Con el lema ‘Diez días para emocionarte’ la Junta de Castilla y León acaba de presentar sus propuestas para Semana Santa en las que hay espacio, por supuesto, para procesiones y actos religiosos, pero también para practicar rutas de enoturismo, para turismo familiar, cultural, activo, rural, relax y urbanita. En total más de 100 experiencias turísticas que pueden realizarse a lo largo y ancho de las nueve provincias que forman la Comunidad.
Pero sin duda, las celebraciones de Semana Santa serán el eje central de estas actividades. Castilla y León es la Comunidad española con más Semanas Santas, ocho en total: Ávila, Valladolid, Zamora, León, Salamanca, Palencia, Medina del Campo y Medina de Rioseco, que han sido declaradas Fiestas de Interés Turístico Internacional, un sello de prestigio que avala las especiales características de estas fiestas, a las que se unen además cinco de Interés Turístico Nacional y diez de Interés Turístico Regional.
La consejera de Cultura y Turismo, Josefa García Cirac y el director general de Turismo, Javier Ramírez, desglosaron los atractivos de la Semana Santa en su Comunidad y lo resumieron «como uno de los eventos culturales, artísticos, patrimoniales y turísticos más importantes de la Comunidad».
La presentación en Madrid está más que justificada, ya que es el principal mercado emisor de turistas a nivel nacional, con 1.549.041 visitantes en 2016, lo que supuso el 27,36 por ciento del total, con un incremento del 4,58 por ciento con respecto al año anterior, en el que creció la llegada de turistas madrileños un 8,45 por ciento.
La Semana Santa en Castilla y León ofrece, sin duda, numerosas experiencias y momentos inolvidables en los escenarios magníficos que la Comunidad ofrece: frente a la catedral de León, bajo el acueducto de Segovia, rodeando las murallas de Ávila, en la impresionante Plaza Mayor de Salamanca o Valladolid, frente al Castillo de la Mota en Medina del Campo… Silencio, solemnidad, orden, fervor, pasión y una lección de arte por la calidad de las imágenes que desfilan por sus calles, obra de maestros como Gregorio Fernández, Juan de Juni y Berruguete, son el denominador común de todos esos momentos, aunque cada lugar tenga su propia particularidad. Aquí destacamos diez de ellos especialmente recomendables:
Madrugada del viernes. Vía Crucis de los Ajusticiados. Con la muralla al fondo, la iglesia románica de San Pedro Apóstol, situada frente a ella y a la Puerta de San Vicente, es testigo del Vía Crucis de Penitencia en el que el Cristo de los Ajusticiados, también llamado Cristo de la Buena Muerte, es el protagonista. Se trata de una conmovedora obra anónima del siglo XVI, que recibe su apelativo por haber asistido a los reos condenados a muerte en sus últimas horas; obligación ésta que en su momento tuvieron los hermanos del Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz, hoy la hermandad más antigua de Ávila.
El Vía Crucis en la madrugada del Viernes Santo, es seguido por miles de abulenses y visitantes en un recorrido alrededor de la muralla que estremece el alma. Como curiosidad, desde el miércoles hasta el sábado, en el Casino de Ávila se juega a los borregos y al bacarrá, manteniendo la tradición de antaño, cuando sólo en estos días se permitía jugar. Fuera de la capital, el Jueves Santo tiene lugar en Navaluenga la Procesión de los Romances en la que las cuadrillas de los romanceros se retan citando los versos Lope de Vega. Gana quien lo haga más rápido y sin equivocarse.
Sábado Santo. Un preso perdonado oye cantar en Las Salesas. La salida de la Virgen de la Soledad, con su mirada hacia el cielo y la corona de espinas junto a su pecho, traspasando las gruesas paredes de la iglesia de Santa Águeda, mientras se interpreta en himno nacional, conmueve hasta a los menos patriotas o los menos creyentes en la noche del Sábado Santo y es, seguramente, uno de los momentos más emotivos de la Semana Santa burgalesa.
Sin duda lo es, especialmente, para el preso que horas antes ha sido indultado, siguiendo una vieja tradición y que sigue encapuchado la procesión. Cientos de personas esperan a María junto al Monasterio de la Visitación, más conocido como Las Salesas. La parada es obligatoria. Los costaleros hacen un alto en el camino y giran la imagen de la Soledad en dirección al templo. Las hermanas de esta pequeña congregación cantan a la Soledad desde la clausura y por la megafonía se escucha un poema de homenaje a la Virgen.
«Matar judíos» en su Barrio Húmedo, toda la semana. En sus calles no hay cofrades, sino «papones» y tomarse unas limonadas o unos vinos en los bares del Barrio Húmedo es ir a «matar judíos». Son algunos de los términos con los que el viajero debe llegar a la Semana Santa de León, donde la tradición y la solemnidad son las máximas protagonistas.
