El Museo del Prado conmemora el V centenario del fallecimiento del Bosco con la primera muestra monográfica que se le dedica en España y la más completa y de mayor calidad realizada hasta la fecha. A la colección del Museo del Prado, la más numerosa y mejor del mundo y que incluye obras maestras como El jardín de las delicias, el Carro del Heno o la Adoración de los Magos, se suman préstamos reunidos por primera vez en esta exposición, como el Tríptico de las tentaciones de san Antonio Abad del Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa, el Cristo camino del Calvario de Patrimonio Nacional, la Coronación de espinas de la National Gallery de Londres y el dibujo del Hombre-árbol de la Albertina de Viena, una verdadera obra maestra.
En un montaje tan sorprendente y excepcional como la propia exposición, “El Bosco. La exposición del V centenario” reúne más de medio centenar de obras, entre ellas veintiuna pinturas y ocho dibujos originales del Bosco, que constituyen más del setenta y cinco por ciento de su producción conservada, así como grabados, relieves, miniaturas y pinturas de otros autores que contextualizan el ambiente en que estas se concibieron.
El Museo del Prado ha organizado un extenso y variado programa de actividades para complementar, explicar y difundir esta exposición única, que incluye, entre otras, la producción de un documental dirigido por José Luis López-Linares y la edición de un cómic del dibujante Max. Como colofón al programa, la V Cátedra del Prado, cuyo titular será Reindert Falkenburg, se dedicará al Bosco y a su discípulo ideal, Pieter Bruegel el Viejo.
El Museo del Prado presenta hasta el 11 septiembre de 2016, la exposición que conmemora el V centenario de la muerte del Bosco, una ocasión irrepetible para disfrutar del extraordinario grupo de las ocho pinturas de su mano que se conservan en España junto a excelentes obras procedentes de colecciones y museos de todo el mundo. Se trata del repertorio más completo del Bosco, uno de los artistas más enigmáticos e influyentes del Renacimiento, que invita al público a adentrarse en su personal visión del mundo a través de un montaje expositivo espectacular que presenta exentos sus trípticos más relevantes para que se puedan contemplar tanto el anverso como el reverso.
“El Bosco. La exposición del V centenario” se centra en las obras originales de este artista y se articula en siete secciones. La primera: El Bosco y ‘s-Hertogenbosch, nos sitúa en la ciudad donde transcurrió su vida. Dado el carácter monográfico de la muestra, y ante la dificultad que plantea fijar su cronología, se ha distribuido su producción en seis secciones temáticas: Infancia y vida pública de Cristo, Los santos, Del Paraíso al Infierno, El jardín de las delicias, El mundo y el hombre: Pecados Capitales y obras profanas, y La Pasión de Cristo.
La exposición incluye asimismo obras realizadas en el taller del Bosco o por seguidores a partir de originales perdidos. Otro grupo de obras, entre las que figuran pinturas, miniaturas, grabados a buril de Alart du Hameel, relieves de Adrien van Wesel y el manuscrito del Comentario de la pintura de Felipe de Guevara, permitirá entender mejor el ambiente en el que se gestaron las pinturas del Bosco, la personalidad de alguno de sus patronos como Engelbert II de Nassau, o la valoración que se hacía de la pintura en el siglo XVI.
Gracias al interés que mostró por el Bosco Felipe II, España conserva el mayor conjunto de originales suyos y todos ellos figuran en la exposición. El Prado, heredero de la Colección Real junto con Patrimonio Nacional, custodia seis obras entre las que destacan los trípticos de El jardín de las delicias, la Adoración de los magos y el Carro de heno. A ellas se suman el Camino del Calvario de El Escorial -una obra que, gracias a la generosidad de Patrimonio Nacional, se traslada desde la muestra “El Bosco en El Escorial” para unirse la magna exposición del Museo del Prado- y San Juan Bautista de la Fundación Lázaro Galdiano, uno de los mejores frutos del afán coleccionista de don José Lázaro. Junto a estas obras, los préstamos procedentes de Lisboa, Londres, Berlín, Viena, Venecia, Rotterdam, París, Nueva York, Filadelfia o Washington, entre otras ciudades, hacen de esta muestra un acontecimiento único para sumergirse en el imaginario de uno de los pintores más fascinantes del arte universal.
