Con la cesión de un legado en vísperas de la ceremonia de entrega del Premio Cervantes por el Rey se cumple, un año más –y ya van 10- una tradición del Instituto Cervantes, que homenajea así a los autores distinguidos con el máximo galardón de las letras españolas.
Fernando del Paso depositó un ejemplar de la primera edición de su primera novela, “José Trigo” (1966); otro ejemplar de la primera edición mexicana (no la española) de su segunda novela, “Palinuro de México” (1977), cuya portada ilustró el propio Del Paso; un disco que contiene grabados con su voz fragmentos de sus novelas y una antología de sus sonetos; y –por último- una camisa.
No es una camisa cualquiera: perteneció a José Carlos Becerra, quien falleció prematuramente (“se desbarrancó”) en accidente de automóvil en Italia. El poeta la dejó olvidada en la casa de Londres donde se había alojado, y Del Paso la “heredó” cuando vivió en ese mismo piso de la capital británica, donde cursó una beca Guggenheim, igual que Becerra.
“Desde entonces –explicó Fernando del Paso-, cada vez que yo sentía pereza de escribir, desánimo o escepticismo, me ponía la camisa y comenzaba a trabajar”. Era “un deber hacia aquellos artistas cuya muerte prematura les impidió decir lo que tenían que decir. Por eso esa camisa tiene tanta importancia en mi vida”, explicaba el autor, en silla de ruedas y rodeado por casi una treintena de familiares y amigos.
¿Implica esto que, a sus los 81 años, ya no escribirá más? El escritor niega tal posibilidad: “Depositarla en la Caja de las Letras no significa que no vuelva ya a escribir”, dijo. El Premio Cervantes “me obliga moralmente a hacerlo y así lo haré: me pondré la camisa, así sea metafóricamente, una y otra vez hasta que se acabe, no la camisa, sino mi vida”.
Fantasmas entre cajas de seguridad
El director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, elogió la obra creativa del autor mexicano y su aspecto de “hombre cada vez más grande, más viejo, más joven, más luminoso”, cuya barba blanca –dijo- lo convierte en “un galán, un actor”.
En tono alegórico, aventuró que por las noches se oyen en la Caja de las Letras sonidos procedentes de anteriores legados: el teclear de la máquina de escribir que dejó Nicanor Parra, la partitura que compuso y legó Luis de Pablo, el deambular de una misteriosa mujer fantasma a la que tal vez iba dirigida una carta secreta de Jorge Edwards… A partir de ahora, añadió García de la Concha, también estará “el fantasma que habitaba en el corazón de Palinuro”, y entonces su autor aparecerá con “una mirada mucho más intensa, más juvenil y más creadora”.
El acto concluyó con la entrega a Fernando del Paso de una llave simbólica de la caja de seguridad, un certificado acreditativo de la cesión y la firma en el libro de honor del Cervantes. Se enmarca en las actividades de la Semana Cervantina que organiza el Instituto hasta el 27 de abril con motivo del Cuarto Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes.
Imagen: Fernando del Paso (sentado) y Víctor García de la Concha, hoy en la Caja de las Letras. Foto: Instituto Cervantes (Miguel Merino).
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