Destacan en la noche del Jueves Santo la tradicional ronda para anunciar a las autoridades que temprano el Viernes Santo partirá la Procesión de los Pasos, la más popular en la ciudad. La Semana Santa leonesa se remonta al siglo XVI y en ella desfilan obras de Juan de Juni o Gregorio Fernández. Fuera de la capital, también son de mención necesaria la Pasión de Ponferrada, Sahagún y Astorga. En la capital maragata el Viernes Santo tiene lugar la «Carrera de San Juanín», en su recorrido matutino previo al Encuentro de Jesús Nazareno y la Virgen Dolorosa. En este particular evento, la talla de San Juan Evangelista se lleva apresuradamente hasta la Plaza Mayor, donde aguarda la Virgen y a quien avisa de la llegada de su hijo.
Función del Descendimiento en la tarde del Viernes. Tal vez uno de los actos más originales de la Semana Santa palentina es la Función del Descendimiento a las 19:30 horas en la Plaza de la Inmaculada que organiza la Cofradía del Santo Sepulcro. Se trata de una escenificación en la que desde un estrado en el que se encuentra el Cristo del Desenclavo se hace una simulación del descendimiento retirando los atributos de la Pasión, la corona de espinas, los clavos, el cartel, y se reza una oración.
A continuación, la misma cofradía inicia la Procesión del Santo Entierro a las 20:00 horas. Las nueve cofradías participan en todas la procesiones, aunque cada una es organizada por su correspondiente hermandad. Otra singularidad es el sonido del «tararú» una especie de corneta que sustituyen a las carracas, dando un punto de originalidad a la Pasión sin romper con la sobriedad que la caracteriza. El sabor tradicional se disfruta en el saludo de estandartes o la «llamada de los hermanos» con la que a golpe de vara en las puertas se convoca a los cofrades.
Los Oficios de la Universidad el Jueves Santo. Ciudad Patrimonio de la Humanidad, la Semana Santa tiene escenarios de excepción en Salamanca como sus dos catedrales, la Clerecía, la fachada plateresca de la universidad o el barroco de la Plaza Mayor.
La Pasión en la capital charra destaca por su solemnidad pero también por las tablas en la que desfilan las procesiones, con tallas de Juan de Balmaseda, Gregorio Fernández o Luis Salvador Carmona, entre otros. La solemnidad de sus celebraciones, cuyos orígenes están en 1240, y el mantenimiento de algunos rituales ancestrales hacen que momentos como el que se hace el Jueves Santo con la celebración de Los Oficios en la capilla vieja de la Universidad tengan especial relevancia. Mezcla de acto litúrgico y académico en el que participan todos los docentes está considerado como un claustro extraordinario, en el cual los catedráticos se visten con las galas académicas. Cuando finaliza, se obsequia a los asistentes con la tradicional merienda a base de chocolate y dulces.
6.- Segovia.
Con antorchas al encuentro de los templarios. El viajero amante del patrimonio puede ver aquí cumplida su aspiración por doble partida. Por un lado, maravillarse con los bellos pasos procesionales en plena calle y sin pagar entrada al museo; y por otro, quedándose prendado de la estampa que estos dejan frente a grandes hitos arquitectónicos.
Un ejemplo, el Viernes Santo, cuando la procesión de los Pasos llega hasta la Plaza de la Artillería, junto al Acueducto. Aunque tal vez el momento más espectacular y vistoso es el mismo día a las 11 de la noche, cuando una hilera de luces desciende por la carretera desde Zamarramala con destino a la Vera Cruz, una de las pocas iglesias templarias que hay en España. Los vecinos acompañan con antorchas los pasos por una ruta que proporciona una de las vistas más bonitas de la ciudad y que de noche permite admirar el Alcázar en todo su esplendor. A mitad de camino, se encuentran con los Caballeros de la Orden de Malta, que forman el cortejo de la procesión del Santo Entierro y que custodian al Cristo en adelante.
7.- Soria.
Cada cofradía especialista en un pasaje de la Pasión. Hasta hace poco más de cien años en Soria solo existía la cofradía del Santo Entierro. Actualmente hay diferentes Hermandades, y cada cofradía realiza un desfile procesional en el que traslada sus imágenes desde la iglesia, donde está constituida, hasta la Concatedral de San Pedro Apóstol, quedando en dicho templo las diferentes tallas.
El Viernes Santo salen todas ellas, acompañadas de sus respectivas Hermandades, en una sola comitiva. Única en Castilla y León en seguir con precisión cronológica lo acontecido durante la Pasión de Cristo, la Semana Santa de Soria convierte la ciudad en un gran escenario, por el que discurre un argumento contado con gran coherencia y belleza plástica.
Así, y a través de los diferentes pasos y episodios que se suceden cada día, Soria representa su singular obra dramática, en la que los diferentes pasajes bíblicos desfilan por calles y plazas relatando la Muerte y Resurrección de Jesús. Como telón de fondo, una ciudad más austera y callada, más recogida que nunca, por donde se cuela el sonido sordo de los tambores, la monotonía de las trompetas, el dolor contenido de las Semanas Santas castellanas.
8.- Valladolid.
Un museo de escultura al aire libre. La Semana Santa cuenta con el apellido de Interés Turístico Internacional en tres municipios de Valladolid: la capital, sede del Museo Nacional de Escultura donde descansan muchas tallas el resto del año; Medina del Campo, con las procesiones de disciplina más antiguas de España; y Medina de Rioseco, donde el espíritu cofrade reside en cada hogar.