La importancia de una exposición está en ella misma, en el provecho que público y especialistas pueden extraer de su contemplación. En este sentido, la que el Prado dedica al Bosco es no sólo importante sino también necesaria. La reunión por primera vez en un mismo espacio de la mayoría de sus obras maestras contribuirá decisivamente a dilucidar algunos de los interrogantes que aún planean sobre su obra, tanto a la hora de fijar su catálogo como a la de reconsiderar su cronología. Sólo el Museo del Prado podía asumir un desafío como este, para el que ha venido preparándose desde hace muchos años. De un lado con la restauración sistemática de sus originales, gracias a la colaboración de la Fundación Iberdrola España como miembro Benefactor del Museo y Protector del Programa de Restauración del Museo del Prado. Esta campaña ha culminado, en los meses previos a la exposición, con la restauración de la Adoración de los magos, una de las obras maestras del artista, cuya belleza y calidad son ahora aún más evidentes, y las Tentaciones de san Antonio, que ha recuperado el remate de medio punto original, lo que permite comprender mejor la composición y valorar esta versión única de un tema tan repetido por el Bosco.
Además, el Museo del Prado, pionero en el estudio técnico de la pintura del Bosco, ha vuelto a analizar sus obras sirviéndose de los últimos avances. El visitante de esta exposición podrá contemplar parte de los resultados de este estudio en la reflectografía infrarroja y la radiografía de El jardín de las delicias, que permiten verificar el proceso creativo de la obra, con los sorprendentes cambios que el artista realizó desde que inició el dibujo subyacente hasta que concluyó la superficie pictórica. Los resultados de esta investigación sobre la obra del Bosco en el Prado, dirigida por Pilar Silva, se han incluido en el catálogo que acompaña a la muestra, en el que colaboran otros destacados especialistas en el Bosco como Eric de Bruyn, Paul Vandenbroeck, Larry Silver, Reindert Falkenburg y Fernando Checa.
Por otra parte, en el completo y extenso programa de actividades organizado en torno a la exposición (ver relación al final de la nota y en www.museodelprado.es) a partir del 4 de julio se abrirá en la Sala C un espacio audiovisual titulado Jardín especialmente por el artista Álvaro Perdices y el cineasta Andrés Sanz.
En previsión del extraordinario interés que puede despertar este gran acontecimiento expositivo, el Museo ha establecido una prolongación del horario de apertura de la exposición (dos horas más de viernes a domingo) y recomienda la compra anticipada de entradas. La compra anticipada de entradas puede efectuarse por internet (www.museodelprado.es) o por teléfono (902 10 70 77), con reserva de fecha y hora de acceso en ambos casos.
La exposición
Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), conocido en España como “el Bosco”, nació y vivió ‘s-Hertogenbosch (Bois-le-Duc), una ciudad al norte del ducado de Brabante, en la actual Holanda, a la que vinculó su fama al firmar sus obras como “Jheronimus Bosch”. Su inmensa capacidad de invención queda patente en la renovación que experimenta en sus manos la técnica pictórica, con su personal tratamiento de la superficie, que se suma a la que muestran sus contenidos, en ocasiones difíciles –o casi imposibles- de descifrar, al haberse perdido en nuestro días muchas de las claves para interpretarlas.
Secciones
I. El Bosco y ‘s-Hertogenbosch
Esta sección, que sitúa al pintor y a su obra en una ciudad que para él fue casi su seña de identidad, está centrada en torno al tríptico del Ecce Homo de Boston, realizado por el taller del pintor para Peter van Os.
Incorpora obras de artistas que, o bien trabajaron para la ciudad en tiempos del Bosco como los dos relieves del escultor de Utrecht Adriaen van Wessel para el retablo de la capilla de la Cofradía de Nuestra Señora en la iglesia de San Juan (1475-1477), o bien desarrollaron su labor en ella en esos años, como los tres grabados del arquitecto y grabador Alart du Hameel.
A ellos se suma un grabado de Cornelis Cort con el retrato del pintor, la pintura anónima del mercado de paños en la plaza de ‘s-Hertogenbosch del Noordsbrabant Museum, en la que se puede ver la casa en la que vivió el Bosco, y el manuscrito de los Comentarios de la pintura de Felipe de Guevara de la Biblioteca del Museo del Prado.
En la época del Bosco, ‘s-Hertogenbosch era una ciudad próspera. La plaza del mercado, en la que el artista residió entre 1462 y 1516, era punto de encuentro de todas clases sociales y escenario de toda suerte de acontecimientos –cotidianos y festivos, religiosos o profanos-, fundamentales en el mundo visual del pintor, que asistió a ellos como espectador privilegiado, desde cas o fuera de ella.
