Cecilia Paredes. Oyendo con los ojos
La muestra, comisariada por Alejandro Castellote y Blanca Berlín, reúne un conjunto de esculturas, fotoperformances e instalaciones –algunas de ellas concebidas especialmente para esta muestra– de la artista peruana Cecilia Paredes, una mujer que salió de su Perú natal para vivir en México, Italia, Costa Rica y actualmente en Filadelfia. Su obra, cuyo discurso central es la migración y re-locación, está presente en las colecciones de muchos museos de Arte Moderno del mundo y ha recibido variadas distinciones artísticas.
Cecilia construye objetos a partir de elementos naturales desechados y encontrados reciclándolos y reinventándolos con un lenguaje propio. La intrínseca humildad de las plantas o de los animales le sirve para reclamar una toma de conciencia sobre nuestra posición en el mundo. Dibuja la morfología de la violencia con el trazo humilde y minucioso de piedras, plumas, huesos… recolectados con paciencia y engarzados con la maestría del orfebre, dotándolos de un carácter alegórico que contiene simultáneamente reflexiones sobre la mujer, la religión, el arte, la política y el poder.
La omnipresencia de la religión y de los ritos identitarios en las conductas que han educado a las sociedades a lo largo de los siglos es revisitada por Cecilia Paredes para preguntarse por el origen y la elaboración de los mitos ancestrales y su persistente influencia en la cultura contemporánea.
El manto estético que recubre sus posiciones críticas sobre los seres humanos es una invitación, impregnada de belleza artificial, que anima a penetrar y a opinar sobre la imperiosa necesidad de recuperar la cordura, la ética y la justicia en todos nuestros actos. Son aspiraciones de apariencia utópica, pero la realidad se ocupa diariamente de recordarnos la urgencia de incorporarlas a las relaciones sociales.
Lo Invisible. Rosell Meseguer
La fuerza del montaje reside aquí en la naturaleza de los documentos, pero también en el ajuste de un acompañamiento discursivo, y fundamentalmente en las piezas e instalaciones desperdigadas por el espacio: relieves o esculturas exentas, objetos, espejos, marcos, que se disponen en sala como trabajos minimalistas, frágiles, delicados y cargados de diálogo con las vanguardias históricas. A través de ellos, Rosell subraya la fragilidad, variabilidad y multiplicidad de toda creación artística y de su mensaje, que se sostiene siempre sobre débiles estructuras cambiantes y en continuo equilibrio.
Rosell siempre acompaña a sus instalaciones de un material documental, de un archivo que refuerza conceptualmente el proyecto y a través del cual la artista, como una intérprete, construye un discurso, una “ficción”, una alegoría llevada a cabo con textos e imágenes “confiscadas”. Estas proporcionan un medio de circulación e intercambio, puntos de tránsito entre historias y la recopilación de otras imágenes, cuya estela seguimos. Como en una proyección fantasmagórica, Rosell nos habla de las prácticas artísticas contemporáneas, que juegan a lo visible y a lo invisible aunque, en muchas ocasiones, desde una clara invisibilidad social.
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