Suele decirse que el Danubio, el gran río que atraviesa Europa, divide Budapest en dos partes que son las que dan nombre a la ciudad: Buda y Pest. Pero la realidad es casi la contraria. El Danubio une las dos antiguas ciudades formando una sola. Es ese río prodigioso el que da sentido a la capital de Hungría, el que permite apreciar en su verdadera dimensión las dos partes.
Los que conocen bien la ciudad advierten a los visitantes que la mejor forma de apreciar su dimensión y belleza, es admirar Pest desde las colinas de Buda y contemplar Buda a la sombra del gigantesco Parlamento de Pest. De esta forma se tiene una idea muy completa de su tamaño, se valoran mejor las proporciones y resulta muy fácil localizar los edificios que se quieren visitar. Todo es posible gracias a la perspectiva que el Danubio proporciona.
Buda representa lo mejor del pasado. En lo alto de la colina se erige el antiguo Palacio Real, la iglesia Matías, el Bastión de los Pescadores y la ciudad civil medieval de Buda, agradable y acogedora como una pequeña aldea. Enfrente, en la llanura, se extiende Pest, la ciudad de la libertad y la vitalidad, con sus oficinas, casas suntuosas y locales mundanos. Pest es el presente, se encuentran en esta parte de la ciudad la mayoría de los teatros, cines y clubs, muchos restaurantes, cafeterías y tiendas deslumbrantes.
Una buena forma de tener una visión global de la ciudad es subiendo a lo alto de la Colina Gellért, a cuyos pies está el célebre balneario del mismo nombre, donde se encuentra la Ciudadela. Desde el borde de las murallas y en varios miradores se consigue una espectacular perspectiva de Buda y Pest abrazadas por el Danubio.
Recorriendo Buda
El lugar donde termina el funicular, junto a la entrada a los jardines del Palacio Real, es un buen puesto de observación para apreciar la singular panorámica de Budapest y vivir el ambiente del verdadero corazón de Buda. Aquí, los viejos edificios, testigos de un pasado glorioso, se muestran en todo su esplendor. Algunos de ellos han sido escenario de sucesos históricos que conmovieron a Europa.
Es el caso, por ejemplo, de la Iglesia de Matías, donde los ciudadanos de Buda excomulgaron al papa Bonifacio VIII en el año 1302. También aquí fueron coronados muchos de los reyes húngaros, después de hacerlo en la antigua ciudad real de Székesfehérvár, y los últimos gobernantes de la dinastía de los Habsburgo, el emperador Francisco José y su esposa Isabel (Sissi) que tuvieron que esperar casi veinte años, hasta el Compromiso de 1867 y Carlos IV.
El enorme complejo del Palacio Real ha sido reconstruido al menos seis veces en los últimos siete siglos. Hoy ya no tiene utilización como residencia pero su amplia superficie permite albergar dos de los más importantes museos de la ciudad: la Galería Nacional de Hungría y el Museo de Historia de Budapest. En la primera y a lo largo de cuatro plantas se expone la evolución del arte húngaro desde el siglo XI hasta hoy. El pintor moderno más representativo es el triste Tivadar Kosztka Csontváry, que ha sido comparado con Van Gogh.
Fuera del Palacio los pasos se encaminan hacia la iglesia Matías que no lleva el nombre de un santo, sino un gobernante: el rey Matías Corvino, que se desposó en esta iglesia dos veces (la iglesia en realidad se llama de Nuestra Señora) es el corazón del Barrio del Castillo, y éste el centro de Buda.
Como ocurre en muchos lugares de esta ciudad, hay que mirar a lo alto de la iglesia Matías para apreciar el bellísimo tejado de coloridos azulejos que acaba de ser remodelado. En el interior destacan las vidrieras, los frescos y las decoraciones murales. En la coronación de Francisco José y Sissi, el más célebre compositor húngaro, Franz Liszt, estrenó aquí su Misa de la Coronación, aunque él mismo no pudo dirigirla porque llegó a la iglesia sin invitación. Al parecer un párroco amigo le permitió colarse y, ya que no dirigirla, al menos escucharla.
