“La persona, ser social por naturaleza con ansias de búsqueda, avanza o retrocede en el proceso de vida y muerte, dejando huella, creando conexiones con otras personas y generando nuevos caminos. Es por lo que, agrupando las 10.000 botellas en líneas curvas y orgánicas, como ríos vidriosos, se conforma el laberinto natural: la huella dactilar; el corazón de los dedos, destinados a palpar, percibir y sentir”, ha expuesto.
Lekue ha buscado aplicar el mito de Teseo y el minotauro a su instalación. En este sentido, ha indicado que el laberinto simboliza “la vida, la muerte y el renacer” y querpresenta “el camino tortuoso, lleno de equivocaciones que hay que recorrer para encontrar el centro del yo y la sabiduría”. Asimismo, ha explicado que la huella dactilar es “la marca que dejamos con nuestra presencia, con el modo de ser, con las formas de hacer. Y es un proceso alargado en el tiempo; una voluntad de recorrer camino que marca la ruta, al igual que el hilo que utilizó Teseo para lograr encontrar al Minotauro”.
No obstante, en la obra de Lekue el hilo rojo, “la fuerza motora que nos impulsa a avanzar”, no llega al centro del laberinto, reflejando la idea de que el que transita el enrevesado camino está “siempre pendiente de llegar a su destino: los deseos”.
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