La película Altamira olvida a los responsables de la reproducción de la cueva en la que se ha grabado

A la cueva de Altamira le corresponde el privilegio de ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte Rupestre del Paleolítico superior. Su singularidad y calidad, su magnífica conservación y la frescura de sus pigmentos, hicieron que su reconocimiento se postergara un cuarto de siglo.

Fue una anomalía científica en su época, un descubrimiento realizado en la cumbre y no en su grado elemental, un fenómeno de difícil comprensión para una sociedad del siglo XIX dominada por postulados científicos extremos y rígidos.

Precisamente de las vicisitudes de este descubrimiento por el pastor Modesto Cubillas en 1868 y de las peripecias del propietario del terreno, Marcelino Sanz de Sautuola y su nieta María de 8 años, que contemplan por primera vez las pinturas en 1879, trata la película que recientemente se ha estrenado en España protagonizada por Antonio Banderas.

El filme relata de forma novelada los paseos de Marcelino y María por las proximidades de Santillana del Mar (Cantabria) así como de la publicación del primer estudio de la bóveda que fue muy criticado por los científicos de la época.

Como es natural, la película no se ha rodado en la cueva original, sino que se ha utilizado como escenario la magnífica réplica que hace años se realizó en las proximidades, bajo la dirección Matilde Muzquiz Pérez-Seoane (1950-2010) y Pedro Saura Ramos, ambos profesores de la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Bisontes, caballos, ciervos, manos y misteriosos signos fueron pintados o grabados durante los milenios en los que la cueva de Altamira estuvo habitada, entre hace 35.000 y 13.000 años. Estas representaciones se extienden a lo largo de más de 270 metros por toda la cueva, aunque sean las famosas pinturas polícromas de la bóveda las más conocidas.

Su conservación en las mejores condiciones constituye un reto científico y de gestión del Patrimonio y es el objetivo prioritario y la razón de ser del Museo de Altamira. Estas figuras, así como el ambiente de la cueva, fueron reproducidas hasta el más mínimo detalle por Matilde Múzquiz y Pedro Saura, artistas que, sin embargo, no han sido reconocidos como se merecen en los créditos del filme.

La réplica del techo policromo de 200 metros cuadrados de la cueva de Altamira, instalada en el Museo de Altamira construido en Santillana del Mar, Cantabria, junto a la cueva original fue minuciosamente recreada gracias al estudio y trabajo de estos dos artistas.

Ahora esta obra maestra ha servido para la recreación de la película «Altamira» del director, Hugh Hudson donde participan actores internacionales como Antonio Banderas, Rupert Everett, Allegra Allen, Golshifteh Farahani, Clément Sibony, Nicholas Farrel, Henry Goodman, Pierre Niney, Irene Escolar. La película cuenta con la banda sonora del músico Mark Knopfler. Escrita por José Luis López Linares y Olivia Hetreed y producida por Alvaro Longoria, Lucrecia Botín y Andy Paterson.

A pesar de este lamentable descuido en los créditos, la película permite al espectador viajar hasta la Cantabria de finales del siglo XIX y ver cómo un arqueólogo aficionado, Marcelino Sanz de Sautuola, y su hija María descubrieron la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico, Patrimonio Mundial desde 1985.

Imagenes:
1 Cartel Altamira
2 Museo de Altamira MCU. M. Múzquiz y P. Saura, dan los últimos toques a un gran fragmento de la réplica, que se corresponde con la zona de los bisontes policromos.
3 Museo de Altamira MCU. Una vez montado el techo policromo en su ubicación definitiva en el Museo de Altamira, M. Múzquiz y P. Saura, proceden a dar barnices que protegerán la pintura e imitarán con sus distintos matices de brillante a mate, las humedades que aparecen sobre el techo original. Asimismo se incorporarán las gotas de agua, mediante resinas epoxi, en lugares análogos a los del techo de Altamira.

Redacción

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