La peregrinación del autor de estas líneas a Santiago de Compostela, con un centenar de peregrinos del Colegio San Agustín de Madrid, permitió constatar que el nuevo Portomarín conserva todo el encanto de las localidades primigenias.
Los dos pueblos originales, San Nicolás o de San Xoán y San Pedro de Portomarín, se convirtieron en uno, Portomarín, cuando se trasladaron al Monte de Cristo, sobre la orilla derecha del Miño. Las aguas del embalse no consiguieron terminar con el rico legado histórico de la población, ya que sus monumentos fueron trasladados, lo que permite disfrutar de la visita, junto con una reedificación de las casas hecha con mucho gusto, cosa rara en estos casos. Las vistas desde lo alto del Miño son espectaculares, y cuando las aguas bajan de nivel se pueden ver los restos del viejo Portomarín, y de su puente, uno de los romano medievales más célebres de la ruta.
Precisamente la portada principal de San Xoán deja sentir la influencia del famoso Pórtico de Santiago de Compostela, con idéntica inspiración apocalíptica. En el tímpano, se observa a Cristo en la mandorla, enmarcado por las arquivoltas, donde se acomodan los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis, con cítaras y otros instrumentos, formando la corte del Juez Supremo.
La iglesia de San Nicolás pertenecía a la Orden de San Juan de Jerusalén, que luego pasó a llamarse Orden de Malta. Los sanjuanistas se ocupaban de proteger este tramo del Camino de Santiago, el puente y los dos hospitales con que contaba entonces el burgo de San Pedro. También atendían el hospital de San Nicolás, fundado por Doña Urraca. Dicho hospital hoy desaparecido-, de 1.126, es obra del maestro Pedro Deustamben, más conocido como Pedro el Peregrino. De planta basilical, disponía de tres naves y ábside en la cabecera, donde se encontraba la capilla.
Lo que no se pudo rescatar del embalse fueron las mejores vides de la comarca en realidad, es éste el único tramo del Camino Francés en Galicia en que se pueden ver vides, pero eso no impidió que Portomarín sea famoso por su aguardiente, uno de los mejores de la región, y que cuenta con su propia fiesta, que se celebra todos los años entre marzo y abril. Un aguardiante que alegrará, sin duda, la visita del viajero o del peregrino y que constituye el mejor brindis al viejo nuevo Portomarín.
Jesús Caraballo
Tras la primera ronda de reuniones mantenidas esta semana por vía telemática con diversos representantes…
El libro, editado por el Museo Reina Sofía, es el catálogo que acompañó a la…
«En el aire conmovido…» es una exposición concebida por el filósofo e historiador del arte,…
"Árboles" es un exquisito libro que, a modo de arboreto de papel, nos presenta una…
El Museo Nacional del Prado ha recibido en depósito dos lienzos cuatrocentistas dedicados a la…
Dos libros de bolsillo sobre Wassily Kandinsky "Los años de Múnich" y "Forma, composición y…