Prueba del ascenso social del Bosco fue su nombramiento de 1487-88 como hermano jurado de la cofradía de Nuestra Señora, que le puso en contacto con las élites de la ciudad. Recibió así encargos de particulares como Peter van Os, hermano jurado de la cofradía, así como de instituciones eclesiásticas, muy numerosas entonces. La ausencia de una tradición local y de un gremio de pintores favoreció que el Bosco creara un estilo original. Aunque partió del arte de los pintores que le precedieron, como Jan van Eyck, rompió con ellos tanto en la técnica como en la iconografía.
II. Infancia y vida pública de Cristo
En torno al tríptico de la Adoración de los Magos del Prado se disponen las Adoraciones de los Magos de Nueva York y Filadelfia y el dibujo de las Bodas de Caná del Louvre, obra de un seguidor, además de un buril de Alart du Hameel. En ellas la atención recae en Cristo, de acuerdo con la corriente espiritual de la devotio moderna, que trataba de transmitir a los creyentes el mensaje de la imitación de Cristo. El tema más repetido del Bosco es el de la Adoración de los Magos, con el que se expresa la universalidad de la Redención. Los paganos –los Magos- hacen un largo viaje para adorar al Mesías, mientras que los judíos le rechazan.
Como muestran los temas presentes en las ofrendas y la indumentaria de los Reyes de la Adoración del Prado, el Bosco aboga por un regreso a las fuentes del Antiguo Testamento, que prefiguran el Nuevo, para revitalizar la fe y la piedad cristianas. Pese a que en estas obras el artista se encuentra más cerca de la tradición, no duda en reelaborarlas con su personal estilo, incorporando elementos simbólicos en sus fondos y edificios, o la figura del Anticristo en el tríptico del Prado.
III. Los santos
Esta sección, la más numerosa, gira en torno al tríptico de las Tentaciones de San Antonio del Museo de Lisboa, al que se suman las dos Tentaciones de san Antonio del Prado, una original y otra de taller, y el fragmento de las Tentaciones del Museo de Kansas City, así como el dibujo del Louvre con bocetos para unas Tentaciones de San Antonio. Completan la sección los trípticos de Santa Wilgefortis de Venecia y de Job del Museo de Brujas –este último obra de un seguidor- y las tablas de San Juan Bautista del Museo Lázaro Galdiano, de San Juan evangelista del Museo de Berlín, San Jerónimo de Gante y San Cristóbal de Rotterdam y el dibujo con Mendigos y lisiados de la Albertina, de mano de un seguidor.
El culto a los santos experimentó un gran auge en los tiempos del Bosco, como lo prueba la amplia presencia que tienen en sus obras y en las de su taller, ya sea como protectores o con carácter autónomo. Entre ellos incluyó a Job y a alguno de los apóstoles, honrados entonces como tales. No faltan imágenes de las santas protectoras como santa Inés, santa Catalina o María Magdalena, o titulares como santa Wilgefortis, la virgen barbuda venerada en los Países Bajos.
Entre los santos –los más numerosos-, algunos gozaban de una gran devoción, como san Cristóbal que defendía de la muerte súbita. Especial protagonismo tienen los ermitaños, cuya vida transcurre al margen de la sociedad, en el desierto, que en esa época era sinónimo de soledad, no de ausencia de vida.
San Jerónimo, y sobre todo san Antonio Abad –su santo patrón y el de su padre-, son ejemplos para el fiel. Exhortan al autocontrol –especialmente sobre las pasiones de la carne-, a la paciencia y a la constancia frente a las tentaciones del Demonio. En el san Antonio de Lisboa los fondos no tienen relación directa con la vida del santo. El Bosco los inventa, se deja llevar por su fantasía, como cuando representa a los demonios.
IV. Del Paraíso al Infierno
Alrededor del Carro de heno se incorporan, varios trípticos del Bosco en los que el Paraíso y el Infierno aparecen representados en las tablas laterales, aunque varíe la forma de mostrarlos. Tradicionalmente, en la tabla central se incluía el Juicio Final, como sucede en el ejemplar de Brujas. En las Visiones del Más Allá de Viena, más que la visión del infierno, resulta original –y aún sorprendente- la del paraíso, con el túnel de luz deslumbrante que atraviesan los elegidos para llegar al Empíreo.
En el Carro de heno, por primera vez en una pintura y de manera totalmente original, el Bosco dispuso en el centro del tríptico, entre el paraíso y el infierno, un carro de heno para mostrar cómo el hombre de cualquier clase social, en su afán por dejarse llevar por el goce de los sentidos y el deseo de adquirir bienes materiales, se deja engañar por los demonios que lo conducen al infierno. El carro se convierte en un espejo en el que quien lo contempla ve reflejada su imagen y propone al hombre como lección que, para no condenarse eternamente, no tiene tanto que hacer el bien, como evitar el mal a lo largo de la vida. Se ilustran aquí los exempla contraria, los ejemplos a evitar.
