Tres monasterios en el interior de la provincia de Tarragona y Lleida esperan al viajero para que conozca su historia, preservada durante el paso de los siglos. La Ruta del Císter la configuran tres monasterios cistercienses fundados a lo largo del siglo XII que fueron testigos de la historia medieval de la Cataluña nueva desde su construcción.
Vallbona de les Monges, Santes Creus y Poblet, este último Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1991, junto a extraordinarios paisajes, rutas de senderismo, bodegas modernistas y una extraordinaria gastronomía, esperan al viajero para sorprenderle. Visitamos hoy el monasterio cistercienses de Santes Creus.
Entre vides y huertas regadas por el río Gayá en la localidad de Aiguamurcia (Tarragona) nos reciben espectaculares vidrieras y tumbas reales inmersas en la pureza y la austeridad características del Císter. Este lugar acogió la primera comunidad monástica de la orden en Cataluña y fue el lugar escogido por reyes y nobles para su reposo eterno. De los tres monasterios cistercienses de Cataluña, Poblet, Vallbona y Santes Creus, es el que según los historiadores, reproduce con mayor fidelidad el plan “bernardino” de construcción, salvo en algunos capiteles de su claustro.
Es uno de los más grandes y mejor conservados conjuntos monásticos cistercienses que podemos visitar en la actualidad. Fundado en 1168, protegido por la nobleza y los reyes, se convirtió en un centro espiritual, de estudios y de colonización del territorio, la antigua Marca Hispánica. La vida monástica se mantuvo ininterrumpidamente hasta la Desamortización de 1835.
La iglesia, de sobria e imponente arquitectura, tiene las tumbas reales de Pedro el Grande y de Jaime II y su esposa Blanca de Anjou, así como la del gran almirante Roger de Roger de Lauria. También podemos admirar los vitrales cistercienses y góticos y un retablo barroco de José de Tremulles.
Destacaremos también la sala capitular, el escriptorium, el gran dormitorio de los monjes y el claustro gótico (s. XIV) atribuido al inglés Reinart des Fonoll, con una elegante decoración esculpida. El montaje escenográfico y audiovisual «El mundo del Cister», considerado entre los mejores de Europa de su género, da una idea muy completa y fascinante de la Orden y su legado.
El Real Monasterio de Santa María de Santes Creus
El Real Monasterio de Santa María de Santes Creus es una abadía cisterciense erigida a partir del siglo XII, que se encuentra en el término municipal de Aiguamurcia, en la provincia de Tarragona. Fue en el siglo XIII cuando, bajo el patrocinio de Pedro III de Aragón -que expresó su deseo de ser enterrado en el monasterio-, se construyó el panteón real, en el cual a su vez fue sepultado su hijo el rey Jaime II.
Parte de la nobleza siguió esta costumbre medieval y escogió este lugar para su descanso eterno, consiguiendo el cenobio el tiempo de máximo esplendor y grandeza gracias a los numerosos donativos recibidos, hasta la decisión de Pedro el Ceremonioso en 1340 de instalar el panteón de la monarquía en el monasterio de Poblet.
En el año 1835 y como consecuencia de la desamortización de Mendizábal la comunidad abandonó el edificio. Fue declarado monumento nacional por real orden de 13 de julio de 1921. Es el único monasterio incluido en la Ruta del Císter en el que no existe vida monástica.
La Orden del Císter
La Orden del Císter se había establecido en la península ibérica, a partir del primer cuarto del siglo XII, con fundaciones en los monasterios de Oseira, Fitero y de Moreruela, todos bajo patrocinio real por la gran necesidad que había en ese momento para conseguir una rápida repoblación del espacio reconquistado a los musulmanes.
Bajo el mandato del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y con el mismo fin, se crearon los monasterios de Poblet y de Vallbona de les Monges, todos ellos situados en la llamada Cataluña Nueva. Como era norma habitual, adoptada y extendida por la orden cisterciense, sus monasterios fueron dedicados a Santa María.
Tras varios intentos fallidos de levantar el monasterio en otras ubicaciones, los nobles Gerard de Jorba y Guillem de Montagut hicieron una donación en 1160 del paraje de Santes Creus, a orillas del río Gayá, con agua abundante y suficientes terrenos de calidad para garantizar la buena economía del monasterio. Su ubicación alejada de poblaciones y situada en plena naturaleza debió gustar a los monjes para poder llevar una vida espiritual tranquila.
