Fascinado por la obra de Delvaux desde 1962, Pierre Ghêne inició su colección a principios de la década de 1970 y desde entonces no ha dejado de crecer, sumando ya varios centenares de obras, la mayor parte de las cuales se encuentran en el Musée d’Ixelles.
Tras haber experimentado con el realismo, el fauvismo y el expresionismo, Delvaux descubre la obra de Magritte y Giorgio de Chirico. El surrealismo se convierte en la revelación más decisiva para el artista, aunque él mismo no llega nunca a considerarse propiamente un pintor surrealista. Le interesa más la atmósfera poética y misteriosa del movimiento que su lucha iconoclasta, por lo que, a partir de la década de 1930, crea un universo propio y original, libre de las reglas de la lógica universal, y que se sitúa entre el clasicismo y la modernidad, entre el sueño y la realidad. Su obra destaca por la unidad estilística y está marcada por un ambiente extraño y enigmático. Sus protagonistas, de la mujer a los trenes, pasando por los esqueletos y la arquitectura, son parte de este universo, seres aislados, ensimismados, casi sonámbulos, que se ubican en escenarios a menudo nocturnos y sin relación aparente; el único vínculo entre ellos son las propias vivencias del artista.
Procedente de una familia de abogados, Delvaux consigue el permiso de su padre para acceder a la Academia de Bellas Artes de Bruselas, donde, tras un breve periodo dedicado a la arquitectura, estudia pintura decorativa, graduándose en 1924. En sus primeras obras se observa la influencia de los expresionistas flamencos, como Constant Permeke y Gustave de Smet, que constituyen la vanguardia belga del momento. Ya entonces comienza a mostrar interés por la representación del ser humano, sobre todo de la mujer, que se mantiene como una constante a lo largo de su carrera. A mediados de la década de 1930, descubre el surrealismo y, aunque participa en la Exposición Internacional del Surrealismo en París, en 1938, y en otras posteriores en Ámsterdam y México, se mantiene al margen del grupo, preocupado por conservar su independencia de pensamiento.
Venus yacente
En esta versión de 1932 la ejecución es especialmente original. Delvaux estaba entonces próximo al expresionismo y en ella puede verse la influencia de James Ensor, sobre todo en el recurso a lo grotesco y en la atmósfera extraña que lo invade. Todavía no ha creado su universo surrealista, pero ya muestra algunos elementos esenciales como la mujer, el esqueleto, lo insólito, la angustia…
Dos años después admira la obra de De Chirico en la exposición Minotaure, celebrada en 1934 en Bruselas, y en El sueño (1935) muestra ya los nuevos planteamientos creativos, en los que la realidad onírica se impone a la objetiva. La protagonista de este lienzo no remite directamente a una Venus, sino que representa a la mujer en sentido general, como una portavoz del género femenino. Debido probablemente a que su relación con el sexo opuesto no fue fácil (tuvo una madre autoritaria, un amor platónico, un matrimonio frustrado…), el tema de la mujer es una de las obsesiones de Delvaux y se refleja en su obra con jóvenes bellas y misteriosas, inalcanzables para él.
El doble (parejas y espejos)
Para algunos expertos, Delvaux recurre al lesbianismo para indicar su decepción con las relaciones heterosexuales, a las que tiende a estigmatizar en sus obras, condenando a los personajes de sexo opuesto a la falta de contacto y de diálogo. En Pigmalión (1939) –en la exposición se muestra un estudio previo–, el personaje femenino prefiere una escultura de piedra a un hombre, invirtiendo el mito original por el que un escultor se enamora de la estatua que él mismo ha tallado. En el cuadro, cada miembro de la pareja posee en segundo plano su alter ego. Es el tema del doble, muy presente también en la producción del artista, y que remite así mismo a los espejos como elementos relevantes de sus obras. En algunas de ellas, tituladas explícitamente Mujer ante el espejo –como la perteneciente a la Colección permanente del Museo, de 1936–, atribuye un papel activo al reflejo, prefiriendo la realidad imaginaria a la tangible
Arquitecturas (Acrópolis) La arquitectura ocupa un lugar preferente en la obra de Delvaux desde mediados de la década de 1930. Ya de niño le apasiona la mitología clásica y dibuja batallas como las que lee en la Ilíada y la Odisea. Entre 1924 y 1925 dedica su primer lienzo a la mitología, El regreso de Ulises, anunciando ya la importancia que tendrá el mundo clásico en su producción, aunque lo trata sin grandes libertades interpretativas.