En la capital del Pisuerga destacan las tallas de los grandes imagineros de todos los tiempos que en la Pasión salen a la calle a hombros de los cofrades. Sus tallas se encuentran entre las de mayor valor artístico del mundo en escultura policromada, gracias sobre todo a imagineros como Juan de Juni y Gregorio Fernández, activos en el periodo en que la ciudad fue Corte imperial.
El Museo Nacional de Escultura de la ciudad cede un total de 42 imágenes, distribuidas en los correspondientes pasos, para las procesiones, como hecho museístico singular en España. Sus procesiones del Viernes Santo están consideradas como una exquisita y valiosa muestra de escultura religiosa castellana. Ese día, por la mañana, un grupo de cofrades a caballo anuncia, con un poético pregón por toda la ciudad, el Sermón de las Siete Palabras que se realiza en la Plaza Mayor. Por la tarde, miles de personas participan en la Procesión General de la Pasión, formada por 31 pasos, la mayoría tallados en los siglos XVI y XVII. El cortejo lo cierra la Virgen de las Angustias que provoca uno de los momentos más emocionantes de los festejos cuando vuelve a su iglesia y se entona la Salve Popular en su honor.
En Medina del Campo, la noche del Jueves Santo es la procesión de la Vera Cruz. En ella, los faroles de forja con una vela que portan los cofrades es el único foco que ilumina las tallas y las calles, formando un ambiente silencioso y cautivador en la Plaza Mayor al son del Miserere. En Medina de Rioseco, la expectación la copan la salida y entrada de la capilla de los denominados «Pasos Grandes», que son muy voluminosos y pesados y que exigen una técnica especial para traspasar la puerta a hombros.
9.- Zamora.
Compartir pasión y alegría en la procesión de los borrachos A orillas del Duero, las calles empedradas y estrechas de Zamora configuran un aura mística que supone un plus para la Semana Santa. Este encanto convive con un verdadero fervor cofrade.
En esta celebración, la música cobra especial protagonismo: los cantos gregorianos y corales contribuyen al esplendor de las procesiones e intensifican los sentimientos del público. Destacan cuatro momentos clave: el canto del «Jerusalem, Jerusalem» pasada la media noche del Lunes Santo en la Plaza de Santa Lucía que rompe un silencio sobrecogedor; la procesión de las capas pardas en la oscuridad también de la madrugada del Miércoles Santo; el Miserere que se entona en la Plaza de Viriato el Jueves Santo a la luz de los hachones de los cofrades; y la conocida como «procesión de los borrachos», en la que se toman sopas de ajo el Viernes Santo.
El irreverente y festivo nombre se debe a que la procesión comienza sobre las cinco de la mañana y al hecho de que atrae cada año a muchos jóvenes que vienen de distintas zonas para disfrutar de la noche de fiesta y ver la procesión. El Viernes Santo destaca la procesión de La Congregación, con momentos tan emocionantes como la salida de la imagen del Camino del Calvario y la famosa reverencia que el resto de los pasos realiza a la Virgen de la Soledad en la avenida de las Tres Cruces, instante que suele arrancar el aplauso entusiasmado del público. Al margen de los desfiles, la Semana Santa zamorana se caracteriza por mantener personajes tradicionales como «El Barandales» o «El Merlú».
10.- En toda Castilla y León.
Disfrutar su especial gastronomía. No todo el mundo sigue el antiguo precepto de no comer carne en Semana Santa (aquí el verdadero «pecado» sería no hacerlo con la tradición de productos del cordero, cochinillo, liebre, conejo, perdiz, o cerdo, y los innumerables tipos de embutidos y jamones), pero ese «sacrificio» ha dado lugar a algunos platos especialmente sabrosos en la Semana Santa de Castilla y León.
El bacalao desalado es uno de los ingredientes más habituales en los platos de Cuaresma y Semana Santa. Se elabora a base de patatas, ajo, huevo y aceite, todo ello finamente machacado en un mortero, que se añade al bacalao.
El Pulpo a la Sanabresa es un primo lejano del famoso pulpo a la gallega, pero con personalidad propia de tierras zamoranas. Pulpo cocido, cebolleta, ajo y pimentón, son los ingredientes necesarios para preparar este plato tan sano. El potaje de vigilia es uno de los platos estrella de la gastronomía castellanoleonesa durante estas fechas. Además patatas viudas (sin carne ni otras proteínas), los guisantes con huevos, alcachofas con guisantes y habas, o los garbanzos con acelgas. Y, por supuesto, muchos postres, una forma de compensar en Cuaresma la falta de carne: torrijas, pestiños, leche frita, arroz con leche y cientos de pastas y dulces conventuales con nombres de santos: lazos de San Guillermo, yemas de Santa Teresa, toscas de la Virgen, bizcochos de San Lorenzo, virutas de San José… que muchas veces calman el hambre y son provisión de los peregrinos que hacen el Camino de Santiago.