En 1174 se pudieron comenzar las obras de construcción del conjunto monástico: primero, la iglesia y la sala capitular; luego, el primitivo claustro románico, hoy desaparecido; más tarde, la sala de los monjes, el refectorio y el dormitorio. Hacia 1225 quedaban concluidas las principales dependencias.
Durante los siglos XVII y XVIII se siguieron efectuando obras de ampliación y reforma, añadiendo nuevas dependencias exteriores. Esta continua actividad se ve truncada bruscamente en 1835 con la desamortización de Mendizábal, momento en que el monasterio sufre el abandono por parte de la comunidad cisterciense y se ve abocado a la ruina. Declarado Monumento Nacional en 1921, ha sido objeto de sucesivas obras de restauración y acondicionamiento, siendo hoy lugar de manifestaciones culturales de variada índole bajo gestión de la Generalidad de Cataluña a partir del año 1981.
Las tres piezas básicas de la vida monástica
De acuerdo con el esquema organizativo de la Orden del Císter, el núcleo principal lo forman las tres piezas básicas de la vida monástica: la iglesia, el claustro adosado a ella y la sala capitular; se completa el recinto con el refectorio, el locutorio, la sala de los monjes o scriptorium y, en una segunda planta, el dormitorio común.
Anexas al grupo de dependencias anteriores se encuentran otras de dispar utilización como la enfermería, las habitaciones de los monjes jubilados, el claustro posterior, el Palacio Real, además de un espacio destinado a cementerio. Existe la primitiva capilla de la Trinidad, el Palacio Abacial, la capilla de Santa Lucía y el Arco Real de acceso a la plaza de San Bernardo. El monasterio de Santes Cresus sigue una construcción plenamente cisterciense con los tres recintos clásicos donde se encuentran localizados los diferentes espacios cerrados según sus aplicaciones arquitectónicas.
Puerta de la Asunción.
El primer recinto lo forma una serie de casas que constituyen lo que es propiamente la población de Santes Creus, colocadas formando una línea horizontal antes de entrar al segundo recinto, en el centro y sobresaliendo de todas estas edificaciones, se encuentra la pequeña capilla de Santa Lucía del año 1741.
Al entrar por el Arco Real se aprecia una gran plaza rectangular, en cuyo centro se encuentra una fuente sobre la que hay una estatua dedicada a san Bernardo Calbó, antiguo abad del monasterio. Alrededor de la plaza se encuentran las diversas dependencias monacales antiguas, donde habitaban los monjes más ancianos y los que trabajaban en diversos oficios; todas muestran en sus fachadas decoraciones con esgrafiados realizados durante el siglo XVIII. Entre estos edificios se encuentra el Palacio Abacial, mandado construir por el abad Contijoch, en cuya construcción se aprovechó parte del antiguo hospital del monasterio llamado «Hospital de Sant Pere dels Pobres».
Al tercer recinto o el monasterio propiamente dicho, se entra por la denominada Puerta Real por la que se accede al claustro. Es una portada románica que fue mandada construir por el rey Jaime II y su esposa Blanca de Anjou.
Las obras de construcción de la iglesia se iniciaron en 1174 y se terminaron hacia 1225. No obstante, en 1211 ya debieron estar suficientemente avanzadas como para que se procediese a la consagración del templo. El aspecto global es el de una fortaleza debido al remate perimetral almenado.
Sobre el crucero se alza un cimborrio octogonal gótico de principios del siglo XIV. También hay que destacar un imponente ventanal gótico vidriado que se conserva casi completamente en su estado original, con escenas bíblicas distribuidas en pequeños espacios, acompañado en ambos lados, por unas ventanas de arco de medio punto. Este gran vitral gótico tiene una altura de casi 9 metros por 1,8 de anchura. Los plafones están divididos en pequeños compartimentos presentando el trabajo de las escenas, con una iconografía perteneciente principalmente a la vida de María y de Cristo, con un trabajo que se puede comparar al de un miniaturista de la Edad Media.
Sepulcro real en bañera romana
En ambos lados del altar mayor se encuentran dos monumentos funerarios pertenecientes a tumbas reales de la dinastía del Reino de Aragón. En el lado del Evangelio, el rey Pedro III de Aragón (Pedro I como rey de Valencia y Pedro II como conde de Barcelona), fallecido en 1285.
A los pies de este sepulcro, en el pavimento, se encuentra enterrado Roger de Lauria, fiel almirante de este rey, fallecido en 1305. En el lado de la Epístola, el rey Jaime II de Aragón, de Valencia y conde de Barcelona, fallecido en 1327. En el mismo monumento se encuentra su segunda esposa la reina Blanca de Nápoles, fallecida en 1310.
