthur Miller, es una nación hablando consigo misma.
Rafael Sierra y Aurelio Fernández, Comisarios
Del 05 de noviembre de 2014 al 25 de enero de 2015
Sala 3
Mar–Sáb, 10–14h y 17:30–21h
Dom y Fest, 10:30–14h
Tarifas: Gratuito
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