Junto a ellos, dos dibujos de Berlín, uno con una cabeza andante grotesca y un pequeño monstruo sapo, y el otro, de taller, con una escena infernal que se une al dibujo de Viena, Barco infernal, también de taller.
V. El jardín de las delicias
Junto a la pintura más emblemática y admirada de este genial artista, se exponen la reflectografía infrarroja y la radiografía de la obra, a menor escala, para que los visitantes puedan apreciar los cambios que el artista realizó desde que inició el dibujo subyacente hasta que concluyó la superficie pictórica, y el extraordinario dibujo del Hombre-árbol de la Albertina.
La sección se completa con el retrato de su comitente, Engelbert II de Nassau del Rijkmusum de Amsterdam, obra del Maestro de los retratos de príncipes, y El Libro de Horas de Engelbert de Nassau del Maestro de Viena de Maria de Borgoña de la Bodleian Library de Oxford, así como el manuscrito de Las visiones del caballero Tondal de Simon Marmion del Museo Getty de Los Angeles.
Radiografía
La radiografía revela detalles internos del soporte y de la pintura que no se aprecian a simple vista. Al atravesar todas las capas, las escenas del anverso y del reverso de las tablas laterales aparecen superpuestas. Durante el proceso pictórico se produjeron cambios y pequeñas rectificaciones. En el Jardín se eliminaron elementos como fruta –quizás una granada- del extremo inferior izquierdo, y se modificaron aspectos del paisaje, como el plano diagonal que emergía por la derecha.
Sorprendente es también la precisión de los contornos y cómo el Bosco presta especial atención a algunas figuras, como la mujer coronada con cerezas, cuyo rostro repasa insistentemente. En el Infierno se suprimieron objetos y animales fantásticos de gran tamaño, como el anfibio de cuyo cuerpo surge una gran esfera con un hombre en su interior.
Reflectografía infrarroja
El dibujo subyacente fue realizado con pincel y a mano alzada sobre la preparación blanca. Muestra los trazos característicos del Bosco, como se aprecia en los rostros, cuyos rasgos se definen con apenas tres líneas para ojos y nariz. El dibujo del Paraíso ha sufrido cambios importantes: Adán, Eva y Dios Padre, situados inicialmente en el medio de la escena, se desplazaron hacia abajo. Dios Padre, primero barbado y dirigiéndose a Adán, se representó luego con la apariencia de Cristo y mirando hacia el espectador. Más relevantes aún son las modificaciones que muestra el Jardín: la pareja en la cueva –en el ángulo inferior derecho- y el grupo de mujeres y hombres a su lado –uno de ellos negro-; el jinete que rompe el círculo en torno al estanque y, sobre todo, la falsa fuente de los Cuatro Ríos, al fondo, en el centro.
VI. El mundo y el hombre: Pecados Capitales y obras profanaEsta sección discurre en torno a la Mesa de los pecados capitales del Prado y el tríptico incompleto del Camino de la vida, compuesto por El vendedor ambulante de Rotterdam, La muerte y el avaro de Washington, La nave de los necios del Louvre y la Alegoría de la intemperancia de New Haven Se suman a ellos el dibujo con La escena burlesca con un hombre en un canasto de la Albertina de Viena, así como El prestidigitador del Museo de Saint-Germain-en-Laye, el Concierto en el huevo del Museo de Lille, y el Combate entre Carnaval y Cuaresma del Noordsbrabant Museum de ‘s-Hertogenbosch, estos tres últimos obras de la mano de seguidores del Bosco.
VII. La Pasión de Cristo
Completan la exposición obras relativas a la pasión de Cristo: el Ecce Homo de Frankfurt, la Coronación de espinas de la National Gallery de Londres; los Caminos del Calvario de El Escorial y de Viena, el Tríptico de la pasión del Museo de Valencia, obra de un seguidor, y tres dibujos, el Entierro de Cristo del British Museum, dos orientales en un paisaje de Berlín y dos figuras masculinas de una colección privada de Nueva York. Además de la representación de pasajes de la Pasión en grisalla en los reversos de la Adoración de los Magos, San Juan Evangelista en Patmos y en las Tentaciones de san Antonio, el Bosco también representó estas escenas de forma autónoma, en pinturas en las que reduce el número de figuras y Cristo dirige su mirada al creyente, interpelándole y despertando en él sentimientos de angustia y compasión, influido por la corriente espiritual que propugnaba la vida ascética y la oración.