Uno de los puntos claves del recorrido por el Barrio del Castillo es el Bastión de los Pescadores, que aunque parece medieval fue construido en 1905, y que lleva ese nombre porque los pescadores eran los responsables de la defensa de la ciudad en esta parte de la muralla y desde donde se ofrecen las mejores vistas de Pest y el Danubio. Las pintorescas callejuelas que forman el barrio del Castillo, están edificadas sobre cimientos medievales y todavía conservan algunos restos de la época. Puede visitarse una de esas casas medievales en la actual Casa de los Vinos Húngaros, donde pagando una módica entrada, pueden degustarse hasta 70 deliciosos vinos del país y conocer sus orígenes y métodos de elaboración. Aunque nadie pone pegas, es recomendable hacer como los buenos catadores, probar el vino pero no tragarlo; 70 pequeños tragos es mucho vino.
En la zona hay muchos restaurantes y, aunque algunos son muy turísticos y un poco caros, pueden encontrarse otros más auténticos con buena comida y un ambiente muy agradable.
Vibrante y moderna Pest
Antes de continuar la visita en el corazón de Pest, hay que desviarse un poco y detenerse a contemplar uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad y uno de los que más orgullosamente se muestra frente al Danubio. El grandioso Parlamento, construido con una mezcla de estilo ecléctico, neogótico, renacentista y barroco es uno de los mayores edificios del mundo que funciona como parlamento. Mide 268 metros de largo, ocupa una superficie de 17.700 metros cuadrados y tiene casi 700 salas. La decoración interior, la profusión de frescos, vidrieras y esculturas, los techos de roble, nogal y caoba contribuyen a la solemnidad del edificio. Curiosamente en uno de los pasillos que dan a la sala del Congreso hay una especie de cenicero gigante con numerosos huecos numerados destinado a que cada una de sus señorías pudiera dejar su puro y lo encontrara al salir.
Pest, la antigua ciudad medieval, cuyo pasado sólo se descubre en algunas callejuelas estrechas o en detalles de unos pocos edificios, posee la chispa y la vivacidad de París. Hoy, las animadas calles peatonales donde se reúnen los jóvenes de la ciudad, la Plaza Vörösmarty, lugar de cita de los artistas ambulantes, que recuerda la atmósfera de Montmartre, sigue siendo el centro de la ciudad y donde se encuentran un gran número de tiendas, cafés y restaurantes. En esta plaza, auténtico corazón vital de Pest están dos de los cafés más concurridos: el viejo Gerbeaud y el moderno Art Café. También algunas de sus anchas y elegantes calles recuerdan los parisinos boulevares y ni siquiera falta una bulliciosa calle comercial, como la Váci, repleta de boutiques, cafés, restaurantes y grandes almacenes.
Pero si se quieren hacer compras tradicionales, vale la pena recorrer toda la calle Váci hasta llegar al cruce con Vámház que conduce al puente de la Libertad. Allí está el Mercado Central, construido por Samu Petz en 1894-96 y en el que se venden alimentos a destacar su delicioso salami, el foie, miel, la paprika (pimentón dulce) y los buenos y variados vinos y artículos de artesanía.
Un recorrido imprescindible es la avenida Andrássy, sin duda una de las más bellas del mundo y declarada Patrimonio de la Humanidad, trazada a finales del siglo pasado, tras la unificación de las tres ciudades. Empieza como una ancha calle de altos edificios de vecindad, con edificios señoriales, convirtiéndose paulatinamente en una alameda bordeada de palacetes y jardines. Uno de los edificios más importantes de Andrássy es el Palacio de la Ópera Nacional Húngara, construido al estilo renacentista italiano y con un espectacular interior.
La avenida Andrássy acaba en la Plaza de los Héroes, la mayor de la ciudad, en la que se encuentra el gigantesco Monumento al Milenario con grandes estatuas en torno a la columna central coronada por el arcángel Gabriel, que representan a los jefes de las siete tribus que condujeron a su pueblo desde los Cárpatos hasta Hungría en el año 896. Cerca están los baños termales Széchenyi, con su enorme piscina exterior en la que es tradición jugar al ajedrez sobre tableros flotantes. Un buen ejemplo de la larga tradición balnearia que adorna a la capital de Hungría.
Enrique Sancho
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