El monasterio de San Cugat del Vallés es una antigua abadía benedictina que da nombre a esta localidad catalana situada en la comarca del Vallés Occidental, en la provincia de Barcelona. El monasterio, construido entre los siglos IX y XIV, destaca por su impresionante claustro.
Fue el monasterio de mayor importancia de todo el condado de Barcelona. El edificio fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional en 1931 y actualmente forma parte del Museo de Sant Cugat.
Por los restos de estructuras militares descubiertas en el interior del recinto monástico, se podría afirmar que el lugar lo ocupaba una fortaleza romana llamada Castrum Octavianum en el medievo. Los orígenes del monasterio se remontan al siglo IX cuando se decidió unir la pequeña basílica paleocristiana del siglo V, de planta cuadrada y alrededor de la cual se cree que ya existía una pequeña comunidad de monjes, y que albergaba las reliquias de san Cucufato (en catalán, Cugat), con una fortificación existente aneja.
Es muy probable que los primeros religiosos que se establecieron en el lugar aprovecharan viejas estructuras de Castrum Octavianum. Tras del Edicto de Milán, se cree que edificaron una pequeña iglesia para los cristianos que acudían pudieran rendir culto a los mártires muertos en el recinto.
El obispo Recaredo, en el Segundo Concilio de Toledo, reconoció como auténtica religión a la católica. El obispo de Barcelona procuró que hubieran religiosos instalados en Castrum Octavianumn a fin de preservar el culto y que pudieran acudir cada vez más feligreses o peregrinos. En el siglo VII esta capilla fue ampliada y quizás se estableció en ese momento un pequeño monasterio con una exigua comunidad de monjes destruido totalmente en 717 por la invasión islámica.
Restos de la iglesia visigótica
El establecimiento de una verdadera comunidad de monjes se atribuye a Carlomagno, que hizo retroceder a los árabes hacia el sur y conquistó Castrum Octavianum. Se cree que desde el año 777 fue el médico benedictino Fulrado, cura de confianza de Carlomagno, fue quien que empezó a organizar la comunidad.
En 785 el emperador, devoto de san Cucufate -santo cuya existencia la Iglesia Católica ha puesto en cuarentena-, puso al frente al abad Deodato y con doce monjes de la orden de San Benito fundó la comunidad. Los dotó de varias posesiones y propiedades, con castillos e iglesias, además de confirmar las que ya poseían del castillo de Octavià. Aun así, la comunidad benedictina no acabaría de establecerse realmente debido a continuas incursiones árabes. En el año 852 el lugar fue arrasado por los sarracenos pero reconstruido rápidamente por el abad Donadeu.
Realmente, las primeras noticias documentadas de su existencia datan del año 877, cuando el emperador carolingio Carlos el Calvo confirmó los bienes del monasterio. Un año más tarde, su sucesor Luis II dispuso la abadía bajo el dominio de los obispos de Barcelona, apareciendo el nombre del primer abad conocido, Ostofred. Hasta el año 973, quince abades dirigieron la comunidad con mandatos de duración muy diferentes, e incluso, con periodos de tiempo sin prior que la dirigiera.
Claustro y museo
Tal vez lo más destacado de todo el conjunto del monasterio de San Cugat es su impresionante claustro. Se trata de un claro ejemplo del arte románico catalán y fue construido en el siglo XII.
En el siglo XVI se le añadió un segundo piso y se construyó también el atrio de entrada. En su jardín se pueden observar los restos de la primera basílica del siglo V y el lugar donde la tradición dice que se enterró y veneró a san Cucufate.
Con una longitud de más de 30 m, todo el conjunto del claustro es obra del artista Arnau Gatell y de su discípulo Lluís Samaranch. Su planta es casi cuadrada y tiene arcos de medio punto, apoyados sobre pares de columnas. Cada una de estas columnas está decorada con capiteles finamente elaborados e influenciados por la escuela italiana, datables entre las décadas de 1190 y 1200,16 con detalles variados que van desde la representación de animales, escenas bíblicas o incorporación de narraciones de oficios artesanos. Se pueden contar 71 pares de capiteles más uno de 3, porque vieron que si no se les derrumbaría.
Taller de escultores
Hacia el año 1190 llegó un taller de escultores procedentes de la catedral de Gerona, donde habían trabajado durante unos 10 años; por ello, ambos edificios guardan muchas similitudes en cuanto a los motivos esculpidos de sus capiteles.
Los muros exteriores están recorridos por un friso de arcos ciegos con ménsulas decoradas con cabezas de animales. Este friso recuerda mucho al que hay en el monasterio de San Pedro de Galligans. El piso superior se construyó en el siglo XVI y el friso en el cual se apoyaba el tejado quedó como un elemento meramente decorativo.
Capiteles que cuentan historias
Los 145 capiteles del claustro (se puso uno extra porque vieron que si no se les derrumbaba), de estilo románico, fueron esculpidos utilizando piedra de la cantera de Montjuic y sus columnas con piedra proveniente de Gerona. Se pueden distinguir dos fases en su confección: la primera realizada hacia finales del siglo XII que engloba las galerías de levante, poniente y norte; la segunda, probablemente de principios del XIII, correspondería a los capiteles del ala meridional.
Cabe destacar que el autor, Arnau Cadell, firmara su obra y además se autorretratara en uno de los capiteles con la figura de un escultor trabajando en un capitel corintio. La firma se encuentra en forma de inscripción. Si se tiene en cuenta que la ejecución de un capitel solía requerir unos cinco días de trabajo sería posible que Arnau Cadell hubiera realizado toda la obra.
Aun así parece difícil que fuera el único escultor del claustro y un análisis cuidadoso de la ejecución revela la participación de más personas. Se cree que en realidad fue el autor solo de la galería donde se encuentra la inscripción.
La galería contigua a la iglesia es donde se notan más las diferencias de estilo. Tampoco parece que Arnau fuera un monje, ya que los religiosos firmaban indicando esta condición junto al nombre, o al menos no lo era mientras realizó la obra, y en la escena mencionada de su capitel, un monje le acerca un recipiente que podría aludir a la provisión de suministros básicos al artista a cargo del monasterio.
Según la temática, existen dos tipos de capiteles: los decorativos, con temática vegetal y animal, con representaciones que no parecen tener ningún significado evidente, y los narrativos, con escenas interpretables y figurativas, la mayoría vinculados al cristianismo o escenas monacales.
Los capiteles vegetales están esculpidos básicamente por tallos entrelazados y palmas. Los de temática animal, bastante abundantes, incluyen sirenas, peces, grifos, leones, águilas, dragones y pájaros.
Un mercado de diseño
Una forma de completar la visita es acercarse al mercado de San Cugat, hoy convertido en mercado gastronómico al estilo del mercado de San Miguel en Madrid. Allí puede comprar una gran variedad de productos típicos de la zona o, lo más reocomendable, sentarse en alguna de sus terrazas y pedir un menú de picoteo, especialmente de pescado y marisco, con produtos que casi parecen haber salido de la lonja.
Una buena manera de iniciar la ruta gastronómica-monacal que desde San Cugat nos llevará por los tres grandes monasterios de la Ruta del Císter: Poblet, Santes Creus y Vallbona de les Monges.
Aviso: La Iglesia del monasterio de San Cugat funciona como parroquia del municipio y tiene unos horarios muy restringidos coincidentes con las actividades del culto; sin embargo el claustro, que también es un escenario único como museo de escultura, tiene horarios más amplios.
Más información:
http://www.santcugat.cat/