El resultado no le convence y abandona la temática en favor del expresionismo, para recuperarla en 1934. La influencia de De Chirico se revela en esta vuelta a la cultura clásica, pieza clave de su iconografía que se manifiesta no solo a través de la arquitectura, sino también de la mitología o la vestimenta de las figuras femeninas. La Antigüedad supone para él una escapatoria del mundo cotidiano, una forma de liberar la imaginación que, además, le resulta reconfortante.
Las arquitecturas que aparecen en sus lienzos están pintadas con precisión. Delvaux se documenta sobre cada elemento que utiliza a partir de maquetas y de fotografías, deseoso de representar la realidad de una manera fiel. La arquitectura clásica se hace cada vez más exacta, sobre todo tras los viajes a Italia, en 1937 y 1939, y a Grecia, en 1956, y la iconografía de la ciudad antigua se vuelve también más recurrente, en detrimento de las ruinas, haciendo referencia a edificios y vestigios reales. En esta época aclara la paleta y concede una nueva importancia al color.
Estaciones
Abandona después el mundo de los trenes para volver a él, más preparado académicamente, en la década de 1940; será desde entonces indisociable de su identidad pictórica, hasta el punto de que se le llega a conocer como el «pintor de estaciones». Sin una referencia real sobre su trayectoria, Delvaux sitúa trenes y tranvías en decorados de la época o en ciudades de la Antigüedad, en escenas protagonizadas por mujeres que aguardan en andenes o salas de espera la llegada de una cita o el inicio de un viaje. En referencia a sus propios recuerdos infantiles, a partir de 1950, pinta una serie de escenas nocturnas en las que unas niñas esperan en estaciones desiertas, ilustrando sus miedos frente al mundo de los adultos. La tensión erótica de los años cuarenta da paso a la tranquilidad y la calma, como en El viaducto (1963), donde todo está paralizado, como a la espera de un acontecimiento que no acaba de producirse.
El armazón de la vida
En la década de 1950, realiza una serie de versiones de la Pasión de Cristo (la Crucifixión, el Descendimiento o el Entierro) protagonizadas también por esqueletos, que se exponen en 1954 en la Bienal de Venecia y cuyo lema es Lo fantástico en el arte. Provoca un escándalo sin pretenderlo, magnificado por el cardenal Roncalli –futuro Papa Juan XXIII–, que las condena por herejía.
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Ciclo de conferencias Cinco surrealistas en las Colecciones Thyssen-Bornemisza Guillermo Solana, director artístico del Museo, presentará en un ciclo de conferencias a cinco artistas surrealistas presentes en las Colecciones Thyssen-Bornemisza: Max Ernst, Yves Tanguy, René Magritte, y Salvador Dalí, reservando la última sesión a Paul Delvaux. El ciclo tendrá lugar varios jueves entre los meses de marzo y abril de 2015, de 17.30 a 18.30 horas, en el salón de actos del Museo. El acceso será libre hasta completar el aforo.
FICHA DE LA EXPOSICIÓN
Organizador: Museo Thyssen-Bornemisza, en colaboración con el Musée d’Ixelles, Bruselas
Sede y fechas: Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, del 24 de febrero al 7 de junio de 2015
Comisaria: Laura Neve, colaboradora científica del Musée d’Ixelles
Coordinadora: Laura Andrada, Área de Conservación del Museo Thyssen-Bornemisza
Número de obras: 53
Publicaciones: Catálogo con textos de Laura Neve y José Jiménez, edición en español; publicación digital en la app Quiosco Thyssen, para tabletas y smartphones, en español e inglés y gratuita
INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE:
Museo Thyssen-Bornemisza
Dirección: Paseo del Prado 8. 28014, Madrid. Salas Moneo, planta -1
Horario: de martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas
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