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El Museo Carmen Thyssen Málaga rinde homenaje al gran maestro Manuel Barrón y Carrillo

Con motivo del bicentenario de Manuel Barrón y Carrillo (Sevilla, 1814-1884), el Museo Carmen Thyssen Málaga rinde homenaje al gran maestro de la pintura romántica de paisaje en Andalucía con un proyecto de intervención que reúne ocho obras de la Colección Carmen Thyssen. Es el primer proyecto de estas características que se desarrolla en el Palacio de Villalón con el objetivo de fomentar, dinamizar y crear nuevos discursos expositivos con las obras de la Colección Carmen Thyssen. Desde hoy y hasta el 11 de enero del próximo año.

Las ocho obras que integran el proyecto Manuel Barrón, 1814-2014. Bicentenario son las siguientes: Vista de Cádiz, 1854; Puerto de Málaga, 1847; Vista del Guadalquivir, 1854; Cruzando el Guadalquivir, c.1855; Fiesta popular en los alrededores de Sevilla, c.1845-1850; Vista del puerto de Miravete, camino antiguo de Madrid, 1869; Emboscada a unos bandoleros en la cueva del Gato, 1869; y la obra Paisaje rondeño con bandoleros, 1856.

“Este proyecto se basa en una nueva línea de trabajo en torno a la Colección permanente del Museo con la que queremos establecer breves relatos o miradas más detenidas sobre ella y profundizar en la historia de un autor o de una obra de arte, a fin a hacerla más cercana al espectador”, explica la directora artística del Museo. A lo que añade que “en este caso, se dinamiza la Colección permanente del Museo, estableciendo otras lecturas o revisiones a las ya establecidas en su discurso habitual”.

Todas las obras que integran Manuel Barrón, 1814-2014. Bicentenario, ya expuestas en la Colección permanente del Museo, testimonian la evolución de Manuel Barrón y Carrillo, que fue discípulo del pintor Antonio Cabral Bejarano, desde composiciones clasicistas, descriptivas, ordenadas y con predominio del dibujo, hacia obras plenamente románticas, en las que tuvieron una influencia decisiva los grandes paisajistas románticos que visitaron Sevilla -Genaro Pérez Villaamil y David Roberts- y a los que Barrón conoció.

Manuel Barrón y Carrillo, el gran maestro de los paisajes en Andalucía

Fue discípulo de Antonio Cabral Bejarano, presente también en la Colección del Museo Carmen Thyssen. Barrón se formó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, siendo atento alumno entre 1828 y 1835. Años más tarde, en 1872, llegaría a ser director de la misma, responsabilidad que ocupó hasta el momento de su fallecimiento, el 15 de enero de 1884. Fue, además, un personaje activo, promoviendo la creación del Liceo Artístico, en 1838, y siendo miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Barrón y Carrillo, aportó una producción artística protagonizada decididamente por el paisaje. Trabajó también otros géneros, como el bodegón o el retrato, pero se trata de una producción menor frente a su verdadera especialidad paisajista. La Colección Carmen Thyssen posee un generoso repertorio de este autor, compuesto por ocho obras representativas de sus temas más habituales. Son piezas que se caracterizan por la utilización de una composición equilibrada, un color sereno y una gama cromática proporcionada.

Tres de las obras de la Colección representan vistas de ciudades. En estos cuadros el pintor muestra sus edificios monumentales, vinculando la idea de paisaje romántico con lo pintoresco. Estas obras, de mediano formato, estaban dirigidas a una burguesía próspera que deseaba decorar sus mansiones y ambientes domésticos con recuerdos de ciudades y vistas, también servían a un tímido comercio exterior, que los empleaba como recuerdos de viaje. En ocasiones, estos cuadros, de esencia descriptiva, aunque idealizada, están inspirados en la obra gráfica que ilustraba libros de viajes. Este es el caso de la vista del Puerto de Málaga, 1847, inspirado en el grabado de Alexandre de Laborde, perteneciente al libro editado en París en 1806, Voyage pittoresque et historique de l’Espagne.

Otros ejemplos, presentes en la Colección Carmen Thyssen son Vista de Cádiz, 1854, donde muestra una poderosa visión de sus murallas, demostrando la importancia de la ciudad como metrópoli de las colonias americanas durante el siglo XVIII, y la visión más grácil y cortesana de Sevilla, con la generosa y monumental perspectiva que ofrecía la ciudad a los viajeros que llegaban desde el sur, surcando el río en Vista del Guadalquivir, 1854. En ella pueden contemplarse la Torre del Oro, el Palacio de San Telmo y la Catedral, sin olvidar la actividad social de su población, la clase popular buscando sustento pescando en el río, y la aristocracia y burguesía paseando con elegantes atuendos por su ribera. La campiña sevillana y sus alrededores, fueron protagonistas de representaciones de carácter festivo y amable, donde el pintor no olvida la presencia humana, de pequeña proporción frente al paisaje, una de las constantes de sus obras.

Hacia 1830 España ya se había convertido en un destino exótico para escritores y pintores. Numerosos viajeros, procedentes de Europa cambiaron el destino del Grand Tour, que partía de las islas Británicas o de Francia para dirigirse a Italia, por un final en un país diferente, cuya complicada orografía y costumbres ancestrales les brindaba la idea de aventura.

En 1829 el diplomático norteamericano Washington Irving se encontraba en España y se mostraba fascinado por los restos de la cultura hispano-musulmana. No estaba sólo, cercano a esas fechas, hay otros viajeros, entre ellos Richard Ford, quien en 1830 se trasladó a la península fijando su residencia de invierno en Sevilla y viviendo durante el verano en la Alhambra. Barrón no fue ajeno a ello, como se demuestra en Los Reales Alcázares de Sevilla, 1850, (Museo del Romanticismo).

Otro de sus paisajes favoritos fue el de la Serranía de Ronda, sus oquedades y cuevas y lo abrupto del terreno propiciaron que fuera lugar de refugio y guerrilla para bandoleros y contrabandistas. Estos personajes fuera de la ley, estuvieron envueltos durante el siglo XIX en un halo de leyenda, auspiciado por la literatura que los mostraba como prototipos entre lo popular y la rebeldía. Ensalzados como héroes de una marginalidad que los convertía en seres diferentes, de ahí pasaron a ser asunto especial para el romanticismo.

De las obras que posee el Museo Carmen Thyssen, tres de ellas confirman el gusto del pintor por este tema. Vista del puerto de Miravete, camino antiguo de Madrid, 1869, donde muestra la escena del asalto con un cierto sentido del humor, bajo el telón de una hermosa puesta de sol, Paisaje rondeño con bandoleros, 1856, y Emboscada a unos bandoleros en la cueva del Gato, 1869, en estas obras da rienda suelta a su concepto escenográfico y teatral del paisaje, sin olvidar un concepto emotivo del mismo. Curiosamente, la Cueva del Gato será un enclave orográfico pintado en varias ocasiones por Barrón. Es el caso de Contrabandistas en la Serranía de Ronda, c. 1850, (Museo del Romanticismo, óleo sobre lienzo) o Contrabandistas en la Cueva del Gato, (Museo de Bellas Artes de Sevilla) donde existen otras dos piezas que forman una pequeña serie temática, Lavanderas al pie de la ciudad de Ronda, y Contrabandistas en la serranía de Ronda.

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