El rey Pedro III falleció el 11 de noviembre de 1285 en el Palacio Real de Villafranca del Panadés. Una vez que el médico real Arnau de Vilanova certificó la muerte del rey, se formó una larga comitiva fúnebre para enterrar al monarca en una sepultura «decente y honorífica» en el Monasterio de Santes Creus, tal como había dejado escrito en su testamento de 1282. La comitiva tardó varios días en llegar a su destino, donde con gran solemnidad se celebraron las exequias fúnebres por el soberano que fue enterrado, según el cronista Bernat Desclot, enfrente del altar mayor de la iglesia del monasterio.
Entre 1285 y 1291, cuando Jaime II era rey de Sicilia, ordena enviar al monasterio «diversas piedras de pórfido» para la tumba de su padre, que el almirante Roger de Lauria trajo desde esa isla. El nuevo rey deseaba construir un monumento funerario parecido a los que había visto en la catedral de Palermo de los reyes sicilianos, especialmente de antepasados suyos por parte materna, Enrique VI y Federico II, enterrados ambos en bañeras romanas de pórfido, reutilizadas como sarcófagos.
En diciembre de 1835, durante la Primera Guerra Carlista, la Legión francesa de Alger y varias compañías de miqueletes se alojaron en el edificio monacal, causando numerosos destrozos en el mismo. Las tumbas reales de Jaime II y su esposa fueron profanadas. Los restos de Jaime II, hijo de Pedro III fueron quemados, aunque parece que algunos restos permanecieron en el sepulcro. La momia de la reina Blanca de Nápoles fue arrojada a un pozo, de donde fue sacada en 1854. El sepulcro de Pedro III, a causa de la solidez de la urna de pórfido utilizada para albergar los regios despojos, impidió que sus restos corrieran igual suerte.
Se conserva la pila o lavadero románico
El monasterio contaba desde su origen con un sencillo claustro románico levantado hacia finales del siglo XII y principios del XIII. A instancias del rey Jaime II y con su patrocinio, el abad Pedro Alegre acomete en 1313 la demolición del claustro antiguo y la construcción del actual, todo ello sin alterar las dependencias que ya existían en el entorno claustral, desde la propia iglesia hasta la sala capitular y demás estancias monacales. Lo único que se conserva del claustro primitivo es el templete que alberga la pila-lavadero en la que los monjes se lavaban las manos tras las tareas agrícolas, antes de pasar al refectorio o dedicarse a los rezos.
El claustro actual consta de cuatro galerías cubiertas con bóvedas de crucería. Se debe a la mano del maestro inglés Reinard de Fonoll, a cuya obra dio continuidad Guillem de Seguer, quien probablemente ejecutase la tracería de los ventanales, en cada galería con diferente ornamentación. Las crujías mayores la forman ocho ventanales y las menores siete.
Es de un refinado estilo gótico exultante en sus arcuaciones, en las estilizadas columnas, en las bóvedas de ojiva y en la exuberante ornamentación de los capiteles de gran riqueza iconográfica, con motivos vegetales, animales, figurativos y narrativos con escenas bíblicas. Contiene las tumbas murales de algunos nobles catalanes, y quedan restos de pinturas, una de ellas representando la Anunciación.
Capiteles sorprendentes
La variedad y temática de la escultura que se encuentra representada en los capiteles y en los frisos de los pilares resultan sorprendentes en un monasterio de la orden del Císter, al estar todos las figuras y elementos ornamentales rechazados por san Bernardo de Claraval en su Apologia ad Guillelmum, recogidos en este espacio claustral.
Por la entrada de la Puerta Real que da paso del segundo al tercer recinto monástico, se encuentra el claustro justo en el ángulo sud-oeste. El pilar que lo forma está tallado con un ciclo dedicado al Génesis a manera de friso en todo su alrededor, mostrando una serie de escenas historiadas sobre: la creación de Adán; la de Eva; el Paraíso; la tentación de la serpiente; la caída en el pecado; la vergüenza de ambos escondidos entre matorrales.
Sigue la historia, recorriendo el pilar hacia la parte del jardín del claustro, donde se ve el resultado del pecado: Adán trabaja la tierra mientras Eva hila y sus hijos Abel y Caín se dedican a trabajos del campo y del ganado.
