El Premio Nacional de arte gráfico en 2014 fue otorgado a Miquel Barceló (Mallorca, 1957), y con motivo de dicho galardón se expone la presente muestra del artista en la Calcografía Nacional. Este importante premio fue instituido en 1993 con el triple objetivo de reconocer la labor de los creadores que se dedican al grabado y técnicas afines, impulsar su práctica y estimular el coleccionismo de estampas.
Barceló pertenece a la generación de los 80, y su propuesta estética se sitúa entre la tradición figurativa y el expresionismo contemporáneo. Excepcional pintor y dibujante, dinámico y multidisciplinar, investiga las posibilidades sintácticas y matéricas del arte gráfico, actividad que compagina con su interés por la escultura, la cerámica o el cine. Su capacidad polifacética encuentra su máxima expresión en los proyectos de obras monumentales, como su intervención en la catedral de Mallorca o en la cúpula de la sala de los Derechos Humanos de la ONU.
Cinco expertos en arte contemporáneo formaron el jurado de la XVIII edición del Premio Nacional de Arte Gráfico: Víctor Nieto, Francisco Calvo Serraller, Chema de Francisco, Jaume Plensa (Premio Nacional de Arte Gráfico 2013) y el Académico Delegado de la Calcografía Nacional, Juan Bordes. El jurado valoró unánimemente la trayectoria de Miquel Barceló en la práctica e investigación sobre arte gráfico durante más de treinta años.
La presente exposición ofrece un recorrido selectivo de la obra gráfica del autor, desde sus inicios hasta nuestros días. Figurando los múltiples talleres en los que ha trabajado. El jurado de la nueva convocatoria está compuesto por el propio Miquel Barceló, Antonio Bonet, Chema de Francisco, Francisco Calvo Serraller y Juan Bordes Caballero, en calidad de secretario del Premio.
MIQUEL BARCELÓ (Felanitx, Mallorca, 1957)
En 1975 comienza a estudiar Bellas Artes en Barcelona, pero abandona para iniciar una carrera pictórica independiente. A finales de los años 70 presenta sus primeras obras próximas al espíritu conceptual.
Después de irrumpir en la escena internacional en la Bienal de Sâo Paulo de 1981 y en la Documenta VII de Kassel en 1982, la carrera de Miquel Barceló no ha hecho más que afianzarse cada vez más como modelo contemporáneo de artista que liga su actividad con la gran tradición de la pintura occidental desde el Barroco. Instalado entre París y Mallorca, desde mediados de los ochenta sus frecuentes viajes a África Occidental alimentan su imaginario de figuras y mitos. Desde comienzos de los ochenta comienza a exponer en importantes museos y galerías de Europa y Estados Unidos hasta convertirse en uno de los artistas españoles más valorados en el panorama internacional.
Le han dedicado exposiciones instituciones como el CAPC de Burdeos, el IVAM, de Valencia, el Jeu de Paume , el Centre Pompidou, el Musée des Arts Décoratifs y el Museé du Louvre de París, La Galleria Nazionale d’Arte Moderna de Roma, el Museu d’Art Contemporani de Barcelona y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Ha llevado a cabo grandes intervenciones como el recubrimiento cerámico en la Capilla de Sant Pere de la Catedral de Mallorca o la cúpula de la sala XX del Palacio de las Naciones Unidas en Ginebra. Ha recibido a lo largo de su trayectoria reconocimientos como el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1986 el Premio Príncipe de Asturias a las Artes Plásticas en 2003 o Premio Sorolla de la Hispanic Society of America en 2007, el Premio Penagos de Dibujo 2011 o el Premio de Arte Gráfico 2014, concedido por la Calcografía Nacional.
Miquel Barceló se adscribió desde sus comienzos, a principios de los ochenta, a la corriente expresionista de recuperación de la pintura, a la que él imprimió un sello inequívoco de mediterraneidad. Sus primeras obras de madurez, se centraban en la intimidad del artista y el acto de pintar.
Posteriormente ha ampliado su campo temático a las naturalezas muertas, o a las imágenes de bibliotecas y museos, en las que plasma su interés por la Historia de la pintura, así como a paisajes saturados de flora y fauna terrestre y marítima. Produce, paralelamente, tanto obra escultórica como cerámica. Especial importancia adquieren sus dibujos, organizados como diarios de viaje, en los que realiza una exploración paralela del territorio y de los materiales de la pintura.