Coorganizada con el Museo Nacional del Prado, en donde se presentó el pasado otoño, y con el Museu Nacional d’Art de Catalunya de Barcelona, a donde viajará tras su exhibición en Bilbao, esta exposición profundiza en la obra del maestro Luis de Morales (1510/1511-1586) a partir del núcleo de obras de este autor y su taller perteneciente a la colección del Museo del Prado al que se han sumado otros préstamos relevantes.
De este modo, la muestra –que se celebra prácticamente un siglo después de que el Museo del Prado organizara la primera monográfica sobre el artista– tiene como objetivo poner al día el conocimiento sobre el trabajo y la figura de Morales, estudiando sus composiciones más características y, especialmente, las de carácter devocional dedicadas a la imagen de Cristo. Aunque las creaciones más representativas de Morales conocieron una amplia difusión a través de réplicas de sus seguidores, esta muestra reúne una estudiada selección de obras que responden a los verdaderos estándares de calidad de la extraordinaria técnica pictórica empleada por Morales.
Leticia Ruiz Gómez, jefe del Departamento de Pintura Española del Renacimiento del Museo del Prado, ha seleccionado 22 obras de la pinacoteca –entre las que se incluyen El Calvario y La Resurrección donadas en 2015 por Plácido Arango– y otras 32 procedentes de museos nacionales e internacionales, coleccionistas privados e instituciones religiosas. Entre ellas, Virgen del pajarito de la parroquia de San Agustín de Madrid, La Virgen con el Niño y San Juanito de la Catedral Nueva de Salamanca, Ecce Homo del Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa o la versión autógrafa de La Piedad del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Se ha incluido, además, una escultura de Alonso Berruguete (c. 1489-1561), procedente del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, por el paralelismo que comparten ambos maestros en algunos aspectos de la representación de episodios de la Pasión de Cristo: la doliente espiritualidad de Berruguete en su Ecce Homo o los valores escultóricos de las figuras del maestro extremeño.
Luis de Morales es un referente fundamental de la pintura del Renacimiento español y una de las personalidades artísticas más originales y reconocibles de la segunda mitad del siglo XVI, con un estilo particular que se reseña en la literatura artística y que ha hecho que sus obras estén presentes en numerosas colecciones nacionales y extranjeras. Desarrolló su trayectoria artística exclusivamente en Extremadura, Andalucía y Portugal, pero a pesar de ello sus creaciones más representativas conocieron una amplia difusión gracias a que mantuvo un prolífico y exitoso taller propio. Sólo El Greco, a partir de aproximadamente 1585, repetirá un fenómeno semejante de divulgación artística y éxito comercial.
La capacidad de Morales para fijar un modelo iconográfico de devoción, veraz y sagrado al mismo tiempo, le valió en su tiempo el sobrenombre de “el Divino”, que ha perdurado hasta nuestros días. A su original estilo artístico se le añaden una técnica atenta a los detalles, un dibujo preciso y una suavidad lumínica que configuran una personalidad única inmersa en el manierismo del momento.
La selección de obras, en su mayor parte de pequeño formato y medias figuras, refleja el repertorio iconográfico que utilizó durante su trayectoria profesional: la Virgen con el Niño, como en la popular Virgen de la leche del Museo del Prado; Cristo coronado de espinas en Cristo, Varón de Dolores del Museo del Prado; y Cristo atado a la columna, cargando con la cruz o muerto ya en brazos de su madre, como en La Piedad del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Un reducido catálogo de imágenes, a menudo sobre fondo oscuro o con escasos elementos de carácter temporal o espacial, que sumergen al espectador en unas condiciones excepcionales de contemplación religiosa.
El Divino Morales supone la culminación de un exhaustivo estudio del autor cuyas conclusiones se publican en el catálogo que se ha editado con motivo de la muestra. Incluye fichas extensas de todas las obras seleccionadas –aunque no todas ellas estarán presentes en las tres sedes de la exposición–, redactadas por un total de 19 historiadores del arte, que aportan su propia visión sobre las obras y el pintor en una secuencia temática desde el nacimiento de la Virgen a la Pasión y muerte de Cristo.
La publicación incluye también un texto escrito por Leticia Ruiz, comisaria de la muestra, que reconstruye la vida y carrera artística de Morales; un ensayo del profesor Felipe Pereda centrado en la iconografía y la espiritualidad de algunas de las obras más conocidas del pintor; y un tercero dedicado a la técnica y los materiales utilizados por Morales a cargo del Gabinete de Documentación Técnica del Museo del Prado.
“El Divino Morales”
Luis de Morales nació en 1510 o 1511 y murió probablemente en 1586, tal vez en Alcántara (Cáceres), donde se sabe que residía en 1585. Desconocemos su lugar de nacimiento, pero vivió y pintó en Extremadura. Durante más de cincuenta años fue el pintor más prolífico e importante de esa extensa región, donde realizó numerosos retablos y cuadros de altar, ampliando su producción a Portugal, especialmente a Évora y Elvas, ciudades cercanas a Badajoz. En esta última se estableció en 1539, después de haber trabajado en Plasencia y sus alrededores, un territorio donde se entremezclaban artistas e influencias provenientes de Flandes y Castilla que explican una parte esencial de la pintura de Luis de Morales. El conocimiento de obras de otros artistas, sobre todo de Alonso Berruguete o Sebastiano del Piombo, ayudó a definir el estilo de un pintor que alcanzó temprana fama gracias a sus pequeñas tablas de temática religiosa. Con instinto comercial, Morales supo crear para la clientela de la época –nobles burgueses y clero– tablas y retablos de gran eficacia visual.
Un “producto” devocional de factura meticulosa que enlazaba con las tradiciones flamencas de finales del siglo XV y principios del XVI, matizadas en su composición y colorido por modelos italianizantes, en el que se proyectaba sutilmente el ambiente religioso de la época. Sencillas en su composición y muy cercanas al creyente, estas imágenes de devoción contenían una indudable carga espiritual, a menudo dramática y atormentada, que apelaba a las emociones de quien las contemplaba.
Esta exposición ofrece a través de 54 obras una cuidada revisión de la obra del Divino, apelativo que fue explicado con estas palabras por el pintor y tratadista del siglo XVIII Antonio Palomino: “Fue cognominado el Divino, así porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas, como porque hizo cabezas de Cristo con tan gran primor, y sutileza en los cabellos, que al más curioso en el arte ocasiona a querer soplarlos para que se muevan, porque parece que tienen la misma sutileza que los naturales”.
EXPOSICIÓN EL DIVINO MORALES
Sala BBK, 09/02/16–16/05/16
Coorganizada con el Museo Nacional del Prado (01/10/15-10/01/16) y
el Museu Nacional d’Art de Catalunya (16/06/16-25/09/16)
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