Numerosas tumbas y lápidas de importantes familias catalanas
En el claustro se encuentran numerosas tumbas y lápidas de importantes familias catalanas que contribuyeron con donativos a la construcción y expansión del monasterio, con ello conseguían el privilegio de su enterramiento en este lugar. Se colocaban bajo los arcosolios de las galerías, sepulcros más o menos ornamentados con estatuas yacentes o sin ellas y decorados la mayoría con las armas familiares. Del linaje de los Queralt, incluso llegaron a trasladar, a finales del siglo XIII, los restos de otros familiares que se encontraban enterrados fuera del monasterio.
La sala capitulare de Santes Creus responde al prototipo de las salas capitulares de la Orden del Císter. Se ubica en el centro del ala oriental del claustro, separada por la sacristía del extremo del transepto de la iglesia. La orientación de la estancia permite la entrada de la luz de la mañana por tres ventanas abiertas en su paramento de levante, sin perjuicio de la que penetra por otros dos ventanales de mayores proporciones y de más elaborado diseño que se sitúan uno a cada lado de la puerta de acceso.
Estas dos ventanas y la puerta forman una triple arquería que, como toda la sala, acusan el estilo románico propio de la época en que se construyó esta dependencia: están formadas por arcos de descarga de medio punto bajo los que se alojan parejas de arcos del mismo tipo que apoyan sobre columnas de doble fuste con capiteles y basas separadas y es lugar de enterramiento de los principales abades de la orden.
Dormitorio de los monjes
Se trata de una nave diáfana rectangular de grandes dimensiones (aproximadamente 46 m de longitud x 11 m de ancho x 6 m de altura) situada en la planta superior del ala este del claustro, esto es, sobre la sala capitular y la sala de los monjes, su construcción data del año 1173.
Inicialmente los frailes dormían con sus sayales sobre unos jergones tendidos en el suelo en un único espacio común, sin divisiones como mandaban sus reglas. Se mantuvo así hasta que los últimos siglos que se tabicaron. Existe un doble acceso al dormitorio: por la escalera de maitines que comunica directamente con la iglesia y por la escalera de día que permite la subida desde el claustro.
La sala se cubre mediante once arcos apuntados que descargan sobre ménsulas embebidas en los muros laterales con decoración vegetal y geométrica. Estos muros van perforados entre los arcos por ventanales que, además de la iluminación, permiten la ventilación cruzada. Hoy el dormitorio se utiliza como sala ocasional de conciertos.
La leyenda de Santes Creus
Una leyenda explicaría la razón del nombre de Santes Creus para este monasterio. Los pastores del lugar al llegar el invierno solían traer su ganado desde las montañas a las tierras más bajas donde se disfrutaba de un clima más suave. Precisamente, la gran cantidad de ganado, vacas y ovejas, que pastaban en estas tierras dejaban su huella en forma de materia orgánica por las defecaciones y por el abandono de restos de animales muertos que se iban pudriendo a la intemperie.
Esta gran cantidad de restos se iban mezclando con la tierra y los huesos por efecto del calor y al contacto con las lluvias iban desprendiendo por la noche gases fosforescentes, los conocidos como fuegos fatuos. A la vista de estos fenómenos, que los pastores y atribuían a causas sobrenaturales, los lugareños los consideraban como signos milagrosos y señalaban el lugar con cruces de madera. La multiplicación de estas cruces hizo que este territorio fuera conocido como «campo o lugar de Santes Creus».
Monasterio de Santes Creus
INFORMACIÓN PRÁCTICA
HORARIO:
De martes a domingo, incluidos los festivos.
Del 1 de octubre al 31 de mayo: de 10.00 a 17.00 h (+30′)
Del 1 de junio al 30 de septiembre: de 10.00 a 18.30 h (+30′)
La taquilla y la entrada se cierran 30 minutos antes del límite horario.
Cerrado los lunes no festivos, el 25 y 26 de diciembre y el 1 y 6 de enero.
Tel. 977 63 83 29
E-mail: santescreus.cultura@gencat.cat
Reservas visitas guiadas y grupos :
De martes a viernes:
Del 1 de octubre al 31 de mayo: de 10.00 a 17.00 h (+30′)
Del 1 de junio al 30 de septiembre: de 10.00 a 18.30 h (+30′)
tel. 977 63 83 29 o reservesmonuments.acdpc@gencat.cat
Oficina de gestión de La Ruta del Císter
C. Sant Josep, 18
43400 Montblanc
Teléfono: 977 86 12 32
www.larutadelcister.info
info@larutadelcister.info
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