La tumba megalítica colectiva de los Zumacales, del tipo llamado “redondil”, demuestra que, ya en el primer Neolítico, el hombre dejó de ser cazador y recolector para dedicarse a la agricultura. Levantaron este sepulcro apostando definitivamente por una arquitectura monumental destinada a usos funerarios. Tiene dos hechos diferenciadores: su escasez en la zona y haberse construido en un lugar donde no abundaba la piedra adecuada. Se descubrió hacia los años sesenta del siglo pasado cuando una máquina excavadora de la Concentración Parcelaria estaba removió sus piedras para arrastrarlas a la ladera y quitarlas de la zona cultivable, sin saber que se trataba de un sepulcro megalítico. Ha sido objeto de campañas de excavación en los años 1982, 1989 y 1990, a través de las cuales se ha podido documentar tanto su secuencia de uso como sus características constructivas y los elementos materiales implicados en los rituales funerarios celebrados en él.
En el interior de la tumba se encontró todo un calavernario de huesos inconexos – excepto tres inhumaciones en correcta conexión anatómica- acompañados de una suerte de ajuares funerarios consistentes en útiles de piedra tallada, hachas pulimentadas –las piedras de rayo-, punzones y espátulas de hueso, cuentas de collar y algún que otro fragmento cerámico. Allí se encontraron también los restos de 18 adultos y de 4 niños, dos de 15 años y otros dos de 10 y de 5.
Las evidencias documentadas durante la excavación arqueológica dan cuenta de los restos de un sepulcro de piedra caliza de tamaño medio con cámara circular de 6,5 metros de diámetro a la que se accedía por un pasillo o corredor. La diferencia respecto al clásico dolmen de piedras hincadas verticalmente –como ocurre en la zona de La Lora burgalesa- es que las piedras que conforman la cámara mortuoria de Los Zumacales reposan tumbadas sobre sus lados mayores, lo que hace suponer que el resto del paramento hoy desaparecido se debía de componer de hiladas de piedra o de tapial pintadas en rojo. La cámara contenía en su interior un osario colectivo y una colección de ofrendas “megalíticas”.
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