Durante los dos primeros meses, de los seis que ha durado la intervención, se han llevado a cabo los estudios previos para conocer en profundidad el estado de conservación que presentaban las pinturas murales. Así se ha realizado la documentación fotográfica inicial con luz ultravioleta e infrarroja, tomas termográficas, estudio de salinidad de los muros, monitorización de los parámetros de humedad relativa y temperatura, toma de micromuestras para su caracterización química y petrográfica y pruebas de idoneidad de consolidantes.
Una de las principales alteraciones que mostraban los murales, era que aún permanecían muchos restos de antiguos recubrimientos de yeso. Estas capas, con el tiempo y la alta humedad ambiental, recristalizaron convirtiéndose en costras muy duras que terminaron por ocultar las pinturas bajo un velo grisáceo. El objetivo de la intervención ha sido eliminar esas concreciones de yeso mediante medios físico-mecánicos que no dañaran la delgada y sensible capa pictórica. La empresa de restauración Tracer, adjudicataria de la actuación, ha empleado precisos equipos portátiles de ultrasonido y láser.
Las lagunas de revoco, fueron reintegradas con buen criterio empleando un mortero de cal y arena por el arquitecto Luis Menéndez Pidal en la intervención realizada en los años 50 del pasado siglo en la que se descubrieron las pinturas. En la intervención que ahora finaliza se ha procedido a retirar únicamente la capa superficial satinada del mortero para obtener una superficie rugosa y más porosa que armonizara estética y materialmente con los restos pictóricos originales. En otras zonas, las pérdidas han sido consolidadas y reintegradas empleando morteros de cal afines al original.
La iglesia
El templo fue fundado por el rey Alfonso III el Magno y su esposa Jimena y consagrado en el año 891. En 1118, la iglesia fue de nuevo consagrada, conservándose una lápida en la nave con la inscripción de la dedicación y debajo una sorprendente pintura figurativa de un caballero con cota de malla sobre un caballo, que gracias a esta intervención se ha podido definir mejor sus contornos, descubriendo desconocidos detalles decorativos. En su triple cabecera se sitúan las capillas de planta rectangular con bóveda de cañón, siendo la central la que toma protagonismo por conservar las pinturas murales prerrománicas datadas en el siglo IX. Su singular iconografía se basa en cenefas vegetales, círculos concéntricos y frisos de almenas, destacando en el centro del testero el sol y la luna radiante y, en los muros laterales, unas cruces procesionales. Aunque su paleta cromática es reducida, son consideradas únicas en el prerrománico asturiano por el emplear repertorios andalusíes.
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